Capítulo 9 «Tengo que contarte... »

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—¿Volverás a salir esta noche?

Clara observó a su amiga, preocupada.

—Tienes miedo a quedarte sola, ¿no es así? —Ella negó—. Le diré a Fabián que pienso dedicarme hoy a hacerte compañía.

—¡No! No. ¡Ni se te ocurra! No me gustaría que me tomase manía.

—¿Fabián? —Clara se rió—. No es de esos.

Elena soltó un bufido.

—Por favor... Te ruego que abandones la idea de hacer de canguro, para mí, esta noche. Soy demasiado adulta para ello.

—Vamos cariño. No quiero que retrocedas todo cuanto avanzaste.

—No lo haré.

Clara la observó, desconfiando.

—No sé yo... Y dime, ¿qué harás cuando vuelva a dejarte sola? —Se dio unos suaves golpecillos en el mentón, pensativa—. No traerás a algún chico guapo a pasar la velada mientras yo estoy afuera..., ¿verdad? —bromeó—. ¡Ahhh pillina!

—¡Sabes que no! ¡No te pases de la raya!

—¡Ajá! ¡Pillada! — No podía dejar de reír. El color carmesí del rostro de su amiga la hacía mucho más graciosa. Aunque no podía tampoco arriesgarse a cabrearla demasiado—. De acuerdo. ¡Es broma! —Retomó la seriedad—. Para hoy no tengo planes. Pero mañana sí los tendré. No podré evitar dejarte sola.

—Tranquila. Que no montaré ninguna fiesta en tu casa. No lo encontrarás todo, patas arriba, cuando regreses.

—¡Confío en ti! —respondió con retintín—. Esta noche sí que sí. Será una noche de chicas, épica —celebró, frotándose las manos, emocionada, acompañándolo de una malvada sonrisa—. ¡Volveremos locos a los vecinos!

Elena sacudió la cabeza.

—¡De verdad que no puedo contigo!

Esta no podía dejar de reír. Cuanto más le decía su amiga, menor era la posibilidad a regresar a la seriedad absoluta.




Salieron por la tarde, después de que Clara hubiera terminado de trabajar. Dieron una vuelta por el centro de Madrid. Elena no bajaba la guardia, tan tensa que, con tan solo rozarla, reaccionaba con un buen respingo.

—¡Vale! ¡A ti te pasó algo! ¿Vas a contármelo, o no? —quiso saber su amiga, encontrándola con esa excesiva inquietud. —Elena negó—. ¡No me hagas torturarte para sonsacártelo! —Hubo otro molesto silencio—. ¡Vamos cariño! ¡Luis no va a aparecer! ¿Crees que le darán permiso por buen comportamiento, tan pronto? ¡Ni de coña! Además, de aparecer, le daré una buena lección que no olvidará. No te tocará. Lo juro.

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