—¿Cuántas citas tuviste con él? —preguntó Fausto, frunciendo el ceño.
Renato le miró con las cejas unidas, no gustándole la dirección de la línea de preguntas de su amigo.
—Tres. — Admitió.
—¿Y todavía no te coge? —Fausto cruzó sus brazos sobre su pecho—. ¿Estás seguro que no está solamente experimentando?
Renato se dejó caer en uno de los bancos entre los casilleros de la lavandería en la estación de bomberos. No sabía qué decirle a su amigo. No estaba muy seguro de sí mismo. Fausto se sentó a su lado.
—¿Está él experimentando? —preguntó, dándole a Renato una mirada preocupada. Batiendo su cabeza, Renato encontró su voz.
—No tengo idea. —Susurró—. Hemos ido a un par de restaurantes y sitios de mariscos. Actúa como un amigo en público, pero tan pronto como se cierra la puerta se abalanza sobre mí. —Deslizando una mano por su oscuro cabello, hizo una mueca—. Maldición, es insaciable. Es como si estuviera recuperando el tiempo perdido.
Aquello hizo que las cejas de Fausto se dispararan hacia arriba.
—¿Qué quieres decir? —Aprendió el arte de chupar pollas increíblemente rápido. —Renato replicó, odiando el tener que compartir esos detalles con Fausto, pero necesitando hablarlo con alguien.
Gabriel le tenía confundido internamente. El hombre actuaba como un compañero de copas para el mundo, pero podía chuparle la pija, o masturbarle, o frotarse contra él como un gato en celo cuando estaban solos. ¡Y su boca! Renato gimió ante el recuerdo de los besos de Gabriel.
—Entonces está encerrado. —Razonó Fausto—. Le gustas, pero no quiere admitirlo al mundo.
—Parece que es así. —Dijo Renato, suspirando de frustración.
Maldición, siempre se prometió que no dejaría a nadie forzarlo a regresar dentro del closet. Y Renato no consideraba realmente volver allí, pero seguro que frustraba no ser capaz de tocar a Gabriel en público. No es que quisiera hacer con él lo que los chicos hacían con sus novias, pero aun así sería lindo sostener su mano o tocar su brazo cuando quisiera. Los ojos de Fausto se entrecerraron, observándole con dureza por unos cuantos segundos.
—Bien, entonces dejemos que te joda, luego veremos si sale por ti. Invítalo a la fiesta del Memorial Day como tu cita.
Las cejas de Renato se levantaron.
—No lo sé. — Titubeó—. No soy mucho de ser un pasivo. —Era una de las grandes razones por las que él y Fausto nunca se molestaron en intentarlo cuando se conocieron por primera vez.
Ambos eran demasiado dominantes. ¿Podría dejar que Gabriel tuviera su trasero sin saber dónde iba la relación? Dándole una mirada comprensiva, Fausto preguntó:
— ¿No quieres ser el sucio secreto de un policia encerrado en el closet, verdad?
—Por supuesto que no.
—Entonces será mejor que ahora pienses las cosas y si de verdad está dispuesto a estar contigo antes que caigas por él. Será más fácil terminar todo ahora que después. – señalo prudentemente.
La simple idea de terminar con Gabriel hizo que el corazón de Renato latiera en su pecho a un ritmo entrecortado. No quería imaginar un dia que no pudiera tomar su teléfono, lanzara un mensaje de texto a su amante y entonces recibiría una ingeniosa respuesta de vuelta. Le encantaba el malvado sentido del humor de Gabriel.
-¡Mierda, Tato, ya lo hiciste! – Fausto gimio las palabras llamando su atención y observando al otro hombre. – no caes por el todavía ¿no?
- Tal vez. – susurro
