Gabriel no dijo específicamente que aquello era una cita, pero eso no hizo sentir a Renato menos nervioso. De hecho, se dio cuenta que se ponía más nervioso porque no sabía como actuar o que esperar. Respirando profundamente, abrió su puerta principal y cruzó la calle. Gabriel respondió un momento después que Renato tocó el timbre.
—Hola. Estaba por ir a tu puerta. ¿Estás listo? — Preguntó, sonriendo.
Renato asintió y Gabriel avanzó hacia él haciendo que su pulso se acelerara. ¿Le besaría Gabriel justo ahí en la calle? Gabriel cerró la puerta y pasó por su lado.
—¿Mi auto o el tuyo? —preguntó, aparentemente ajeno al tenso zumbido de decepción que atravesaba el cuerpo de Renato.
—Uh, cualquiera —respondió ausente.
Gabriel parecía no notarlo. Hizo saltar la cerradura de su auto y se subió al asiento del conductor. Le tomó a Renato un segundo conseguir que sus pies se movieran. Una vez se deslizó al asiento del pasajero y ajustó su cinturón de seguridad, Gabriel encendió el auto e iniciaron su camino. El otro hombre mantuvo una conversación bastante fluida, como si nada hubiera pasado entre ellos la noche anterior. Renato lentamente se relajó y fue capaz de deslizarse de nuevo a su papel de amigo del detective en lugar de amante.
Sin embargo, se dio cuenta de una sutil diferencia en Gabriel. Donde antes, la mirada del hombre se detenía sobre el amplio pecho de la anfitriona, ahora en su lugar, estaba demasiado ocupado entreteniendo a Renato con las historia de un control de tránsito que le ocurrió aquel día a uno de los oficiales de policía. Aunque Gabriel nunca le tocó, parecía ser que su misión de la noche era mantenerlo sonriendo.
Con sus filetes listos y una cerveza para cada uno, Gabriel se inclinó sobre la mesa hacia Renato. Sus ojos verdes resplandecían con algo que Renato no esperaba identificar como una mirada intensa enfocada fuertemente en él, enviándole notorios escalofríos a través de su cuerpo hasta el centro de su pene. Su miembro, que había permanecido dormido hasta entonces debido, primero a los nervios y luego a la fácil camaradería, tomó ese momento para animarse y comenzar a llenarse.
—Me gusta ver tu sonrisa, Tato. —Murmuró Gabriel—. Hace que tus ojos brillen. Jodidamente sexy.
Sí, aquel pequeño pedacito de información no desinflaría la hinchazón de su pene. El simple hecho de Gabriel pensando que era sexy fue suficiente para darle a Renato una erección. Se removió en el asiento, tratando de ajustar su indomable miembro en una posición más cómoda.
—Uh, gracias. —Logró decir luego de aclarar su garganta.
Gabriel sonrió, con la diversión brillando en sus ojos.
Renato le observó, aunque su mirada no tenía calor y Gabriel rio. Para su alivio, el otro hombre cambió de tema.
—Jake me dijo que serás uno de sus entrenadores en Primeros Auxilios de Emergencia ofrecida a los estudiantes a través de la clase de Salud Avanzada.
—Sí. He estado haciendo eso estos últimos tres años. Normalmente terminamos con una docena de alumnos por clase tomando el curso e inscribiéndose como socorristas de RCP. —Se detuvo, sus pensamientos descarrilándose por un segundo mientras Gabriel tomaba un trago de cerveza atrayendo su mirada sin poder apartarla del meneo en la nuez de Adán del detective—. ¿Cómo lo sabe Jake? ¿Es parte del grupo?
Gabriel asintió, sonriendo.
—Dijo algo sobre baldes de sangre de vaca. ¿Qué hay de eso?
Renato enrojeció y tomó un bocado de carne antes de contestar.