»Nico DiAngelo un Omega que afirma no querer o necesitar un Alpha, al mudarse de país y entrar en una nueva escuela, por obras del destino, entra en celo al oler a Will Solace, el que será su Alpha destinado.
Este tendrá que aprender a como tratar...
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Nico cerró la puerta y se quitó la ropa para ir a ponerse uno de los pijamas más cómodos que tenía. Primer día, pensó. Los primeros cuatro días del Celo eran los peores, ya que no eran el "necesito tener sexo YA" que todo el mundo pensaba, sino puro malestar como dolores de cabeza menores, algunos calambres en la espalda y muchos cólicos. Se puso una de las playeras que tenía de Will y un pantalón color vino que tenía desde hace mil años.
Necesito tomarme algo para el dolor, pensó con malestar. Realmente no quería molestar a sus padres o hermanas con sus asuntos, pero el dolor lo iba a doblar en algún punto y si se las tomaba estando en ese nivel de agonía, la pastilla no le harían efecto. Agarró su celular y marcó el número de Bianca, esta respondió al tercer tono.
—¿Hola?
—Bianca. — la mayor se asustó. Conocía ese tono de voz. Algo le dolía a Nico y ese tipo de dolor sólo lo tenía sus primeros días de Celo.
—¿Empezó?
—Si...
—¿Necesitas algo? —preguntó Bianca. Escuchó el sonido de como se levantaba de la cama.
—¿Me podrías traer la medicina para el dolor? — sintió un estirón bastante agudo en el abdomen que casi le saca el aire.
—Voy. — Bianca colgó.
Al cabo de unos minutos, Bianca entró con un vaso de agua y la caja de la medicina. Venía vestida con un camisón blanco de seda. Su cabello negro iba suelto y enmarcaba su rostro de manera casi de leyenda.
—¿Cómo te sientes?— pero la preocupación en su rostro era un poco obvia. Preocupación y mucho amor.
—Me duele.
—¿Soportable?— Bianca le pasó el vaso y le sacó una píldora.
—Si. —Nico se tragó la píldora. —gracias.
—Recuerda que si necesitas algo, puedes contar nosotros, ¿verdad?
—Si, gracias. —sintió la cálida mano de su hermana en su frente, y después un suave beso antes de irse. Nico agarró su celular para llamar a Will, pero lo mandó a buzón.
Quería volver a llamarlo, pero apenas debía de estar llegando a su casa.
Empezó a cerrar los ojos lentamente, tratando de regular su respiración con lo que debería ser su ritmo cardíaco. Unos minutos después de cerrar los ojos, empezó a cabecear, hasta que un abrupto y molesto sonido interrumpió su calma. Abrió los ojos lentamente y vio que en la pantalla iluminada decía Will.
Tomó su celular y respondió.
—Hola mi amor. —dijo con su hermosa voz de ángel.
—Hola. — esperaba no sonar adolorido. No quería asustarlo.