1

2.4K 95 22
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


- Dame dos Heinikens, por favor - le digo al bartender, que parece no escucharme.

Venir a este lugar fue una mala idea.

Hace no más de ocho horas que llegué a New York y a Santi, mi mejor amigo y nuevo roommate, no se le ocurrió mejor idea que sacarme a turistear a un bar en la exclusiva zona de Manhattan. Totalmente fuera de nuestras ligas, sociales y económicas. Aún así, aquí estoy, en Ekkos Bar, gastando más de lo que puedo permitirme en licor que seguro no voy a terminar de tomar, pero solo se vive una vez ¿No?

De la forma que está dividido este bar y con toda la gente que hay aquí, podría decirse que estoy en una típica comedia americana. Hay muchos gringos cargando cervezas, comiendo papas fritas y bailando música house, una pequeña banda está preparándose para tocar en un estrado aún más pequeño y toda la barra está llena de gente pidiendo sus bebidas.

Me hago un mayor espacio entre dos personas que ocupan más lugar del que deben en la barra y afino mi garganta para que mi inglés suene lo mejor posible.

- Dos Heinikens, por favor - le vuelvo a decir al bartender, esta vez en voz más alta.

Mi voz sale como un grito, lo cual es irónico, puesto que en un normal bases muchas veces hablo tan fuerte que la gente cree que estoy gritando, pero esta la primera vez que realmente lo noto.

- Que sean tres - dice un chico a mi lado.

Volteo la mirada inmediatamente y me encuentro con un par de ojos verdes, un gringo en todo su esplendor. Frunzo el ceño y niego con la cabeza, su gileo estúpido no me divierte nada.

- Solo dos - le digo al bartender. Él mira hacia el chico de ojos verdes y se encoge de hombros, destapa dos Heinikens y las pone en la barra frente a mi.

- Mejor suerte la próxima, Ash - le dice.

Dejo un billete de diez dólares sobre la barra, le doy una última mirada de desprecio al gringo y hago el camino de vuelta a mi mesa junto a Santi.

- Un gringo quiso gilear conmigo - le digo apenas me siento y le paso su Heiniken. Mi querido y dulce mejor amigo se ríe sonoramente y toma un sorbo de su bebida.

- ¿Quién?

- El de hoodie negra con capucha en la barra - respondo, señalando con mi cabeza al lugar. Los ojos de Santi pasan de mi cara hacia detrás mío, donde está la barra. Alza sus cejas y me sonríe maliciosamente.

- No estoy seguro de que sea tu tipo.

- Tú no sabes cuál es mi tipo.

- Oh, yo creo que sí - Santi se ríe y me mira por encima de su Heiniken antes de tomar otro sorbo.

De todas las personas en el mundo, se me ocurrió mudarme con el que conoce hasta el último de mis secretos.

- Cállate la boca - le digo y comienzo a romper los cacahuates de la mesa.

run  |  «Luke Hemmings fanfic»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora