Capítulo 20: ¿Qué haces aquí?

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-¿Quién eres? - pregunté, ya que su rostro me era conocido, sin embargo, también me parecía una persona extraña.


-Tu otra yo-me dijo. Me solté a reír.


-Sí, claro. No puedes ser mi ‘otra yo’; ¡yo no me pondría jamás esos tacones tan altos!-señalé sus pies.


-Sí, bueno; pero resulta que yo hago cosas que tu normalmente no harías. Como por ejemplo, aceptar que me gusta Michael.


-¿Michael Clifford?-vociferé, echándome hacía atrás.


-¿Lo ves?-dijo de lo más tranquila- Tú no lo aceptas, yo sí.


-Michael no me gusta, ¿estás loca? ¡Es el novio de Sharon!


-Deja la histeria que sabes que tengo razón.


-Demente-farfullé.


-Bueno, ¿y qué si no fuera novio de Sharon? ¿Aceptarías que te gusta?


-No - Ella rió y su risa burlona me incomodó.


-Claro, por que si no fuera novio de Sharon, quizá no lo hubieras conocido-pensó.


-No me gusta michael-dije, tajante.


-Repítelo hasta que te lo creas, por que a mí no me engañas-me sonrió-.


-¡Guarda silencio!


-¿Por qué? Nadie puede oírnos, sólo estamos tú y yo. Si aceptas que michael te gusta, dejaré de molestarte.


-No-me crucé de brazos.


-Como quieras-se encogió de hombros-. A fin de cuentas para eso estoy yo.


-No sé de quién seas la otra parte, porque de mí no.


-Como digas-manoteó restándole importancia a mi comentario-. Pero ten en cuenta que yo, sí acepto que Michael me gusta y no olvides que sí soy parte de ti.


El sudor me perlaba el rostro cuando me desperté jadeante entre las sábanas. Eso sí que había sido una pesadilla. Un extraño y loco sueño, nada más. Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Recordé los planes que tenía con Luke y salí disparada de la cama para bañarme y vestirme.
Salí entonces a buscar a Luke pasadas de las nueve treinta, y como siempre, esa bonita sonrisa en su rostro de ángel me alegró la mañana.


-Hola-me saludó.


-Hola.


-¿Lista para irnos?


-Claro.


Enredé mi brazo al suyo y nos encaminamos a su mustang antiguo, color negro. Me abrió la puerta y luego puso el auto en marcha. El motor rugió bajó nosotros y las llantas comenzaron a rodar.


-¿Por qué ayer hablabas tan bajito? ¿Quién no querías que te oyera?-me preguntó. Solté una delicada risita tonta, y sentí que enrojecí un poco.


-Sharon y Mi... Michael.


-¿Por qué? Déjame adivinar, las especulaciones de Sharon-rió.


-Eemm… sí, eso. Me miró, aunque no parecía muy convencido debido a mí vacilar a la hora de responder.


Llegamos a la plaza de San Marcos y bajamos a caminar. Saqué un par de fotografías de cada monumento mientras que la gente andaba de aquí para allá bajo el tenue y apenas visible sol de la ciudad de Venecia.

Manual de lo prohibido [Michael Clifford]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora