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— Juro que si no hubiera sido por ti no hubiera notado al robot ese ―aseguró Samantha Strange, acomodando el desastre que era su cabello en una coleta alta, pero dejando sueltos su mechón blanco y violeta para que le enmarcaran el rostro.

— Es irónico que nos atacara un halcón robot ―comentó la chica con la que había completado la segunda de las pruebas, arreglándose también el cabello rubio platinado.

— ¿Irónico por qué? ―inquirió la hechicera, sin comprender a lo que se refería.

La chica hizo ademán de que no importaba y Samantha no iba a insistir con eso.

Ahora mismo estaban regresando al edificio principal tras haber culminado ambas las pruebas y el pasillo estaba demasiado desolado para el gusto de la hija del Hechicero Supremo, aun así no prestaba demasiada atención.

La verdad era que le simpatizaba bastante la muchacha. No sólo porque le había ayudado a terminar la prueba cuando ella únicamente se había dedicado a atacarla pensando que eso era lo que les pedían hacer. Su error.

También porque era lo suficientemente lista como para no caer en su aureola de energía que confundía a la gente... O quizás fuera por los poderes secundarios que tenía... No importaba, ella era sin duda la única que no la había rechazado de inmediato y no se alejaría tan fácil.

Samantha rio para ella misma, ganándose una mirada confusa de los ojos azules de la chica que le acompañaba.

— Me agradas bastante, Lunita ―confesó la hechicera, haciendo sonreír a la muchacha.

— Gracias, hermosa. ―Samantha frunció el ceño por el sobrenombre, aunque la chica no pareció darse cuenta―. Tu poder me recuerda a mis primos. Técnicamente tienen telequinesis y manipulan la realidad, pero saben hacer bastantes hechizos.

— Si vas a usar un apodo, dime Samy.

Luna, como se llamaba realmente su nueva compañera, asintió sin replicar. Cada vez le agradaba más esa chica, pero lo que le llamó la atención a la joven Strange fue el collar de cuentas brillantes rojas y una joya blancuzca en forma de corazón que llevaba en el cuello. Le brillaron los ojos al notarlo.

— Me gusta tu collar ―señaló de inmediato Samantha, sin importar lo que pensara la otra―. ¿Son cuarzos y rubíes?

— Feldespato, mejor conocido como piedra lunar, y granates. ―Luna rio, medio tímida, tomando el dije de corazón entre sus dedos―. No tienen mucho valor, pero es más importante quién me lo dio.

Samantha exclamó con curiosidad y cierta picardía al notar que Luna se sonrojaba levemente con esa misma sonrisa boba que la hechicera veía siempre en su madre, Christine Palmer, cuando hablaba sobre su padre, Stephen Strange.

Alguien estaba muy enamoraba. Y Samantha Strange Palmer averiguaría de quién, aunque acabara de conocer a la chica.

— ¿Novio? ―Luna se limitó a sonreír, y hacer una seña como si sus labios estuvieran cerrados. Samantha hizo un puchero, pero levantó las manos―. Entiendo, no es asunto mío.

Sin previo aviso, Samy entrelazó su brazo con el de Luna, sin dejar de caminar. Atacaría de otra forma para descubrir lo que le interesaba.

— ¿Qué tal si invitas a ese alguien importante para esta noche?

— ¿Esta noche? Hablas de la fiesta. ―La pelinegra asintió de inmediato ante el susurro de la otra. Luna hizo una mueca―. No sé, esas cosas no son lo mío. Y le prometí a mamá que no me metería en problemas.

— Los inhumanos no se van a enterar. ―Eso no quitó la mueca en el rostro de Luna―. ¡Vamos! Si hay algún problema, prometo usar un portal para llevarte a mi habitación antes de que nos atrapen. No creo que mi compañera se moleste.

Academia de HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora