Black Desert

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La noche reinaba en las calles de Nueva Brecha, Matthew transitaba por esos desolados caminos, la ciudad permanecía silenciosa en su presencia, el hombre pelirrojo sabía muy bien que era normal ya que eran altas horas de la noche, ni siquiera pasaba un animal callejero.

—Como te desprecio Karen, gracias a ti me quedé con las facturas de los Toffin y los del abogado Oldman — se decía molesto, por qué sabía que nunca podría hablarle así — ¡Si tan solo te pusieras a trabajar y no a chismear con todo el mundo!

En el fondo Matt apreciaba el hecho de salir a esas horas, sentía libertad y calma, cosas que nunca la ciudad le brindaba en la mañana o tarde, pero era la cuarta ocasión en la semana…

—No se verá reflejado esto en mi sueldo — se lamento, no le gustaba el poco tiempo que le restaba antes de volver al trabajo.

En su camino se encontró con un vagabundo de sudadera llena de manchas de grasa, Matt se alejó lo más que pudo de aquel oloroso sujeto, los torpes pasos del vago le indicaban su poca sensatez.

—Nunca desearía tocar fondo como él — se dijo a si mismo asqueado de su presencia y su falta de higiene. Matthew por su parte iba bien vestido su saco castaño y su corbata siempre lucían de buena manera.

—Bonita noche — saludo respetuoso el hombre sin hogar, Matt apenado no respondió, solo camino más aprisa, solo oyendo la risita del vagabundo.

Los fríos vientos estremecían al pelirrojo, delante suyo solo veía un cartel que se sostenía por dos tubos de metal, el cartel rezaba: High Street

—Estoy a medio camino de mi casa — no podía evitar pensar en llegar a su hogar y tomar un té de manzanilla para calentar su frío cuerpo, olvidar la carga de trabajo y descansar como se debía.

—Me encantará pasar por ese puente en el parque, siempre veo al Sr. Bigotes — se refería al gato pardo que viva en el parque, un felino al cual siempre intentaba dejarle comida.

Como un infante Matthew paso por debajo del anuncio, agachándose, pero recibió un golpe en la cabeza, dejándole inconsciente en un lugar diferente al que estaba.

Fuertes vientos ásperos rozaban la mejilla del pelirrojo, el frío había aumentado y un hedor nauseabundo reinaba, se trataba de un aroma a pescado podrido, el cual asqueaba al hombre.

—¡¿Qué es esa peste?! — Matthew se levantaba del suelo negro pero en ese entonces creía que su visión no respondía — ¿Acaso ese pordiosero me está saqueando?

El pelirrojo no podía creer lo que su vista le mostraban, era imposible, ante sus ojos se le revelaba un desierto, cientos y cientos de kilómetros de arena negra, Matt tomo un puño de esta y pudo sentir que la arena era sumamente áspera, su palma quedó magullada tras eso, su saco que antes le había brindado un poco de cobijo ante el frío ahora poco le servía, el viento era gélido, podía ver su aliento con facilidad.

—Esto debe ser un sueño… ¡Si un sueño! — deliraba ante su actual predicamento, en ello se hizo para atrás, tomándose con un muro de piedra, era sumamente grande y parecía no ser el único pedazo de roca.

—¡No esto debe ser una alucinación! — seguía negándose agitando su cabeza — yo iba de regreso a mi hogar…

Al sentarse pudo ver el esqueleto de lo que parecía un murciélago, pero el cráneo era totalmente diferente, tenía semejanza a un pez, sin contar que tenía cientos de pequeños dientes.

—¡¿Pero donde estoy?! — está revelación lo dejaba inaudito, siendo la angustia lo único que se mantenía a su lado.

El frío solo empeoraba, sin más alternativa saco un cuaderno de su mariconera, la deshoja y saca su encendedor, por suerte era fumador, pronto su fogata improvisada logra darle calor a cambio de todo un cuaderno de su mariconera.

