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Gabriel lanzó un silbido feliz mientras entraba en el gimnasio. Planeaba entrenar con su compañero, Agustin, esa tarde, pero quería algo de tiempo sobre la trotadora para entrar en calor y relajarse primero. En el vestuario, se cambió rápidamente y colocó unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Agarró su botella de agua y su toalla y se dirigió al gimnasio. Encontró una máquina y entonces se puso en marcha. Veinte minutos de carrera, Agustin se paró a su lado.

— Hola. ¿Tienes a los chicos esta noche?

—No. —Respondió, aún concentrado en su trote.

—Iré a Booker's hoy. Deberías ir conmigo. —Dijo Agustin. 

Gabriel bajó la vista hacia su amigo y negó con su cabeza.

—No, amigo. Tengo planes. Pero, gracias. —No tenía ganas de someterse a la carnicería que siempre parecía suceder en Booker's, aun cuando no tuviera sexo caliente esperándole en casa con Renato.

—¿Planes? ¿Quieres decir, una cita? —preguntó Agustin, un destello entrando en sus ojos—. Bastardo, ¿cuándo pensabas decírmelo? Gabriel desaceleró la trotadora y meneó su cabeza.

—No es eso, Agus. Solo unas cervezas y barbacoa con mi vecino.

—¿Es el vecino bombero del que has estado hablando? ¿Renato Quattordio?

La forma en que Agustin hizo la pregunta tuvo a Gabriel mirándole especulativamente.

—Sí.

—Vos, uh... —Agustin se detuvo y aclaró su garganta. La forma en que cambió su posición indicó la incomodidad en su compañero de abordar el tema— has estado muy apegado a él.

No fue una pregunta, pero Gabriel asintió de todas formas. Una fisura de preocupación pasó por él. ¿Había hecho algo que revelara su relación de más que amigos con el hombre? No pudo pensar en nada.

—Es un buen tipo. — Comentó finalmente.

—Sabes que es gay, ¿cierto?

Gabriel asintió, preguntándose lo que había oído Agustin, pero demasiado asustado para averiguarlo. Renato siempre fue honesto con su sexualidad. Resultaba lógico pensar que el hombre no estaba en el armario. ¿Qué decía eso de Gabriel?

—Sí, ¿y?

—Bueno, le pusiste como el siguiente contacto en el colegio si tú o Antonella no están disponibles. —La mirada de Agustin no correspondía la de Gabriel.

—¿Cómo mierda sabes eso? —espetó.

Se suponía que aquello era información confidencial. Agustin se encogió de hombros, pero al menos lo hizo encontrando su mirada.

—Stef la secretaría ahí. Está saliendo con Gastón.

Gabriel giró sus ojos, tratando de controlar su pulso descontrolado luego de la carrera. Se bajó de la trotadora y secó su cuello.

—Ustedes, hijos de puta, cotillean más que un grupo de viejas. —Gruñó.

—Vamos, socio —murmuró Agustin, inclinándose— la gente ha empezado a hablar, qué hay contigo colgado de él todo el tiempo. Me han preguntado si sé lo que pasa entre ustedes.

Era la entrada perfecta y Gabriel lo sabía. 

Agustin era su mejor amigo y compañero en el cuartel. Debería ser capaz de decirle al hombre lo que fuera, confiarle lo que fuera. Abrió su boca y su corazón se saltó un latido. 

No pudo hacerlo. 

Lleno de desprecio, respondió.

—Necesitan aprender a ocuparse de sus propios jodidos asuntos.

LLEVAME #1Where stories live. Discover now