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Caminaron por varios minutos hasta llegar a la zona donde el cliente los esperaba. Era un sitio amplio que se extendía formando un círculo mal hecho, cortando el verde del bosque y reemplazandolo por un campo de flores violetas que se mecían suavemente con la brisa y daban una fragancia dulce y ligera.

- ¡Oh! ¡Por aquí, por aquí, señor de la Mononokean!

Abeno y Ashiya se encontraron con el yokai del encargo. Era una especie de ave, muy grande, del tamaño de un niño pequeño, con dos pares de alas y dos pequeños pies de águila. Era de color blanco, y tres largas plumas moradas se levantaban de su cabeza y caían por su espalda. Las plumas de su pecho y de las puntas de sus alas eran del mismo color. Ojos azules redondos y pequeños, un pico similar al de un búho y una voz un tanto aguda pero que sonaba gentil completaban su persona.

- Buenos días, Tsune-dono - saludó cordialmente Abeno -. Hoy venimos a completar su encargo.

- Muchas gracias - Tsune flotaba en el aire, apenas sacudiendo sus alas, y se inclinó para dar una pequeña reverencia -. Le debo una. Pero, ¿quién es este otro humano?

- Es un placer - dijo Ashiya -, mi nombre es Ashiya Hanae, y soy un empleado de la Mononokean.

- ¡Oh, ya veo, ya veo! Un joven empleado entonces. Eso es bueno, entre más personas me ayuden mejor.

- Entonces, el encargo era encontrar un objeto perdido, ¿cierto?

- Exactamente - respondió Tsune -. Se trata de un brazalete. Es un brazalete muy, muy importante para alguien preciado para mí, pero lo perdió hace unas semanas cuando vino de visita a este campo de flores. Como el brazalete es del mismo color que las flores, ha sido muy difícil encontrarlo. Yo mismo lo he buscado por cada rincón, sin éxito.

- Entonces, el encargo es ayudarle a encontrar ese brazalete?

- Exactamente - habló Abeno -. Y como es un brazalete de metal, es el trabajo perfecto para ti.

- ¡Ya veo! - Ashiya sonrió. Le hizo un poco feliz que Abeno recordara ese peculiar don suyo, que había sido vital para otro trabajo. Eso significaba que, ahora también, podría lucirse frente a él - Tsune-san, puedes dejármelo a mí. Soy muy bueno encontrando cosas de metal.

-¡Oh! ¿En serio?

- Yo también ayudaré - dijo Abeno -. Puede estar tranquilo, Tsune-dono: la Mononokean cumplirá con su encargo.

- ¡Gracias! -Tsune agitó sus dos pares de alas vivazmente - Me alegra haber pedido ayuda. ¡Se los encargo mucho, entonces!

La búsqueda comenzó. Ashiya colocó ambas manos extendidas frente a él, como de costumbre, e intentó percibir dónde podría estar el brazalete.

- ¿De nuevo vas a hacer eso de las manos? - le preguntó Abeno.

-  De lo contrario no puedo activar mi don de encontrar metales. ¡Pero no te preocupes, Abeno-san! Si lo hago de esta forma, es seguro que lo encontraré - respondió Ashiya.

- Heh - se rió Abeno -. ¿Qué eres, un detector de metales?

Ashiya se paralizó.

Se rió. Fue un poco, pero se rió. Abeno acababa de reírse. Incluso había  sonreído un poco al hacerlo. ¿Acaso lo había visto reírse alguna vez? Ashiya no creía que fuera el caso. Era la primera vez.

Ashiya no sabía si estaba feliz de haber presenciado eso, o avergonzado, o nervioso u otra cosa. Probablemente era una mezcla de todo lo anterior. Fue como si toda la ansiedad que había estado acumulando hasta el momento se esfumara, y se quedó sumido en la imagen que tenía de Abeno riendo, aunque fuera sólo un poco, mientras vestía su kimono rojo y estaba en medio del campo de flores violetas.

"¿Por qué?" pensó "¿Por qué algo tan simple hace que mi corazón se acelere? Esto... Esto ya..."

- ¿Q-Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?

Las palabras de Abeno lo regresaron a la realidad, e instantáneamente, Ashiya le dio la espalda y bajó la vista.

- ¡N-N-No! ¡No es nada! - su voz titubeó y Ashiya quiso morirse de la vergüenza.

- Entonces, ¿por qué...?

- ¡AH! ¡TENGO EL PRESENTIMIENTO DE QUE EL BRAZALETE ESTÁ POR AQUÍ! - Ashiya comenzó a caminar rápidamente para alejarse de Abeno. De algún modo, sentía que si se mantenía cerca él sería capaz de escuchar lo fuerte que estaba latiendo su corazón, pero le preocupaba más que Abeno viera su cara ruborizándose.

Casualmente, esta era la misma preocupación de Abeno.

Se quedó unos segundos mirando cómo Ashiya se alejaba, y luego le dio la espalda también. Bajó la vista y paso una mano por su cara, caliente por el rubor que seguía subiendo sin parar.

"¿De qué iba eso? De pronto se me quedó viendo por un buen rato..."

Últimamente Ashiya lo evitaba, especialmente cuando se refería al contacto visual, pero Abeno sabía que si le preguntaba al respecto Ashiya pondría alguna excusa. Era tan mal mentiroso, después de todo. Además, no quería que Ashiya comenzara a preguntarse cosas como por qué a él le importaba tanto eso, pues no estaba seguro de ser capaz de dar una respuesta sin que se le quebrara la voz.

E incluso si pudiera hacerlo, Ashiya siempre podía distinguir cuándo algo andaba mal con él. Siempre, siempre, podía ver a través de él. Eso a Abeno le hacía feliz (aunque nunca lo admitiría) pues significaba que Ashiya lo comprendía y que eran lo suficientemente cercanos como para que él, y sólo él, fuera capaz de eso.

Pero también le daba miedo. ¿Cómo escondes algo de alguien para quien eres un libro abierto? A Abeno le asustaba que Ashiya llegase a descubrir lo que había intentado con tantas fuerzas esconder. ¿Qué cara pondría si se enteraba de lo que había comenzado a sentir por él? ¿Se sorprendería? ¿Se disgustaría? ¿Sería un tonto, y lo tomaría como un "gustar" entre amigos?

"No puedo permitirlo" pensaba Abeno "No sería capaz de volver a verle la cara si se enterara. Además, eso haría el trabajo incómodo, y puede que haga que quiera renunciar apenas termine de pagar la deuda. Pero sobre todo... no quiero arruinar la relación que tenemos ahora. Si siguiéramos cómo estamos, eso sería suficiente para mí. Tenerlo a mi lado como un amigo es suficiente."

Pero Abeno nunca era honesto consigo mismo para cosas como estas.

Ambos chicos buscaron por varios minutos el brazalete en aquel campo de flores, que florecían al igual que los sentimientos de los dos, sin que el otro tuviera si quiera la menor idea al respecto. Las flores se tambaleaban en el aire como sus corazones cada vez que de casualidad uno miraba al otro, y daban un aroma ligero que se mezclaba con lo dulce del ambiente que los rodeaba.

La primavera por fin había llegado.

Tomodachi Meter (Ship Ashibeno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora