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Renato se movió en el banco de metal. Inclinándose hacia atrás, apoyó los codos en el asiento de las gradas a su espalda y observó la pelota elevarse en el aire. El arquero se lanzó y la atrapó, haciendo una gran salvada. Divisó a Jake corriendo por el campo, colocándose en posición de aceptar un pase. Sonrió. El chico era muy bueno y Renato disfrutó ver el equipo en acción.

Quince minutos después, Gabriel se sentó en el banco junto a él.

—¿Qué me perdí?

—La primera mitad. —Bromeó Renato, sonriendo.

Por el rabillo de su ojo, vio a Gabriel hacerle una mueca.

—Sí. Disculpa por haberte pedido que lo trajeras a última hora. Recibí una llamada del trabajo.

—Dijiste eso en el teléfono. —Le recordó Renato—. Y no importa. He tenido la intención de preguntarle a Jake cuando era su siguiente partido, por lo que está bien.

Las facciones de Gabriel se aliviaron con una sonrisa, iluminando sus ojos color verde y atrayendo la atención de Renato sobre sus labios -aquellos que besara el otro día-. Sintió su pene moverse ante el recuerdo. Reprimiendo un gruñido de frustración, Renato trató de enfocarse de nuevo en el juego en lugar del sexy policía sentado a su lado.

—Admitiré que estaba algo desesperado cuanto te llamé. —Dijo—. No esperaba que contestaras. ¿Qué hacías en casa de todas formas? —preguntó Gabriel curiosamente, su mirada barriendo el campo mientras los jugadores entraban para el segundo tiempo.

Renato agitó su cabeza.

—Un compañero necesitaba cambiar la mitad de su turno. —Explicó—. Iré a las diez esta noche para reemplazarlo y cubrir las últimas veinte horas de mi turno.

—Ah, —murmuró Gabriel— entonces, suena a que tuve mucha suerte. —Por un segundo, Gabriel giró y observó a Renato, examinándolo con su intensa mirada. Lamió su boca, atrayendo la atención de Renato a sus gruesos y húmedos labios que había besado no hacía mucho tiempo. Cuando ellos se curvaron en una sonrisa, Renato bruscamente elevó su mirada y se encontró con los ojos de Gabriel, luchando por concentrarse en las palabras que decía —. Jake y yo usualmente vamos donde Mario's por una pizza después de su juego. Ven con nosotros. Te compraré una porción como agradecimiento.

—No tienes que hacer eso —dijo Renato.

Riendo, Gabriel rodó sus ojos.

—Lo sé. Pero quiero hacerlo. Es lo menos que puedo hacer después que me sacaras de un aprieto. Si hubiera llamado a Antonella, nunca habría acabado. Tener un cambio de horario inesperado a causa de mi trabajo fue uno de los grandes problemas entre nosotros.

Poniéndolo de esa forma, ¿cómo podría resistirse? Además, Renato odiaba estar en deuda con alguien también, así que si comprarle una pizza hacía a Gabriel sentir mejor, ciertamente le acomodaría.

Renato solo tendría que ocultar la creciente atracción que sentía por el hombre, la cual solo era culpa de Gabriel de todos modos.

Él y su maldito beso. Aclarando su garganta, Renato asintió.

—Bien, pero quiero una cerveza, también —agregó, solo por molestar.

Gabriel rio.

—Hecho, Tato. —Gabriel repentinamente saltó de su asiento y comenzó a gritar el nombre de su hijo, animándolo. Volviendo al juego, Renato observó el balón que Jake acababa de patear elevarse en el aire, justo fuera del alcance de las yemas del portero y aterrizar en la red.

Se puso de pie y le animó junto a Gabriel. El equipo de Jake ganó, su gol rompió el empate en el que habían estado atrapados, acabando el juego con una puntuación de dos a uno. Aquello lo hizo el héroe del juego, también.

LLEVAME #1Where stories live. Discover now