Gabriel levantó El rey Escorpión.
—¿Está bien esta? — preguntó, indicando al dvd.
—mierda, sí. —Dijo Tato, sonriendo—. Ambos tendremos una magnifica vista.
Confundido, Gabriel frunció el ceño.
—¿Qué? Tato se dejó caer en el sillón reclinable, todavía sonriendo.
—Tienes la oportunidad de comerte con los ojos a la sexy hechicera y yo babearé sobre el sexy asesino.
Giró la caja del dvd y observó la imagen en la portada. Le tomó un segundo darse cuenta de lo que Renato se refería. Su mirada se movió a través de Dwayne Johnson y soltó una carcajada. Echó un vistazo sobre el sonriente bombero y continuó riendo.
—Supongo que puedo ver el atractivo. Dwayne es un tipo muy apuesto. —Metió el dvd dentro del reproductor y comenzó la película.
Regresando de nuevo, detectó la entretenida expresión de Tato—. ¿Qué? Puede que no esté atraído por el hombre, pero todavía puedo reconocer que tiene un buen cuerpo.
Renato levantó la mano que no sostenía el whisky con coca cola, en un gesto conciliador.
—¿Qué? Yo no dije nada. —Bromeó. Gruñendo en broma, le golpeó.
—Sigue con eso y no te rellenaré el vaso.
Renato puso una afligida mirada en su cara haciendo que Gabriel riera. Maldición, no se había reído tanto así en años. Seguro que era divertido pasar tiempo con Renato.
Ellos difícilmente se conocían, pero por alguna razón, Gabriel se sentía realmente cómodo con el hombre. Era genial. Sentándose en el sillón reclinable de cuero, su mirada se desvió de la pantalla del televisor hacia Renato. Rápidamente se dio cuenta de la dolorida expresión sobre el rostro de Tato mientras veía la película. Gabriel suspiró. No era el único que necesitaba superar su historia y comenzar a sanar, así que para romper el hielo, pensó que sería mejor ir primero. Devolviendo su mirada a la película, aunque ya no viera realmente las figuras allí, Gabriel empezó a hablar.
—Noté un cambio en Antonella hace cuatro años atrás — dijo suavemente, permitiéndose ahondar en los recuerdos que no le gustaban—. Ella dejó de preguntar por los casos, dejó de preocuparse cuando no llegaba a casa a tiempo. Más o menos, parecía demasiado ocupada para prestar atención. No me malentiendas. —Agregó—. Seguía asegurándose de que la cena estuviera esperándome y que mi uniforme estuviera limpio y planchado. Siempre pensé que estaba ocupada haciendo algo con los niños. Vaya detective que resulté ser, ¿huh? — murmuró despectivamente—. La idea de ella engañándome ni siquiera cruzó mi mente en ese momento. —Gabriel se detuvo, haciendo una mueca. Dio un profundo trago a su bebida, encontrándose con la preocupada mirada de Renato.
—¿Qué sucedió?
—Cerca de dos años atrás, Jake hizo un comentario sobre pasar más tiempo en casa de Andrew. —Como Renato levantara sus cejas, sonrió.— Andrew es un buen compañero suyo. Su familia ha sido un apoyo increíble, en realidad. Como sea, me di cuenta que algo iba mal.
La primera vez que le pregunte por ello a Antonella, tuvimos una de las peores peleas de nuestro matrimonio. Debí haberme dado cuenta que se salió de sus casillas producto de la culpa, pero no quería enfrentarlo, ¿sabes? —dijo, mirando a Renato antes de darle otro trago a su bebida para calmar sus nervios. Soltó una burla—. Piensas que después de tanto tiempo, la historia no debería ser tan difícil de contar. »Lo dejé pasar por otros seis meses, pero finalmente decidí que vivir con un compañero de cuarto en lugar de una esposa no era lo que quería. —Admitió—. Tuve a uno de mis investigadores privados siguiéndola. Él trajo imágenes de ella con otro hombre, las que usé para enfrentarla. Maldición, se enojó tanto cuando descubrió que la había seguido. No estaba molesta por ser atrapada, entiendes, —señaló— estaba molesta porque no confié en ella. Ese fue el principio del final. Su tono se volvió seco y duro, y Gabriel agitó su cabeza, su mirada deslizándose lejos. —Le pedí que fuéramos a terapia. Se rehusó. Una semana después me entregó los papeles del divorcio y yo conseguí un abogado. —Gabriel sabía que su sonrisa era fría y amarga, pero no podía evitarlo. Antonella había sido una perra con los acuerdos, aun cuando era ella la que se marchaba—. Eso fue hace más de un año. Nos tomó meses acabar todo. Los niños y yo seguimos ajustándonos. Los tengo cada fin de semana alterno y todos los martes y miércoles.
