Capítulo 27: Confesiones y café

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La saludé en cuanto la vi, su blusa amarilla fue lo primero que capté en la oscuridad del laboratorio antiguo, pero luego su cara de ángel atrajo mi atención.


-Me tienes abandonada-me dijo, bromeando.


-Lo sé, lo siento.


-¿Trajiste material nuevo?-me sonrió, entusiasmada.


-No, en realidad no traigo fotos ahora-vacilé-. La verdad tengo algo que contarte.


-¿Luke preguntó por mí?-sus ojos destellaron encanto. Reí.


-No, la última vez, pero sí lo hace.


-Oh…-musitó.


-Vayamos a tomar un café, ¿quieres?


-Claro-aceptó. Salimos y recorrimos algunas calles, hasta que nos sentamos en un café cercano.

-Bueno, dime, que me estoy muriendo de la curiosidad-me instó, palpándome el brazo. Sonreí nerviosa y la expresión me cambió al instante.


-¿Por qué esa cara?-me preguntó, preocupada. Pensé qué decirlo así, sin tantos rodeos, era la mejor opción, así que hablé rápido y sin tropiezos.


-Estoy enamorada del novio de mi mejor amiga-dije, atropellando las palabras.


-¡Q-q-qué dices! ¡Oh! Cuéntamelo todo, ¿eh?-su bello semblante de ángel gracilmente maquillado se puso atento, inclinándose hacía adelante un poco- Tengo bastante tiempo.- Me le quedé mirando, sorprendida y divertida por su reacción. Ella interpretó perfectamente mi silencio.


-Oh, lo siento-dijo, tranquilizándose-. Cuéntame-y volvió a recargarse en el respaldo de la silla.


Le conté la historia desde el principio, el tiempo nos sobraba a ambas y, desahogarme con Ferni me resultó más sencillo de lo que esperaba. Ella era mujer, me entendía y comprendía más de lo que lo hubiera podido hacer ashton o Luke. En el transcurso de la charla, la veía hacer expresiones de sorpresa y otras de que estaba sumamente atenta; todo eso me recordó a Luke, ambos tenían un rostro expresivo pero de ángel. Cuando terminé de contarle, el silencio que guardó me hizo sentir nerviosa y comencé a enrollar mis dedos entre el blanco mantel de la pequeña mesa redonda.


-Es el chico de las fotos, ¿no?-preguntó.


-Sí.


-Lo sabía-dijo y sonrió con autosuficiencia.


-¿Qué sabías?-pregunté, confundida.


-_______, los ojos se te veían brillar cuando hablabas de él, y vaya que es apuesto el muchacho, ¿eh?-soltó una risotada.


-¿En serio?-dije, afligida. Si ella lo había notado, ¿michael se habrá dado cuenta de cómo es que late mi corazón cuando está cerca?


-Lo amas-puntualizó.


-¿Amarlo? ¿Estás loca? ¡Claro que no!-chillé, escandalizada. No había llegado hasta ese punto, aun.


-Claro que sí, _____, se te nota. Amar y enamorarse no es lo mismo; enamorarse es disfrutar de todas aquellas sensaciones que se sienten al ver a la persona… “especial”-hizo las comillas con los dedos-. Pero cuando amas, ya empiezan a doler.


Me quedé en silencio, sopesando sus palabras y al comprender, se me cayó el mundo encima. Ella tenía razón. Yo… lo amaba. Dejé salir un leve gemido.

-No te preocupes, ______-me dijo-. Demuestra que eres madura, que sabes cómo sobrellevar esto, a lo mejor yo me equivoco y no es más que una amor pasajero, ya sabes, esos de “verano”-volvió a hacer las comillas-, aunque en vez de verano sería invierno-dijo y rió por lo bajo, festejándose su pequeña broma.


-Pues, ojala te equivoques-musité. Ella rió.


-______, yo no voy a decirte qué es lo que tú sientes, ¿lo amas? Eso sólo puedes contestártelo tú misma-me aconsejó.


-Gracias.


La tarde se había pasado volando, y desde que había vuelto al departamento después de tomar el café con Ferni, me quedé tirada sobre el sofá mirando el techo de la sala. ¿Yo lo amaba? ¿Cómo puede ser posible que ames a una persona en… un mes? Había un pasado un mes, o apenas iba a pasar, la cuenta exacta de los días no la llevaba, pero, yo no era de las personas que amaban en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo debía admitir que michael se había ganado mi confianza, cariño y ternura en menos de una semana. Él era tan… especial. Como un diamante en bruto dentro de una mina, que aunque no le diera la luz del sol, brillaba con un resplandor abrumador. ¿Sharon se daría cuenta de ello? ¿Se percataría acaso de lo que tiene realmente a su lado? Me dolió el corazón cuando palpitó, no debería estar pensando aquello.


Contemplé el techo por un rato más, especulando y hundiéndome en mis pensamientos, que iban de los más coherentes y razonables, hasta los más oscuros e ilógicos. Hasta que el timbre sonó, y todas las reflexiones se vinieron abajo cuando el corazón comenzó a latirme de una manera tan descompasada al saber quién esperaba del otro lado. Y el placer de aquel latido era tan intenso que… resultaba doloroso. Entonces comprendí que lo amaba. Y si no, terminaría haciéndolo tarde o temprano; pero estaba casi convencida de que lo que yo sentía iba más allá del simple querer, esto me lastimaba bastante pero… me gustaba.


Fue cuando el timbre sonó de nuevo, insistente junto a unos golpes en la puerta, cuando recordé que michael estaba detrás de la puerta. Y enseguida me levanté para abrirle.
Pasar el tiempo con él era como no tener conciencia de la hora, no pensar ni preocuparse de nada, sentirte segura y estar siempre riendo, aunque sabía que estaba mal. Pero cuando lo miré a mi lado, en el sofá, moviendo sus rosados labios al hablar con ese entusiasmo y encanto en él y luego reír con una melodía distinta en cada risa, mostrándome sus perlas blancas y gemelas, todas iguales de bellas; me hacía volar y tocar el cielo sin siquiera despegar los pies del suelo.


Pero entonces mi tiempo se reducía a nada cuando Sharon llegaba y no me quedaba más que sonreír y caminaba hasta mi habitación y daba las buenas noches antes de desaparecer por la puerta y suspirar luego detrás de ella.


Me aventé sobre la cama, como siempre lo hacía, mirando el techo que ya conocía bastante bien y especulando como lo hacía en la sala. Me resultaba irónico que los demás eran quienes hacían que me diera cuenta de mis propios sentimientos, que si estaba enamorada de él, que si estaba celosa, que si lo amaba. ¿Es que yo en verdad era tan torpe y terca? Pero más que mis problemas emocionales de los que no lograba percatarme, había otro grandísimo problema que tomar en cuenta. Sharon. Yo podría herirla más de lo que me estaba hiriendo yo sola ahora, ella era tan frágil y yo me había convertido en la bruja de su cuento de hadas; al menos así me sentía.

Manual de lo prohibido [Michael Clifford]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora