El teléfono sonó otra vez y Renato resistió el impulso de lanzar el aparato contra la pared, apenas. Sabía que podía ser Gabriel. Había pensado que el detective cambiaría su forma de pensar después de una semana, pero el hombre nunca llamó. No obstante, Tomas llamaba varias veces al día. Era frustrante como el infierno, casi bordeando el acoso y Renato estaba a punto de enloquecer. Habría cambiado su número, pero Tomas sabía dónde vivía. Se preguntó si la oferta de Gabriel por una orden de arresto seguiría abierta. ¿Estaría dispuesto el hombre a hablar con él por eso? El sonido estridente de su teléfono llamando cortó sus pensamientos.
Rechinando sus dientes, Renato levantó el teléfono nuevamente.
—Mira, te dije que no me importa...
—¿Sr. Quattordio? ¿Es usted el Sr. Renato Quattordio?
Renato se detuvo en mitad de su frase. No era Tomas otra vez. Quién carajo...
—Sí. Soy Renato Quattordio. ¿En qué puedo ayudarlo?
—Soy la Sra. Riley de la Secundaria Carson. Le tenemos registrado como siguiente contacto si el Sr. ó Sra. Gallicchio no están disponibles. Jake Gallicchio fue enviado a la oficina del director por una pelea. ¿Está disponible para venir y recogerlo?
Su mandíbula cayó ante las palabras de la mujer.
¿Jake? ¿En problemas? ¡Ni siquiera había visto al adolescente levantar su voz, y ni hablar de mostrar una vena violenta!
—¿Sr. Quattordio?
—Sí. Sí. Estaré ahí. —Respondió rápidamente.
Era miércoles por la tarde, la segunda semana del mes. La noche que Gabriel tenía a los niños, así que, si el colegio no podía localizarlo, debía ser algo serio. Gabriel nunca llegaba tarde y siempre estaba disponible en el teléfono móvil. Renato colgó el teléfono, tomó sus llaves y se precipitó a su jeep. Al llegar al colegio, se dirigió hacia la oficina de administración y se presentó.
—Soy Renato Quattordio. Estoy aquí por Jake Gallicchio. ¿Puede indicarme la oficina del director, por favor?
—Por supuesto. —Le dijo la mujer tras el escritorio con los labios apretados—. Por aquí.
La siguió al final del pasillo donde ella golpeó a una puerta. Luego de asomar su cabeza al interior, tiró de la puerta y la abrió, conduciéndole al interior. Allí Renato encontró a Jake con un hombre mayor de mirada solemne y frustrada. Después de presentarse, el hombre frunció su ceño.
—Ahora, Sr. Quattordio, entiendo que hoy es la noche con su padre, pero necesita decirle que aunque él sea un policía, sigue siendo responsable por las acciones de su hijo. Nosotros no tomamos las peleas en nuestra escuela a la ligera.
Renato asintió solemnemente. —Sí, Sr. Wainright. Lo haré. Lamento que esto sucediera y estoy seguro que Jake no lo volverá a hacer. —Le disparó una severa mirada al muchacho, pero el adolescente no le correspondió. Conteniendo un suspiro, Renato se volvió hacia el director —. Tiene mi palabra de que el Sr. Gallicchio será informado de este incidente. Lamento que Jake le molestara.
El hombre asintió. —Bien. Está suspendido por tres días. Le veremos de vuelta el martes de la próxima semana. Asegúrese que el Sr. y la Sra. Gallicchio sepan que está obligado a realizar cualquier trabajo que se pierda.
Luego de otra ronda de agradecimientos, sacó a Jake de la sala y de la escuela hasta su vehículo. Abriendo la puerta, esperó a que el chico entrara. Después que se subiera, miró a Jake y suspiró.
—Nunca he visto que seas nada más que educado, Jake. ¿Qué carajo fue todo eso?
Al principio, Jake no respondió. Tardó casi todo el camino a casa para que el joven siquiera abriera su boca. Una vez se detuvieron en el camino de entrada, Jake explotó.
