Capítulo 9: ¿Desayuno en pijama?

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Los golpes en la puerta me despertaron y entonces me percaté de la voz de Sharon del otro lado.

-¡________, levántate ya! - gritó. Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.


-¡Bestia!-volvió a golpear la puerta - Michael vendrá en cualquier momento.


¿Michael? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé la sábanas hacía un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Sharon corría de un lugar a otro en busca de algo.


-Yo creí que no te levantarías nunca-farfulló.


-¿Qué buscas?-pregunté.


-Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí-apuntó al sofá. Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría michael en llegar?… ¿Por qué me pregunto eso?


-Busca en tu cuarto, Sharon-musité. Ella me miró y salió corriendo a su habitación. Dos segundos después llamaron a la puerta.


-________, por favor abre-me gritó Sharon desde su cuarto. Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbró por completo.


-Buenos días-me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.


-Buenos días, michael-le devolví la sonrisa-. Pasa.


Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que traía, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono rojo. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que sólo ves en televisión.


-Bonita pijama - musitó mirando mi atuendo. Enrojecí hasta los huesos y me mordí el labio inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Sharon, me había visto en pijama.


-Gracias-murmuré.


-¿Dónde está Sharon?


-En…


-¡Aquí!-la interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.


-Hola, preciosa-dijo él y luego se acercó para besarla.


Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? ¿O sólo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sentia incómoda? Me vestí rápidamente y me hice una coleta de lado


-¡_______! Debo irme-gritó Sharon, desde algún lugar cercano a la puerta. Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.


-Te veo más tarde, espero se diviertan-dijo-. Los amo, a los dos.


-¡Suerte!-dije, pero ella ya había cerrado la puerta. Entonces miré a Michael, quien se encontraba parado mirándome a mí.


-Creí que íbamos a desayunar en pijama - musitó, divertido al notar mi cambio de ropa. El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.


-Es muy temprano para desayunar-musité. El rió.


-¿Entonces… quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.


-Claro-sonreí y él me hizo seña de que saliera del departamento.


Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mí cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacía mi lado y caminó junto a mí, su perfume, mezcla de miel y frutas tropicales se introdujo en mi nariz.


-¿Escaleras o ascensor?-preguntó.


-Escaleras, es el tercer piso - decidí. Sonrió como si le hubiera gustado mi elección. Esperó a que yo me adelantara y luego me siguió muy cerca. Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida.


-¿A dónde vas?-preguntó michael y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía sino que estaba parado y reía.


-Pues, a tomar un taxi o un autobús-me encogí de hombros, confundida. El rió con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de una cascada al caer al lago. No comprendí qué le resultaba tan gracioso y fruncí el ceño.


-No pensarás que tomaremos un taxi hasta allá, ¿verdad?-dijo, medio serenado-. Porque si es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no está muy cerca el lugar-río de nuevo-. Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro. Me quedé en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.


-¿Te estás burlando?- volví a fruncir el ceño. La carcajada melodiosa que aun salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.


-No-dijo.


-¿Entonces por qué te ríes?-enarqué una ceja.


-Porque me pareció un poco… gracioso-aun bajo las gafas de sol, su expresión era como la de un niño que es regañado por su madre.


-Para mí no es gracioso-dije, severa pareciendo enojada.


-Lo siento yo… - Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado.


-¡Caíste! Creíste que me había disgustado - alcancé a soltar entre risas.Su rostro dejó la seriedad y precaución y se dibujó en él una bella sonrisa.


-Eres mala-musitó y luego río.


-Sólo a veces-reí-. Pero bueno, ya hablando en serio, ¿en qué nos vamos a ir?-inquirí.

Manual de lo prohibido [Michael Clifford]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora