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—¿Por qué estás sonriendo?

Renato giró y miró a Fausto.

—¿De qué carajo hablas?

—Vamos —se burló Fausto, caminando a su lado—. No vi una sonrisa así en tu cara por más de un año. ¿Conociste a alguien?

Burlándose, Renato entornó los ojos a su mejor amigo y también compañero bombero.

—Fausto, incluso si fuera así, ahora no sería el momento. No puedo siquiera imaginar el intentar formar una relación con alguien. Todo lo que quiero es que me dejen solo. Tal vez en seis meses tenga unos cuantos rollos de una noche. Hasta entonces, no pienses que mi sonrisa tenga que ver con sexo, ¿entendido?

Fausto le observó fijamente, frunciendo su ceño varios segundos antes de agitar su cabeza.

—No es sobre sexo. Bueno, ¿entonces qué carajo vas a hacer hasta que esos rollos de una noche lleguen en seis meses? 

Renato rio entre dientes.

—¿Escuchaste hablar de tu mano? Funciona bastante bien si el humor comienza a golpearme. —

No se molestó en mencionar el hecho de que rara vez estaba de humor últimamente. Esperaba que ver a Tomas gemir feliz mientras otro hombre se lo cogía no hubiera intervenido en su deseo por el sexo de por vida.

Por la mirada afligida de su amigo sabía que no lo entendía, pero estaba bien. Fausto había pasado sus últimos diez años, todos los años que Renato lo había conocido en realidad, como un jugador, saltando de una cama a otra. Renato no lo entendía más de lo que Fausto pretendía entender a Renato. Aun así, después de salvar sus vidas uno al otro más de una vez y recoger al otro de bares extraños, formaron un lazo. Renato consideraba a Fausto como un hermano... o lo que un hermano podía ser, si los suyos no le hubieran dado la espalda cuando dejó a su familia.

- Mira – dio Renato permitiendo que su amigo se saliera con la suya. – solo dire esto. Mi nuevo vecino es muy amigable. Me invito a una barbacoa. Tan solo no te hagas ninguna idea. Es como amigos nada más.

Fausto levanto las manos en señal de rendición.

- Está bien solo recuerda que estoy aquí para ti. Dime si necesitas algo.

Renato rio, sabiendo que la única ayuda que obtendría de Fausto era que todo bar gay era mejor en una noche cualquiera. 

– Claro hombre te veo el lunes en la mañana

*******

Renato observaba la casa al otro lado de la calle. Vio a Gabriel llegar a casa, con un chico mayor y una chica mas joven en el vehículo. Miro el reloj, debió estar ahí hacia diez minutos. ¿En verdad iría hasta el otro lado de la calle y conocería a los hijos del tipo? Cuando descubrió la infidelidad de Tomas, sabía que necesitaba hacer algunos cambios en su vida. Dejar al bastardo infiel fue lo primero. ¿Este era otro? ¿Ser amigo de un hermoso hombre hétero? Se tomó la última cerveza y aplastó la lata con el puño.

—Sip. —Murmuró. Tomó la caja de Budweiser y caminó hacia la puerta. Treinta segundos después, levantó una mano y llamó al timbre de Gabriel.

Inmediatamente escuchó pies corriendo y la puerta se abrió de golpe. La chica rubia que había visto antes le observó.

—¿Eres el amigo de papá? —preguntó antes de que dijera nada. La aparición de Gabriel le salvó de responder la pregunta a la chica.

—Lorna, ¿qué te he dicho sobre abrir la puerta sin un adulto?

—Pero tú dijiste que esperabas a un amigo. — Respondió rápidamente, claramente sintiendo que sus acciones estaban bien.

LLEVAME #1Where stories live. Discover now