—¡Ay Dios!
A Clara le entró el pánico cuando encendió su teléfono tras horas de carga, desde que se quedó sin batería desde la noche anterior. ¿Ella estaría bien? ¿Su amiga Elena continuaría respirando? ¿O, por el contrario, le habría sucedido algo?
La llamó, sin obtener respuesta, cosa que la preocupó mucho más. ¡Tenía que darse prisa, por muy tarde que llegase! Tenía que regresar al piso.
Fabián despertó, escuchándola murmurar y agitarse con prisas sobre la cama.
—¿Qué ocurre, preciosa?
—¡Es Elenita! Estuvo llamándome y no pude atenderla. Temo que le haya ocurrido algo.
Fabián se incorporó, besándola en los labios en un ruego por tranquilizarla. Clara no estaría tranquila hasta asegurarse de que sí que estaría bien. No había otra que darse prisa y actuar.
—Me cambiaré de ropa e iremos a tu piso. Seguro que fue una llamada sin importancia —continuó mencionando él, sin éxito en sus intentos por animarla.
—Ella no me llamaría en mitad de la noche si no estuviera en problemas —masculló, colocándose las prendas de ropa con tanta prisa que tuvo que rectificar algunas al ponérselas incorrectamente.
No hubo ni desayuno. Ya tomarían algo en el piso de esta, o cuando se pudiera. No se podía ir perdiendo el tiempo con semejantes urgencias. Y Clara no tenía nada de hambre con el susto metido en el cuerpo.
En pocos minutos ya estaban preparados.
—¡Nos vamos?
Esta deslizó el bolso por su hombro derecho, cargando también con la bolsa de mano que se había llevado para pasar la noche en casa de de Fabián.
Elena abrió los ojos intentando adivinar dónde estaba. Había conseguido dormir del tirón, y eso era cosa extraña. Recordó lo sucedido la noche anterior. Y entonces recordó que Gabriel dormía afuera, en el sofá. Emitió un quejido casi silencioso y tras ello, se puso en pies para vestirse. ¡No quería salir afuera con aquellas pintas! ¡Incluso buscó un elástico para sus desgarbados cabellos! Ya los cepillaría después.
Abrió despacio la puerta de su habitación y echó un vistazo por la rendija. Todo continuaba callado. No parecía haber ni un ápice de vida. Seguramente, él continuaría dormido... o no, a juzgar por el aroma de café que procedía de la cocina.
Su deducción se confirmó en cuanto pudo asomarse al sofá —este le quedaba de espaldas a ella—, y lo encontró vacío. No haría mucho que él se habría marchado.
De todos modos se acercó cautelosa a la cocina. ¡No quería darle un susto al pobre hombre!
Pero en la cocina tampoco había nadie. Había hecho el café, desayunado, y se había marchado. Volvía a estar sola. Aguzó el oído. No escuchaba ningún sonido de ninguna parte. Eso eran puntos a su favor pues quien estuviera afuera la pasada noche, ya se habría marchado.
—¿Elena? —Escuchó a Clara llamarla desde la puerta de entrada. Con ella, se escuchaba a la vez una voz masculina tranquilizándola. Adivinó que sería Fabián.
—¡En la cocina! —gritó ella, también.
Entró corriendo, echándose en sus brazos.
—¡Lo siento! Lo siento. No escuché el teléfono —se lamentó, apretándola e un abrazo. La separá un poco para observarla bien—. ¿Cómo te encuentras? ¿Alguien intentó hacerte daño?
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Belleza encontrada
عاطفيةElena es una joven que, tras haber pasado por un noviazgo con Luis; el cuál, le dejó secuelas por los malos tratos que recibió por su parte, conoce a Gabriel por mera casualidad al encontrar el anuncio de un trabajo donde un joven profesor de Bellas...