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La joven Maximoff-Amaquelin quedó atrapada entre una de las vigas de soporte de las gradas y el cuerpo de Francis Barton Morse, quién no paraba de besarla.

Desde el primer momento en que la había visto haciendo estiramiento en la pista de atletismo de la Academia había querido besarla. Claro que estuvo un momento viéndola desde las gradas, puesto que había empezado a correr alrededor de la pista, primero a paso normal y después con sus poderes de velocidad.

Le agradaba que lo hiciera, sabía que así se olvidaba de todo y se relajaba. Esa era la forma de Luna Maximoff-Amaquelin de perder contacto con el mundo, así como lanzar flechas a objetivos movibles o el ejercicio riguroso eran las formas de él.

En cuanto ella lo notó, corrió hacia sus brazos y en dos segundos ya estaban en la parte más escondida de las gradas. Aunque no hubiera nadie más allí que pudieran verlos, puesto que ya anochecía y era hora de la cena, ninguno de los dos quería que los descubrieran. Principalmente porque Pietro Maximoff era sobreprotector con su única hija y lo asesinaría si descubría que tenían algo, además estaba el asunto que para la familia Maximoff su padre, Clint Barton, eran considerado como parte de la familia y por inclusión Francis también lo era. El problema era que él nunca había visto a la chica como una hermana, ni como una prima. Pero sin compartir lazos sanguíneos verdaderos aquello no estaba mal ¿Cierto?

Además era cierto que Luna podía zafarse fácilmente de la situación y obvio que el muchacho lo sabía, pero que no hiciera nada más que seguirle el juego era lo mejor para el arquero.

Francis dejo los labios de la chica en paz para bajar, por medio de un camino de besos, hasta su cuello. Sus planes eran seguir bajando, pero se topó con el collar de cuentas rojizas que tenía la chica. No pudo evitar sonreír y tomar el dije blancuzco en forma de corazón, alejándose un poco para observarlo mejor.

— Aún lo tienes.

— Nunca abandonan mi cuello. —La chica le robó un beso, muy rápido y leve comparado con los anteriores—. Es lo único que tengo de ti. Además de estos momentos fugaces.

Recordaba bien el collar, granates y feldespato, sin demasiado valor, aunque no había sido fácil comprarlo puesto que había tenido que ganar muchas carreras con su moto para reunir el dinero, claro que eso ella no lo sabía. Le había parecido un lindo obsequio de navidad, ya que era la única oportunidad que tenían para verse, cuando sus familias se reunían. Y siendo él un simple muchacho mudándose a cada rato por el trabajo de su madre y ella una Inhumana viviendo en Attilan, no la tenían muy fácil para reunirse.

El muchacho sonrió, inclinándose otra vez para besarla, pero escuchó la risita de ella antes de que su cuerpo desapareciera. Francis es estabilizó de inmediato, intentando fingir que no había estado a punto de besar la viga porque Luna se había movido con su velocidad. Claro que la risa de la muchacha no le ayudaba a olvidarlo.

La velocista caminó a paso normal para salir al campo de atletismo y el arquero no tuvo otra opción más que seguirla, viendo cómo se acomodaba la blusa disimuladamente después de que él había estado jugando con la tela. Se paso una mano por el cabello desastroso, por culpa de ella.

— ¿Dónde estabas aquí en la Academia? —preguntó Luna, sentándose en las escaleras que llevaban a la parte alta de las gradas— ¿Ya hiciste las pruebas?

— Estaba con mis amigos. —Técnicamente era verdad, aunque no dijera que estaba discutiendo con Michael y Madison, ella no necesitaba saber eso, ni sobre la marca de la mano de la chica Fury, que ya había desaparecido—. Y no. Mañana me toca hacer la prueba.

— No te preocupes por las pruebas, son fáciles, pero en la segunda no ataques al otro estudiante. Eso es una trampa para que no veas el ataque sorpresa.

Academia de HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora