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Los días siguientes fueron sorprendentemente normales para los dos. Seguían hablando y discutiendo como de costumbre, pero también se reconciliaban más rápido y eran más considerados con el otro. Esto se notaba especialmente en la forma en la que Abeno ahora le hablaba a Ashiya, más suave que antes, y en cómo Ashiya tenía menos miedo a decir algo que fuera a molestar a Abeno. Lo notaban sobre todo ellos dos; los demás no se daban cuenta, simplemente les parecía que se llevaban tan bien como siempre.

Sólo ellos dos sabían que no era así. Aunque siguieran tratándose como siempre, algo había cambiado. Hablaban más seguido de trivialidades. Se miraban más a los ojos. Sonreían más. Ambos sabían, mejor que nunca antes, lo que pensaba el otro, porque estaban pensando lo mismo.

Un día, sin embargo, Abeno faltó a la escuela. Ashiya no se preocupó mucho, pues no era nada raro. Pero faltó también el día siguiente. Y el siguiente. Para el cuarto día, Ashiya ya era la maraña de nervios que acostumbraba a ser.

- ¿Qué le habrá pasado? - hablaba consigo mismo de regreso a casa, saliendo de la escuela - No suele ausentarse por tanto tiempo, a menos que una emergencia sucediera en el Inframundo. ¿Tendrá que ver con el Legislador? - Ashiya recordaba cómo el Legislador los había hecho ir al Lago Imori sólamente para que hicieran su trabajo. ¿Tal vez algo similar estaba pasando? Pero ¿qué sería tan importante como para retener a Abeno por cuatro días? - No se habrá lastimado, ¿verdad...? Ah, cielos, ¡al menos podría decirme que no va a venir a la escuela! - Ashiya refunfuñaba en voz baja - A pesar de que por fin estamos saliendo, ¿cómo no me contacta? Sólo hace que me preocupe.

Ashiya siguió refunfuñando así hasta que llegó a su casa, y durante su baño y la cena. Ya en su habitación, acostado en su cama, observaba su teléfono con los brazos extendidos. No había ningún mensaje ni llamada de Abeno. Pensó que podría contactarlo él, pero seguramente no le llegaría la llamada si estaba en el Inframundo.

- Es un desconsiderado - dijo -. Esta vez de verdad le reclamaré cuando regrese.

Se fue a dormir así, con el teléfono a un lado. Sin embargo, no podía pegar ojo. Seguía molesto con Abeno, pero también estaba preocupado. ¿Y si le había pasado algo? Ashiya no quería ni imaginarlo. Quería creer que había una buena razón por la que no lo llamaba, y que se la explicaría cuando lo viera.

Cuando lo viera. Ashiya cerró sus ojos, y el recuerdo de Abeno apareció frente a él. Sólo habían sido unos días, pero sentía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vio. Desde que escuchaba su voz. Antes no tenía el valor de llamarlo, y ahora se ponía ansioso porque no recibía su llamada. Era extraño. A pesar de que sus sentimientos eran mutuos y de que estaban saliendo, seguían habiendo muchas cosas que lo ponían inquieto. Sentía que, incluso más que antes, no podía pensar en otra cosa que no fuera Abeno. ¿Así era estar en una relación? Era cansado. Ashiya hundió su cara en su almohada.

- Quiero verlo.

La frase hizo eco en su mente. Quería verlo. Quería escucharlo. Quería estar junto a él.

Quería tocar su mano.

Quería abrazarlo de nuevo.

Quería...

Justo en ese momento, su teléfono empezó a sonar. Lo sorprendió tanto que lanzó un pequeño grito.

- ¿Eh? ¡¿Eh?! ¿Qué, quién es? ¿Quién es? - torpemente, tomó su teléfono en la oscuridad de su habitación. Se detuvo en seco al observar la pantalla.

Abeno lo estaba llamando. En menos de un segundo, respondió.

- ¡Abeno-san! - dijo, queriendo gritar el nombre, pero manteniendo su voz a un nivel medio para no despertar a nadie.

- Hola - la voz de Abeno se escuchó a través del teléfono. Ashiya no podía creer que algo tan simple lo hiciera sentir tan feliz.

- ¿Qué te pasó? ¿Por qué no viniste a la escuela? ¿Estás bien? ¿Estás enfermo? ¿Sucedió algo en el Inframundo? ¿Necesitas ayuda? ¿Dónde estás ahora? - Ashiya comenzó a lanzar una pregunta tras otra.

- No es nada. Te lo explicaré luego - contestó Abeno. Ashiya sintió una pequeña punzada. De nuevo esa indiferencia...

- Estaba preocupado - dijo - ¿Seguro que estás bien? - el silencio se hizo al otro lado de la línea.

- Sí. Lo estoy - respondió Abeno.

- ¿Por qué tardaste en responder?

- Más importante, dime: ¿dónde estás ahora?

- ¿Eh? Estoy en mi casa...

- ¿En tu habitación?

- Sí, pero...

- Muy bien. Entonces, abre la puerta de tu habitación.

- ¿La puerta? - Ashiya volteó a verla cuando una idea pasó por su mente. ¿Tal vez...?

Se levantó rápidamente y abrió la puerta casi de golpe.

Frente a él, en vez del pasillo, estaba la Mononokean. Y, sentado en medio de la tradicional sala de té, había un rubio que sostenía un teléfono, vestido con un kimono rojo que le quedaba malditamente bien.

- Hola - saludó Abeno con una mano. La cara de Ashiya se iluminó.

- ¡Abeno-san! ¿De verdad estás bien? ¿Qué sucedió? ¿Por qué...?

- Deja de hacer escándalo - dijo Abeno en un tono tranquilo -. Ten - le extendió a Ashiya un bulto de ropa. Ashiya lo tomó. La tela era de un azul profundo.

- Esto es... ¿un kimono?

- Justo ahora - empezó Abeno - se está celebrando el Festival del Inframundo. Es un festival anual que dura tres días, al que están invitados todos los yokai. Iremos ahora.

- ¿Qué? Espera... ¡¿Justo ahora?! ¿Por qué? - Abeno suspiró. Luego, respondió pesadamente, y con una clara molestia reflejada en la cara.

- "El amo de la Mononokean y sus empleados deben asistir al Festival del Inframundo. Es una regla".

- No me digas... ¿el Legislador te dijo que debíamos ir? - Ashiya no se sorprendió para nada. Podía ver perfectamente al Legislador sonriendo mientras le decía eso a Abeno.

- Por eso - Abeno señaló el kimono -, cámbiate de una vez. Nos iremos de inmediato.

Tomodachi Meter (Ship Ashibeno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora