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Cuidado con el cofre de secretos de los Haspel, si lo abres, debes aceptar el riesgo de quemarte las manos.

Marqué la foto de James Haspel en el centro de mi investigación.

Como un mal augurio, estaba en el centro viéndome sonriente. Después de todos a los que marcaba como sospechosos, en mi mente nunca pasó la idea de que el mismo presidente estuviera involucrado en el asesinato de su esposa. Sabía que tenía secretos, oscuros secretos. Pero esto iba más allá.

Cada día obtenía más preguntas que respuestas. ¿Quiénes eran los York? ¿Quién era Andrea Haspel? ¿Quién era James Haspel?

La conversación que había escuchado desde hace días seguía repitiéndose en mi mente. Andrea había sido infiel a James con Roger Hakins. James estaba enterado. Él había intentado inculparlo, pero, ¿Qué otra razón habría tenido para hacerlo? Debía de estar involucrado en el asesinato.

Era la única respuesta lógica.

Además estaba la inminente prueba de aquel reloj con las iniciales.

¿Y quién era la otra persona con la que estaba hablando?

Salí de mi apartamento, como de costumbre en Baxterdam, el frío golpeaba contra mi piel. Era la noche del domingo, mientras seguía mi camino por la solitaria calle.

Más allá del frío clima y la solitaria noche, mi piel se erizó por algo más. Un mal presentimiento que me decía que debía correr, o alejarme lo más posible de donde estaba. Tenía esa extraña sensación de que alguien estaba cerca.

Observándome.

Obligué a mis pies a seguir adelante, tratando de controlar el frío miedo que comenzaba a serpentear por mi piel.

Baxterdam era un país donde el crimen era combatido con fuerza. Eran muy pocas las situaciones donde podías encontrarte con un criminal. Donde ocurrían asesinatos o acosos. Pero eso no significaba que estabas exento de una situación así. Mi camino hacia el supermercado se sentía más largo de lo normal y mi corazón acelerado amenazaba con salir de mi pecho.

Fue ahí donde lo vi.

Del otro lado de la banqueta por la que caminaba, estaba estacionado.

Un coche negro.

Parecía un coche sencillo, bastante austero. Pero sus ventanas estaban blindadas, impidiéndome ver a la persona que estaba dentro. Sabía que estaba ahí, observando mis pasos.

Inspiré aire con fuerza y comencé a caminar.

Como era de esperarse, el coche avanzó. Era casi imperceptible pero andaba a tan baja velocidad, siguiendo mis pasos. No podía ser ninguna casualidad. Aún me faltaba una cuadra para llegar al supermercado y el terror me hacía sentir las manos temblorosas. Tenía que controlarme, controlar mis emociones.

Si parecía aterrada, la persona de aquel carro tendría su oportunidad en bandeja de plata. Así que respiré de nuevo y avancé a un paso normal. Volteaba a ver de vez en cuando el carro, era obvio.

Pero quería que supieran que estaba al tanto. Que no les tenía miedo. Los minutos se hicieron eternos hasta que llegué al tienda. Como era de esperarse, el coche se detuvo justo enfrente. Ingresé y me sentí segura de nuevo.

Sin embargo, no sabía cuánto tiempo podía comprar. Cuando saliera, algo iba a suceder y tenía que estar preparada.  Estuve dando vueltas por los estantes del pequeño supermercado, mi mirada oscilando entre el ventanal hacia afuera. Estaba muy oscuro pero aun seguía distinguiendo la sombra del coche oscuro. Debió pasar una media hora cuando la sombra simplemente desapareció. Tomé las cosas y las llevé al mostrador, mis manos aun seguían temblando para cuando saqué los billetes. Pagué y salí respirando fuertemente.

Peligrosa Ambición | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora