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Gabriel les condujo por el camino, sus hijos siguiéndole. Vistió a sus hijos de una etiqueta apropiada, Lorna rodando sus ojos todo el tiempo y Jake riéndose de él. ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Dónde estaba el respeto?

Llamó a la puerta y esta se abrió casi de inmediato por un hombre de pelo muy oscuro, con una enorme, encantadora sonrisa y unos brillantes ojos. Gabriel se dio cuenta que le resultaba vagamente familiar.

—¡Hola! — les gritó, amigable de inmediato—. Ustedes deben ser Gabriel, Jake y Lorna. ¡Vamos, pasen!

Sus cejas se levantaron casi hasta la línea de su cabello ante la propietaria forma en que el hombre se comportaba en la casa de Renato, haciendo que un nudo se apretara lentamente en su estómago.

—Gracias. ¿Nos conocemos? —preguntó directamente mientras pasaba por su lado.

Los ojos del hombre danzaron de risa.

—Nuestros caminos se cruzaron una vez en una llamada. —Su mirada recorrió la forma de Gabriel en un desvergonzado examen—. Tengo que decir, tu trasero luce mucho mejor en estos jeans que en aquellos pantalones. —Dijo riéndose—. Sabía que estaban escondiendo algo bueno.

Parado a un lado de Gabriel, Jake resopló.

—Tiene razón, papá. Te dije que tiraras esos.

Su mandíbula cayó con las palabras de su hijo.

— ¿Desde cuándo te convertiste en un experto de la moda, Jake? - Jake simplemente se encogió de hombros, su mirada dirigiéndose a la cocina.

—Hay bebida en el refrigerador, Jake. —Dijo el extraño—. Sírvete.

—Gracias. —Deambuló hacia ese lugar, guiando a Lorna.

—Fausto. —Dijo Gabriel, la cara del hombre y sus comentarios finalmente encajaron—. Tú trabajas con Renato. 

El dueño de la casa entró al cuarto.

—Hola, Gabi. — Saludó Renato, sonriendo—. Veo que conociste a Fausto.

—Sí, Tato. —Replicó Fausto con descaro—. Conocí a tu viril detective. —Se acercó más a Gabriel y agarró sus bíceps—. Puedo ver por qué te lo guardaste solo para vos.

Gabriel sabía que había una historia detrás de las palabras del hombre, pero no tenía idea de cuál era. Podía sentir la fuerza en el agarre del bombero revisando los músculos de sus brazos, que flexionó automáticamente como reacción, su mirada alejándose de Renato.

—Oh, hermosos. —Canturreó Fausto.

—Es suficiente. —Renato agarró del brazo a Fausto, alejando sus manos—. Regresa a tu cita.

Fausto rio y se pavoneó fuera de la sala.

—Sí, Renato. —Solo ignóralo. —Dijo Renato rígidamente.

Gabriel le sonrió, tratando de aliviar su malestar.

—Claro. —Lanzó un brazo alrededor de los hombros de Renato y lo condujo hacia atrás—. Es un tipo interesante, pero tiene razón sobre una cosa.

Para su placer, sintió que Renato se relajaba bajo su agarre.

—¿Sobre qué? —preguntó, volviendo su cabeza lo suficiente para ver a Gabriel por el rabillo de su ojo.

—Tengo un trasero muy bueno. —Replicó sin una pizca de humildad.

Renato estalló en risas, y Gabriel le dio un apretón más a sus hombros antes de liberarlo. Le siguió a la cocina, su mirada cayendo al trasero del hombre, preguntándose cuál era exactamente el criterio de un buen culo.

LLEVAME #1Where stories live. Discover now