Capítulo 22 «Incertidumbre»

2.2K 155 4
                                    

Gabriel se tomó un descafeinado en medio de la espera, evitando que fuera un expreso cargado para mantenerse despejado, pues la vida misma ya le ponía a tono. No poder ver qué estaba haciendo Elena, y mucho menos asegurarse de que estaba bien, lo corroía por dentro como puro ácido. Se inició un tic involuntario en su pierna derecha. Su corazón latía a mil. La angustia volvía a apresarle.

Violeta y Elena visitaron varias tiendas de ropa y complementos. Mientras, recopilaban recuerdos de la niñez, cuando todavía estuvieron juntas. Una fluida conversación que las acompañó durante un rato.

—¿Recuerdas cuando nos empeñamos en cocinar aquellos deliciosos mufins que hizo un famoso chef de la televisión? —formuló Violeta en un tono divertida.

—¡Sí! Mamá tuvo para varios días de limpieza. Pobre.

—¡Pero nos quedaron buenos! ¡Reconócelo!

—Bue... no estaban mal.

—¿Que no estaban mal? ¡Eran dignos de colocarse en el escaparate de cualquier pastelería.

Ambas rieron.

—Por favor... ¡se nos quedaron espachurrados!

—¡De eso nada! Nos quedaron perfectos! —discutió Violeta.

Entraron en otra tienda a escudriñar. Violeta dio con algo que le gustó para Elena.

—Pruébatelo...

—Hace demasiado frío. No me apetece llevar vestido.

Buscó en otras perchas.

—¿Y este vaquero? ¡Te quedará estupendo! ¿Qué talla gastas? ¡Yo te lo regalo!

—¡Que no, Violeta! No te gastes dinero conmigo.

—¡Soy tu hermana! Y qué menos hacerle un regalín a mi hermana favorita después de tanto tiempo sin verte. Piensa que es parte de la compensación por no buscarte cuando debía.

—No.

—¡Elena! —Se lo puso delante—. ¡Pruébatelo! —Se movió hacia una fila de jerséis. Escogió uno tras pensar unos segundos—. ¡Y este! —Era de un color caldera—. Es uno de los típicos colores de otoño y que a ti te favorecerá.

—Violeta... ¡por favor!

—¡Que sí! Te regalo el conjunto entero. ¿Qué talla escojo de pantalón para ti?

Elena resopló, sintiéndose vencida. La testarudez de su hermana no iba a cambiar por mucho que le discutiera.

—Treinta y ocho.

—Treinta... y... ¡Este es! Toma. Pero vete a los probadores... ¡Ya!

Negó con la cabeza, rechazando la orden. Tenía que acatarla igualmente.

—¡Vale! Ya voy. Eres una cansina —acabó murmurando, en un gruñido.



Llevaba un rato sin noticias de Elena. La impaciencia se lo comía, voraz. Por lo que decidió mandarle un mensaje para asegurarse.

•«Estás bien? Cómo va todo?»

No tardó en llegar la respuesta.

•«Estoy en los probadores. Cosas de mi hermana. Se ha obcecado en comprarme un conjunto de ropa para disculparse por sus años de ausencia»

•«Bueno. Bien. No?»

•«De bien, nada! No quiero que gaste dinero conmigo!»

•«Déjate mimar, mujer»

Belleza encontradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora