Capítulo 26: Debo salir de aqui.

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-¿Me veo tan mal?-pregunté, un poco cohibida ante ambas miradas de alucinación.

-¿Mal? Dios, _____, el vestido es hermoso, te ves genial-me dijo Shar acercándose a mí.


-Te ves preciosa-musitó michael, como un escultor admirado de su propia obra.


-¿Dónde encontraste el vestido?-me preguntó, maravillada.


-Pues, michael… me ayudó a encontrarlo-admití, aunque debería de haber dicho, “michael lo eligió”


-¿En serio?-se sorprendió Sharon- No tienes malos gustos, michael-dijo y rió.


-Gracias - Me sentí muy observada así que decidí hacerle fiesta al vestido que Sharon usaba.


-Tu vestido es… precioso-dije-. Morado, claro. Tu color favorito. Era un vestido sencillo pero lindo, en tono morado, en corte princesa y unos tirantes que lo ataban al cuello.


-¿Te gusta?-preguntó Sharon.


-Claro, se te ve estupendo-reconocí. A decir verdad, el vestido era bastante sencillo, sí, pero Sharon tenía ese no sé qué que hacía lucir cualquier cosa que se pusiera, aun así fuera la prenda más horrible del mundo.


-Entonces, creo que tenemos los vestidos-dijo, satisfecha. Le sonreí, tímida.


-Sharon, no tengo con qué pagarlo-dije, el precio del vestido no era para nada barato. Sharon explotó en risitas tiernas.


-No seas tonta, ______, yo los voy a pagar-me dijo.


-¿Qué? No, no, no-negué con la cabeza.


-Claro que sí, y no quiero protestas. Anda, cámbiate para ir a pagarlos-me empujó hacía el vestidor y ella cerró la cortina, corriéndola de un tirón.


Me miré al espejo, ahora me sentía peor; Sharon era una excelente amiga, ¿y cómo le pagaba yo? Enamorándome de su novio. Suspiré y decidí no pensar en ello, ¿para qué me hacía más daño? Me despojé del vestido y lo doblé sobre mi brazo, para salir cuando ya estaba vestida con mi ropa.
Sharon pagó ambos vestidos y aproveché para agradecerle a michael la ayuda.


-Gracias, por elegirme el vestido-dije y le sonreí de una forma desconocida para mí.


-Por nada, me alegra haberte ayudado - Me le quedé mirando, justo como él a mí. Su mirada era como una canción romántica en mi alma, de esas canciones que te hacen desear bailar bajo la luz de la luna.


-Michael, _____-nos llamó Sharon y nos hizo apartar la mirada del otro-. Vámonos-sonrió. Me dio la caja del vestido y michael tomó la suya para llevarla él, luego se giró a mí.


-¿Te ayudo?-se ofreció.


-Claro-dije y le di la caja.


Salimos de la tienda, y Sharon tomó la mano de michael para caminar hasta su Hybrid. La fierecilla se enfureció por ver el entrelazado de dedos entre ambos. De pronto, deseaba al menos confundirlo, que alguna parte de su cerebro formulara mi nombre junto a una remota posibilidad… al menos. Pero al instante de que me percaté de aquello, me retracté velozmente. Esto no debería de estarme pasando.


Sacudí la cabeza como queriendo deshacer esos pensamientos y decidí ignorar a todo aquello que la fierecilla me gritaba, aun así yo estuviera de acuerdo. El chillido del tocino sobre la casuela caliente tronaba en mis oídos y el aroma que éste desprendía hacía que mis tripas se quejaran de hambre. Apenas había conseguido sobrevivir ayer, tenía que admitir que me dolía bastante el corazón verlos reír y abrazarse, y ni hablar de cómo se me partía el corazón cuando se besaban.


Serví el tocino sobre el plato amarillo en donde ya estaban un par de huevos revueltos, me senté a comerlos, tratando de no traer a mi mente los recuerdos de ayer, porque dolía, de verdad dolía. Cuando terminé de comer, lavé mi plato y salí del departamento; hoy tenía que ir con Ferni a contarle todo, porque aunque yo le llevara algunos años de diferencia, ella era increíblemente madura, su manera de pensar me fascinaba y me dejaba sorprendida, y yo le tenía la confianza suficiente como para ir y contarle mi secreto inconfesable.

Manual de lo prohibido [Michael Clifford]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora