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Las heridas de balas dejan cicatrices

Nuestras acciones eran como un jodido dominó. Cada una encadenada con la siguiente terminaba por detonar lo que podía ser algo bueno o un desastre. Cada detalle, cada movimiento era un pequeño empujón a esas fichas.

Yo debía de admitir que me había encargado de que esas fichas terminarán por caer y no precisamente para mí bien. 

El rencor, el odio me habían convertido en esta versión de mí misma que se había olvidado de vivir y solo tener hambre de venganza.

¿Qué había esperado de todo esto?

¿Vengarme y salir comiendo perdices?

Ahora lo veía. Demasiado tarde y demasiado estúpida.

Cuando la bala perdida fue directo hacia mí y caí inconsciente en el suelo de aquella habitación supe que era mi culpa. Nunca debí creer que podía ser una heroína. Joder, era la villana de mi propia historia.

Vi mi vida pasar y me di cuenta de todo lo que había perdido y nada de lo que había ganado. Dicen que la venganza es dulce pero para mí fue completamente amarga. Venenosa.

Casi acabó conmigo.

Casi.

No supe si fue suerte o alguna clase de juego de la vida que me estaba dando una segunda oportunidad. Pero cuando abrí mis ojos ví el color whisky de los de Austin Haspel supe que no podía ser bueno.

—Hola cariño —saludó él tomando mi mano. Quise alejarla pero me encontraba con pocas fuerzas para hacerlo.

Lo miré.

—¿Qué... qué pasó? —logré decir con voz ronca.

Austin asintió y comenzó a contarme todo lo que pasó después de que me habían disparado. Fue casi inmediato cuando guardias llegaron y fueron testigos de lo que había sucedido. De mi tirada en el suelo desangrándome a muerte y de James Haspel con la pistola en sus manos.

No supieron cómo reaccionar. El querido presidente había mostrado su verdadero rostro. James intentó en su locura disparar a Austin también pero fue detenido por sus mismos guardias. La policía llegó y fue noticia por todos lados.

El presidente James Haspel atenta contra su propio hijo Austin Haspel y su novia, Isobel White.

Fue el titular.

James fue detenido y entonces Austin simplemente tuvo la oportunidad perfecta al momento de declarar. Dijo que su padre nos había amenazado cuando encontramos las pruebas que confirmaban que él había matado a su esposa Andrea.

Fue lo que la policía necesitó para encajar y los datos de Austin encajaban perfectamente. Todas las pruebas apuntaban a que el único culpable allí era James y no nosotros.

No supe cómo había logrado engañar a todos pero conocía a Austin ahora. Sabía que si en algo era bueno era en mentir. Este plan de alguna forma ya había estado preparado. Él siempre lo supo.

Ahora James Haspel estaba en la cárcel acusado de homicidio en primer grado y estaba a nada de que lo juzgarán a cadena perpetua.

El país estaba en crisis.

—¿Tuvimos nuestra venganza después de todo no crees? La muerte era demasiado misericordiosa para él.

No podía creer todo aquello. Estaba mirando a los ojos al verdadero asesino pero también a quien fue lo suficientemente capaz de acabar lo que yo había empezado.

—¿Qué pasará con Baxterdam?

Su sonrisa creció arrogante.

—Está en crisis. Por el momento no hay un sustituto. Habrán nuevos candidatos en un mes.

Por su sonrisa supe que él era parte de esos candidatos. Por supuesto, ¿Quién mejor que Austin Haspel para ganarse la simpatía del pueblo con su trágica historia?

Él de iba a ganar las elecciones, lo sabía.

James no era bueno pero Austin no era mejor. La gente estaría votando por otra asesino hambriento de poder.

—Te necesito conmigo Taylor, esto no hubiera sucedido sino hubieras estado conmigo.

Negué.

—Lograste lo que querías, logramos.

—Si gano, necesitaré una esposa.

Me estremecí ante lo que se avecinaba.

—No hay nadie más perfecto que tú. La única que podría entenderlo.

Quería negarme y gritarle que no. Debió verlo en mi expresión porque su mano apretó tanto la mía con fuerza que casi grito de dolor.

—¿Lo harás?

Sabía toda la clase de amenazas, las podía ver brillar en sus ojos. No necesitaba decirlas. Negarme no era una opción.

Supe en ese momento que no había vuelta atrás. Asentí y él me abrazó.

—Hiciste lo correcto cariño. Vamos gobernar juntos ya verás. Tenemos todo por delante.

No tenía ni idea.

Solo sabía que había caído en un hoyo y era probable que nunca saliera de él.

Peligrosa Ambición | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora