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Abeno no respondió al principio. Fue como si su cerebro tuviera problemas para procesar lo que acababa de oír, y estuviera haciendo todo su esfuerzo para encontrarle sentido. Durante unos segundos, que sin duda parecieron una eternidad para ambos, el silencio se extendió entre los dos.

"... ¿Qué?" pensaba Abeno "¿Escuché bien? Dijo... ¿Dijo que soy yo? ¿Yo soy quien le gusta? ¿Ashiya acaba de decir eso?"

Ashiya aún tenía la cabeza baja. No podía atreverse a mirar a Abeno. Su cara estaba completamente roja, e incluso sus orejas, y temblaba ligeramente. Abeno notó todo aquello.

"Ashiya..." Abeno sólo podía verlo ahí, frente a él, en aquel estado. "Ashiya está... ¿enamorado de mí?"

Por primera vez, Abeno comprendió que el chico que le gustaba también estaba interesado en él. Y no sólo eso: acababa de confesársele.

Cuando le cayó el veinte, se ruborizó por completo. Estaba avergonzado como nunca lo había estado en toda su vida, tanto por la confesión de Ashiya, como por el recuerdo de su propio comportamiento los días pasados; los celos, el enojo, la inseguridad, la presión que había puesto en Ashiya para que le dijera quién era, todo. No podía creérselo. Pensaba que iba a morir de la vergüenza.

- ¡¿AHHHH?! - se puso de pie de un salto, llevando una mano a su cara por reflejo - ¡Esp...! ¡¿Qu...!? ¡E-Eso...! ¡¿AH?!

Ashiya finalmente levantó la cabeza al oír la reacción de Abeno. El rubio estaba rojo como tomate. Nunca antes lo había escuchado trabarse al hablar. Estaba avergonzado y, sin lugar a dudas, totalmente sorprendido por lo que acababa de oír. Ashiya lo observó en aquel estado tan... vulnerable, como jamás lo había visto. Algo en él se encendió. Era una pequeña luz de esperanza. Esa reacción significaba que, al menos, Abeno no se sentía disgustado porque Ashiya tuviera sentimientos por él, por lo que no lo llegaría a odiar. Un peso menos para sus hombros.

Pero esto no se había acabado aún, y Ashiya lo sabía. Este era el momento de la verdad.

- Me gustas - volvió a decir, esta vez, más alto y mirando a los ojos a Abeno. Abeno sintió que el corazón le acababa de dar un brinco tan alto, que se sorprendió de que no se le saliera del pecho. No pudo contestar nada. Ashiya aprovechó, y siguió atacando - ¡Me gustas, Abeno-san! Es por eso... ¡Es por eso que he estado actuando raro estos días! Porque he estado demasiado consciente de ti...

Abeno estaba en shock. De pie, paralizado, sin habla, no podía hacer más que escuchar a Ashiya.

- S-Sé que puedo estar... incomodándote al decir esto, o causándote problemas, pero... pero de verdad quería decírtelo, Abeno-san.

Abeno no se lo creía. ¿Estaba soñando? ¿Acaso seguía dormido? ¿Esto estaba pasando de verdad? Nunca se lo había imaginado. Mejor dicho, nunca se había permitido imaginarse que algo así pudiera pasar.

Ashiya se puso de pie.

- Pero... aún así, tenía miedo de decirlo. Porque no sabía qué clase de respuesta me podrías dar. Le estuve... dando muchas, muchas vueltas, pero... Al final, terminé así, frente a ti.

Se miraron; él a sus ojos dorados y brillantes, que sentía que por primera vez lo veían apropiadamente. El otro a sus ojos azules y profundos, llenos de una honestidad abrumadora. Una brisa ligera sopló. Llegado a este punto, Ashiya estaba dispuesto a apostarlo todo.

Ambos de pie, solos, en la azotea, estaban a un metro de distancia.

- Y-Y-Y tú... ¿Tú qué dices?

Abeno sintió que tenía el estómago vacío, aunque acababa de comer. Le temblaban las manos, y apenas sentía las piernas. Toda su sangre se había juntado en su cara, que le quemaba, y el corazón le iba como loco.

Su mente estaba en blanco. No sabía qué hacer. Aunque Ashiya le preguntara eso, ¿qué debía responder? ¿Cómo? Abeno no lo sabía. Todas sus preocupaciones sobre lo que pasaría si se llegaran a saber sus sentimientos se agruparon en su mente, y parecía que le gritaban.

No lo hagas. No te arriesgues. Piensa. No sientas, piensa. Piensa en lo que es mejor para todos. Lo que es mejor para Ashiya.

Sin embargo, una mirada a Ashiya fue suficiente para que todo el ruido en su cabeza se convirtiera en silencio. Fue suficiente para calmarse.

Estaba ahí, frente a él, siendo 100% honesto. No había forma de que Ashiya no se hubiera preocupado por más o menos las mismas cosas que él. Y aún así, estaba ahí. Abeno se dio cuenta de que Ashiya apretaba con fuerza sus puños. Lo conocía, sabía que podía ser un cobarde para muchas cosas. De seguro en aquel momento quería correr a esconderse tanto como él.

Y aún así, él estaba ahí. Estaba siendo serio sobre cada palabra que había dicho.

Y eso, de algún modo, era suficiente.

- Yo... - comenzó a decir Abeno. Ashiya se tensó, preparándose para lo que fuera que viniese - Yo... Yo creo que eres un niño de cinco años.

- ... ... ... ¿Eh?

- Eres despistado - siguió Abeno -, no tienes sentido del peligro, no escuchas cuando te hablo, no dejas de meterte en problemas y siempre haces cosas innecesarias - cada palabra de Abeno eran como un golpe para Ashiya, pero no en el sentido en que había esperado -. No sabes mentir, te asustas con facilidad, lloras un montón y eres sumamente ruidoso, a más no poder. Eres un niño de cinco años que requiere mucho trabajo.

- Abeno-san, ¡¿es este de verdad el momento de decirme eso?! - gritó Ashiya, al borde de las lágrimas. Estaba indignado, por no decir algo molesto - ¡Agh, lo entiendo, ya lo entendí! ¡Pero si ibas a rechazarme podrías simplemente haberlo hecho como una persona normal! ¡¿Qué crees que-?!

- Yo nunca dije que te rechazaba - lo interrumpió Abeno. Ashiya se calló en el acto - Es cierto que eres todas esas cosas, pero... - Abeno volvió a cubrir su rostro con una mano - no es como si... lo odiara. Yo, bueno... Lo que quiero decir es... que en realidad yo...

El corazón de Ashiya se aceleró. Estaba pasando. Su intuición no se había equivocado.

- Yo me... siento... igual... por ti...

Ashiya dio un paso al frente. Estiró sus manos, acortando el espacio que los separaba. Dio otro paso más, y otro más. Las pasó alrededor del cuello de Abeno, y enterró su rostro en su hombro. Lo abrazó con todas sus fuerzas. Podía escuchar su corazón latir tan rápido como el suyo. Podía sentir su calidez. Abeno no se movió. Dejó que Ashiya lo abrazara; y aunque estaba sorprendido y lleno de vergüenza, no intentó apartarlo. Con las manos temblando aún, se agarró del chaleco de Ashiya.

El metro que antes los separaba ya no existía más.

Tomodachi Meter (Ship Ashibeno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora