Despertó cinco minutos antes de que tocara su alarma, cerró los ojos a la espera de que el aparato comenzara a sonar y cuando por fin emitió sonido, se levantó de su cama. Observó su rostro en el espejo del baño y para su sorpresa este estaba intacto, no habían rastros de los moretones o de las feas heridas que el día anterior la atormentaban. Él las había desaparecido.
Se baño y al salir del baño se vistió con un vestido corto y de color rosa palo, lo combinó con unas zapatillas blancas, unos aretes finos decoraban sus oídos y por primera vez dejó que sus rizos cayeran de manera natural, sin necesidad de hacerse su típica coleta; las palabras de Peter habían surgido efecto y ese día Michelle quería demostrarle a todos que ella podía ser más que la chica sin estilo ni amigos.
Con seguridad y la cabeza en alto camino por los pasillos de midtown, la miradas de todos los alumnos presentes en el pasillo se posaron sobre ella; le sonrió a todos los chicos que la saludaban e ignoró a aquellas mujeres que le daban miradas de envidia.
— hola, lindura — Flash se acercó a Michelle, quien tenía la cara cubierta por la puerta del casillero.
— hola, Eugene — Michelle cerró el casillero y sus labios, cubiertos perfectamente de labial, esbozaron una sonrisa.
— ¿Pero que caraj…? — sacudió su cabeza y talló sus ojos, por lo visto no podía creer que aquella chica fuera Michelle Jones — ¿Jones?
— ¿En serio? — Betty se acercó al chico y miró a Michelle de pies a cabeza — pobrecita, cree que con ponerse un vestido de puta y un poco de maquillaje será bonita — la chica estalló en carcajadas, provocando que las demás chicas a su alrededor rieran con ella.
— ¿Qué pretendías, Jones? — Gwen hizo acto de presencia. Nunca entendería como es que todos siempre aparecían tan rápido solo para molestarla — ¿Creías que por vestirte diferentes te dejaríamos en paz? ¿Acaso no has escuchado el dicho? — le preguntó fingiendo un puchero — aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Las risas estallaron en el pasillo. A pesar de sus intentos, era víctima de las burlas de todos sus compañeros; no importaba como vistiera o lo que hiciera, ellos no la dejarían en paz jamás. Corrió por los pasillos hasta llegar a su salón, no podía volver a escaparse porque si lo volvía a hacer darían aviso a sus padres, así que se sentó en el último lugar y observó la blanca pizarra en espera del profesor.
Necesitaba verlo, no podía estar otro segundo sin verlo. De su mochila sacó el pequeño frasco de pastillas y tomó una, se acomodó en su asiento de manera que el profesor no notara que ella estaba durmiendo y cerró los ojos.
Oscuridad. De nuevo todo lo que había era oscuridad, observó a su alrededor y comenzó a caminar con la esperanza de que las luces se encendieran, pero no lo harían a menos que él estuviera con ella.
— ¡Peter! — gritó en busca del chico — ¡Peter! ¿Dónde estás?
— ¿Michelle? — Peter apareció por fin — ¿Qué haces aquí? Solo hace unas horas que te fuiste, no deberías estar aquí aún.
— ya lo sé, pero necesitaba verte. No podía seguir un minuto más despierta.
— no debes hacer esto, Michelle — la tomó de las manos y entrelazó sus dedos — nosotros estaremos juntos siempre que duermas, no debes apresurar las cosas. Hay un tiempo para todo.
— ya lo sé, pero mi realidad es algo lamentable. En cambio estar aquí contigo es maravilloso, siento que estoy en el paraíso cada vez que sueño contigo, cada vez que estoy a tu lado.
— está bien, querida mía, ahora que estás aquí debemos vestirte para la ocasión — Michelle dirigió su vista hacia su ropa y notó que aún traía la ropa de esta mañana.