—Realmente no estoy en Nueva Brecha… — tras está triste verdad sintió la mortificación de su predicamento, nada bueno podía venir.

El sueño lo venció, fue trasladado a su cómoda cama, donde el descanso era un gocé, tanto era su anhelo de volver a estar en su hogar, eso le hizo soñar en estar una vez más en casa, despertó decepcionado de volver a ver el sin fin arena.

—Daria lo que fuera por regresar —dijo el pelirrojo — de alguna forma llegue aquí y de esa forma debería poder volver.

Poniéndose de pie este avanzó por el interminable mar de arena, las horas pasaron, el implacable sol azotaba al capturista, llevaba su saco en mano y se había quitado la corbata, pero no bastaba para menguar el calor, su estómago rugía, pero recordó las barras de granola que tenía en su saco, eso calmo su apetito, miraba hasta el horizonte, pero no veía señal alguna de llegar al fin.

—No tengo mucho tiempo para salir de aquí — se dijo sabiendo el límite humano sin agua, poseía una botella de un litro, con apenas un cuarto de su total.

Con su cuerpo fatigado y sudoroso siguió adelante, no tenía más opción, en el atardecer pudo ver bultos sobresalir de la arena, con premura llega a ellos, esperando sean plantas desérticas para poder beber de ellas, pero se llevó un gran susto, eran huesos, cientos y cientos de huesos, lo escalofriante era que muchos parecían tener vestigios de ropas, entre los huesos sin identificar de que eran pudo ver nuevamente cadáveres de esos murciélagos mutantes.

—¿Por qué son tantos de ellos? ¿Se tratara de alguna nueva especie…? — miraba uno de los cuerpos alargados y peludos, fácilmente media veinticinco centímetros, tenía patas alargadas, por más que la observará no dejaba de sentirlo tan antinatural.

—Sera mejor que me apuré, la noche se acerca — tomo un hueso largo para usarlo de bastón, la olorosa peste y el calor le debilitaban, sus labios se resecaron.

Cansado avanzó por el sin fin de arena y huesos, tuvo que beber su última ración de agua, el hambre volvía a su cuerpo y ya no contaba con más bocados, el frío no quedaba atrás, pues la noche había caído.

—No puedo avanzar más por hoy… — pensaba con detenimiento su precaria situación, hizo su fogata acabando con otra de sus libretas, ahora solo le quedaban dos.

—No me quedan muchos recursos, tal vez pueda aguantar un día y medio, pero no más…

—¿Qué pensaran mis amigos? ¿Qué habrán dicho en mi trabajo? ¿Alguien me estará buscando? — su mente divagaba en el quizás.

Cuatro brillos aparecieron en la noche, Matt los notó, tomo el huesos que usaba de bastón, esas cosas no debían ser muy altas, pero se acercaban muy rápido.

—¡Un animal debería mantenerse alejado del fuego! — el miedo le paralizó en primer instancia, sabía que debería tener cierta seguridad, pero eso contradecía lo previamente aprendido.

Se puso de pie, esas cosas se detuvieron al ver al humano, la luz de la fogata mostraba su grotesco aspecto, eran esas criaturas de las que había encontrado sus restos, era peor verlas vivas, no podía evitar sentir repugnancia por su existencia, tanto fue su desagrado que descargo el hueso contra una de las peludas criaturas, chillo ante el primer golpe, su lamento era tan molesto que continuó golpeándolo con más enjundia, el otro hizo un sonido extraño.

—¡Insoportable! — fue lo que salió de su boca y aplastó al otro extraño animal.

La calma en su ser volvió, tal vez se trató de su sentido de autopreservación, o tal vez no podía permitir que tal monstruosidad estuviera viva.

Al fin podía descansar, dormito pero al poco tiempo sonidos de aleteos despertaron a Matthew, eran esas criaturas, cientos de ellas, parecían ser la encarnación de la noche, el chillido de las bestias llenó el desierto, lanzándose en contra del humano.

Will I Become A Monster?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora