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El corazón oscuro y egoísta siempre va a decepcionar a aquellos que esperan mucho de él

Aquella extraña pero a la vez cautivante charla con el presidente pareció de alguna forma unir lazos que antes no existían. Aunque James Haspel nunca admitió que me ayudaría a deshacerme de Jordan, casi podía asegurar que si estaba dispuesto a hacerlo. Si había algo que reconocía bien del presidente era que si su reputación flaqueaba, él estaba dispuesto a mancharse las manos de sangre si era necesario para evitarlo. Los días posteriores me encargué de pagarle a un sujeto para que se metiera a la casa de Jordan y escondiera el archivo policial del incendio de la familia York. Le había dicho que se encargara de esconder esos papeles en un lugar que no pareciera obvio pero lo suficiente para que fueran encontrados.

Todo salió a la perfección.

Mi plan iba cuesta arriba o por lo menos eso pensaba hasta aquel día.

Era una bonita tarde de un domingo cuando fui a comer con Collins y su esposa. Ellos habían sido prácticamente lo más cercano a una familia que tuve, al menos Collins lo era. Sin embargo no podía decir lo mismo de su esposa. Quien siempre me miró con desconfianza desde el primer instante que pisé aquella casa. Estábamos en la cocina y yo me ofrecí voluntaria para ayudar en la cocina. Gwen me miró con esos ojos oscuros con su típica desconfianza.

—Nunca te ha gustado la cocina, nunca —dijo repitiendo la última palabra como si esta fuera cobrar más sentido. Negué con la cabeza y una sonrisa curvó mis labios.

—Gwen...Gwen... me pregunto si algún día dejarás de desconfiar de cada paso que doy. Simplemente quiero ayudarte.

Pero sabía que no habían palabras para convencerla. Lo intenté durante años y fracasé. Gwen Collins sin duda era un duro hueso de roer. Y podía ver su odio atravesarme con esa mirada oscura. 

—Quizá Andrew confíe en ti Isobel, pero sé que tu nunca das un paso en falso. Está perfectamente calculado ¿no es así?

—¿Y qué se supone que voy a lograr cocinando papas? ¿cuál es mi supuesto plan para destruirte en esta cocina? —dije con cierta burla. Se volvía un tanto divertido molestarla a veces.

Ella negó, algunos mechones oscuros cayendo sobre su bonita piel oscura.

—He visto los titulares, supongo que trabajar en la casa blanca te dio la oportunidad que querías ¿no? Manipular a aquel lindo joven para escalar hacia la perfecta vida que siempre has querido.

Sostuve del asa la olla en la que hervían las papas. Estaba ardiendo y podía sentir mi mano quemar, pero la dejé ahí. Gwen al darse cuenta abrió sus ojos y vi miedo en ellos. Quizá debería sentirlo. Solté la olla y vi mi mano roja y ardiendo.

—¿Supongo que piensas que soy una arribista? Vamos, dilo Gwen, estoy segura de que te mueres por decirme zorra arribista.

—Estás completamente loca —dijo en voz baja. Yo sonreí e incliné mi cabeza.

—No tienes ni idea —solté igual de bajo sólo para que ella me escuchara.

Era diferente con Gwen. De alguna manera siempre encontraba una forma de ver a través de mis mentiras. De ver a la perfecta mentirosa que siempre se disfrazaba de cordialidad y encanto. Así que hace años dejé de intentar caerle bien, simplemente era yo misma. Una psicópata, así decía ella. Pude ver como el miedo la dejaba muda pero yo decidí no decir más y continué cocinando.

Cuando la comida quedó lista, Andrew llegó a ayudarnos. Pusimos la mesa y nos sentamos. Gwen empezó una oración y mientras la decía en voz alta vi como su mirada estaba dirigida a mí. Como si esa oración fuese a protegerla de mi el diablo. Recité la oración en voz baja.

Peligrosa Ambición | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora