Elena ocultó su rostro entre sus manos, gesto que hizo entrar en alerta a su acompañante, que no dudó en rastrear el local en busca de la causa. No lo encontró. Pero que ella se comportase así, levantaba demasiadas dudas en él.
—¿Qué pasa?
—Nada —respondió ella, todavía oculta entre sus manos.
—Me preocupas. ¿Qué ocurre? —insistió, volviendo a escudriñar por todo el local, nada tranquilo.
—Es... se trata de mi hermana Violeta.
Alzó las cejas, sorprendido.
—¿Está aquí?
—Acaba de entrar.
—Entiendo... Y no te apetece nada que te vea.
—¡No lo sé! ¡Puede que no! —La vio suspirar profundamente—. No sé si alegrarme, o todo lo contrario. No sé si echar a correr antes de que me vea. ¡No lo sé!
—Bueno... piensa que esta es una oportunidad que se os da. Luego, quizá no coincidáis de nuevo. Nunca se sabe. El destino puede ser bastante cruel y despiadado. Aunque si tú no quieres verla...
—¡Es que no lo sé! —insistió ella, enfadándose.
—Lo único que puedo decir es que terminemos de cenar y nos larguemos, si decides escaquearte. No voy a dejar a mitad nuestra cena —protestó Gabriel considerando que tampoco sería oportuno huir. Ella podría cambiar al respecto sobre ello y entonces, ya no tener esa mínima oportunidad.
—Solo espero que no me vea —bisbiseó Elena, en un ruego, echando un vistazo rápido, de reojo. Allí estaba ella, con su actual pareja y unos amigos. No había cambiado nada. Todos los años en los que no se habían visto, la vida la había tratado bien. ¿Quería verla o no? La duda todavía revoloteaba, traicionera, dentro de una mente que comenzaba a saturarse hasta sentir tensión en sus sienes. Recordó aquel día en la tienda. Cómo salió a la calle en busca de su hermana. Y se sintió frustrada cuando no la encontró. Quizá sí que quería verla y preguntarle cómo le iba todo. Quizá hoy, aún no.
—Creo que lo he decidido —dijo ella, súbitamente, dejando los cubiertos dentro del plato—. Voy a decirle algo.
Gabriel fue a avisarla. No le hizo caso. Al ponerse en pie y darse la vuelta, se encontró a su hermana frente a ella. Casi se chocaron. Ella la había visto y había decidido hacer lo mismo.
—Por todos los... ¡Eres tú, hermanita! ¡Sí que eres tú! Y... ¡madre mía! ¡Qué guapa que vas! ¿Vienes de alguna fiesta? ¡Porque vas preciosa! —Se le echó en los brazos, llorando a moco tendido—. ¡Te busqué! ¿Dónde estuviste escondida? ¡Ya te estaba echando de menos!
Elena la abrazó. Se había quedado unos pocos segundos con los brazos abiertos, indecisa.
—Lo siento, Violeta. Yo...
—¡Calla, por favor! Quien más lo siente soy yo. Le hice caso a mamá y perdí tu rastro. Pero... ¡Dios mío!, ahora estás aquí, ¡de nuevo aquí! —dijo, elevando un poco más la voz, emocionada, apoyando su barbilla sobre su hombro, en un gesto cariñoso, sin dejar de llorar.
Hubo un ratito de silencio donde el calor y la ternura hizo que se volviera a tomar el contacto perdido para dos personas que, en el fondo, seguían apreciándose a pesar de las diferencias que surgieron, y del descuido temporal. Cuando se separaron para volver a mirarse después de todo aquel tiempo, Violeta se quedó mirando con descaro al hombre que acompañaba a su hermana Elena.
—¡No sabía que tenías pareja!
—Él no es... —Titubeó, sofocada—. Él es un amigo.
—¿Amigo? —Elena asintió—. No sé por qué no te creo, hermanita. Lo miras como si fuera algo más.
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Belleza encontrada
Storie d'amoreElena es una joven que, tras haber pasado por un noviazgo con Luis; el cuál, le dejó secuelas por los malos tratos que recibió por su parte, conoce a Gabriel por mera casualidad al encontrar el anuncio de un trabajo donde un joven profesor de Bellas...