Capítulo 11

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No he dormido en toda la noche

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No he dormido en toda la noche. Por más que trato no logro sacarme esa imagen de mi cabeza, esa imagen que se repetía una y otra vez torturándome.

Me sentía estúpido. ¿Cómo pude siquiera pensar que ella podría sentir algo por mí?

—Que estupidez.—digo agarrando un cuadro y tirándolo al suelo lo que hace que este se haga añicos. Escucho un poco de ruido en el cuarto de al lado lo que hace que mire el reloj. 2:00 am.

Me acuesto de nuevo tratando de tranquilizarme

—¿Por qué me interesas tanto Emily? Debo de estar equivocándome, tal vez solo quiero protegerte y nada más. Sabes... por que todo lo que te ha pasado es mi culpa. No puedes gustarme, yo...no puedo.—le susurro a la oscuridad.—No siento absolutamente nada por ti, Emily Forest.—me rió por lo estúpido que era, por hablar solo, por tener que convencerme a mí mismo por algo que ya se que siento.— ¡Al diablo! Me gustas Emily, ¿que harás al respecto?

🌸🌸🌸🌸🌸

—¡Tomas!— me levanto de golpe y me quejo por la gran cantidad de luz que hay en mi cuarto.—¿Tomas? ¿Sigues dormido? Eric vendrá en cualquier momento.

—¡Ya desperté!—grito. Me quedo con los ojos cerrados unos momentos antes de abrirlos y mirar mi reloj. Para mi sorpresa eran casi las 12. Corro al baño para ducharme.

Cuando salgo me pongo una camisa negra con un jeans. Bajo para ayudarle a mamá pero como me lo imaginé ella ya tenía todo listo.

—¿Puedes ir a abrir?—dice cuando el timbre suena.

—Claro.—abro la puerta esperando ver a mí mejor amigo, pero no era el.—¿Melissa? ¿Qué haces aquí?—escucho que alguien tose y me doy cuenta que Eric estaba parado justo detrás de ella con semblante exasperado.

Lo miro buscando explicación pero este solo se encoge de hombros, él justo llegaba.

—Oh Tomas, quería pasar a saludarte.—dice con su típica sonrisa.—Me imagino que después de mi expulsión me extrañaste mucho.

—Oh, lástima que imaginaste mal, gracias por venir pero si nos disculpas tenemos un almuerzo súper importante ahora.

—Que bueno, aún no he comido.—la chica trata de entrar a mi casa pero Eric la detiene.

—Lo siento Melanie...

—Melissa.—corrige la chica.

—No me importa.—responde mi amigo y yo trato de no reírme.—No puedes entrar.

—¿Por qué no?—Melissa se cruza de brazos y alza una ceja, estaba empezando a molestarse por la presencia de Eric.

—Porque no puedes entrar vestida así.—Eric dice haciendo que Melissa mire su diminuto vestido.— Y mira tienes una espinilla gigante aquí.—mi amigo se toca su frente y ella trata de ocultar si inexistente espinilla.—Y tu pelo...—Eric niega con la cabeza y yo tengo que respirar para no soltar una gran carcajada.

Melissa lanza un pequeño gruñido antes de meterse rápidamente a su carro mientras se va avergonzada. Eric y yo reímos finalmente.

—Gracias, no sabría que hacer si ella entraba a mi casa.—le digo a Eric poniendo una mano en su hombro.

—Hubieras tenido que contratar a un exorcista.—dice y reímos.

Entramos a la casa y Eric se va a la cocina a saludar a mi madre, ella lo recibe con una gran sonrisa y un gran abrazo.

—¡Eric! ¿Cómo estas? ¿Y tus padres?—dice mi madre cuando suelta a mí mejor amigo.

—Muy bien Verónica y mis padres también. Me dijeron que cuando vuelvan de Brasil ustedes son más que bienvenidos a cenar a casa.

—Claro que aceptamos esa invitación.—dice mamá poniendo la lasaña recién salida del horno sobre la masa para luego decir que tomemos asiento.

—Se ve delicioso, muchas gracias.—dice Eric y yo ruedo los ojos. Podemos conocernos desde hace 15 años pero sigue siendo demasiado educado frente a mi madre. Lo peor es que mi madre sabe cómo es realmente, un chico extrovertido que dice siempre lo que piensa.

El almuerzo fue bastante agradable, esto de poder compartir tiempo con las personas que más amo me ha ayudado a no pensar en todo ese lío con Emily.

—¿Ves? Ha estado raro toda la mañana, bueno eso sin decir que se levantó 5 minutos antes de que tú llegaras osea 5 horas después de su hora habitual para levantarse.—explica mi madre y yo levanto mi mirada de mi plato vacío. Me doy cuenta que me he quedado muy pensativo y cuando salgo me doy cuenta que las dos personas frente a mí están mirándome fijamente.

—¿Qué?

—¿En que tanto piensas amor?—pregunta mi madre.

—En... En tu comida, esta muy rica Ma.—digo mirando a mí mejor amigo, para que me ayude pero cuando veo su cara y noto la sonrisa divertida que tiene sé que no me va a ayudar.

—No estarás pensando...no sé ¿en alguien? Como, en una chica de un metro sesenta, pelinegra y con los ojos igual de negros que su pelo. Esa que tiene un nombre que empieza con E. ¿Tú te recuerdas de ella Verónica?—termina Eric con una gran sonrisa y haciéndose el que piensa.

Traidor.

—Si, creo recordar de alguien similar.—responde mi madre haciéndose la despistada.

—Ja Ja Ja, muy graciosos los dos.—digo mirándolos serio.—Pero se equivocan yo no estaba pensando en Emily.

—¿Ves Verónica? Yo hablaba de Emma, mi prima... Él solito ha mencionado a Emily.—exclama mi mejor amigo mirando a mi mamá como si yo estuviera loco. Mi madre se ríe y rompe con el juego que se manejaban.

—Esa chica lo trae loco loco.—responde ella.

—¿Cómo una chica que besa a su novio frente a mí me traería loco?—digo rompiendo el ambiente. Sin siquiera notarlo mis manos empiezan a hacerse puño sobre la mesa. Tanto mi madre como Eric me miran sorprendidos por lo que acaban de escuchar.

—¿Novio?—mi madre me mira seria y aunque mi vista sigue en mi regazo sé que está decepcionada.

—Ah, ¿no lo sabían?—los miro por fin y para sorpresa de ellos tengo una enorme sonrisa en mi cara, una enorme y falsa sonrisa. Rio al ver sus caras, aunque no parece una real.—Bueno resulta que el chico de cine, ¿como era que se llamaba?

—Elías...—susurra mi madre

—Elías, él. Bueno él es su novio o bueno algo así porque los vi besándose.

—Espérense, ¿quien diablos es Elías?

—Es un chico que vimos en el cine, iba con Emily.—respondo de mal humor porque mi amigo no entiende.

—¿Cómo sabes que son novios?—pregunta mi madre.

—Mamá, estaban besándose, ¿que más serían si no? Emily no es la clase de chica que se deja besar si no lo son.

—Pero, no lo sé, deberías de hablar con ella y...—la interrumpo.

—¿Para que mamá? No puedo decirle nada, no soy nadie para decirle nada. Ella es libre de hacer lo que le plazca.—digo y me levanto.— Con permiso.

Me voy hacia mi habitación. Necesito calmarme.

Dime que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora