La chica de mis pesadillas

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Su vista se nubló completamente.

El único color que se filtraba en su campo de visión era el negro y un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.

De pronto una luz apareció, permitiéndole observar un sendero estrecho, lleno de flores y diversas plantas que lo agraciaban. Comenzó a caminar recorriendo el camino radiante, sintiéndose lleno de alegría, de calma, de paz.

Lamentablemente estos sentimientos desaparecieron al instante en que apareció el otro sendero. Un lugar lúgubre, iluminado, a penas, por la luz del lugar que, instantes atrás, estaba recorriendo.

Este camino, a diferencia del otro, era corto y no tenía nada que lo agraciase. Al final de el, había una puerta ancha que, automáticamente, se abrió. Personas consumiéndose en
un fuego inagotable podían captarse dentro de este escalofriante lugar.

Gritos desgarradores, llenos de sufrimiento puro, se filtraron en su campo de audición. Su cuerpo comenzó a temblar, y su corazón latía tan vertiginosamente que, creyó, que haría un orificio en su pecho y escaparía de este.

El miedo se había apoderado de su sistema. Tanto así, que comenzó a correr en dirección contraria a ambos lugares, sin percatarse de que estaba entrando en un fangoso bosque. Sus piernas se movían casi por voluntad propia y su cabello le cubría gran parte de su, ya sudorosa, frente.

De pronto, choco contra algo duro,
provocando que tuviera que detener su huida.

Alzó la cabeza, encontrándose con un par de ojos marrones, mirándolo, espectantes y asustados. Por un momento todo lo que vió, anteriormente, fue desechado de su memoria, solo para concentrarse en esos ojos y en su dueña.

Contempló cada una de las perfectas facciones de su rostro. Tenía el cabello rizado, el cual caía hasta un poco más arriba de su cintura. Su rostro era anguloso y estaba pálido. Irradiaba miedo y confusión.

Cayó en cuenta de que había quedado embobado mirándola. Exáminadola con la vista. Sus mejillas comenzaron a arder y bajó la vista hasta sus pies.

— ¿Te encuentra bien? — Una armoniosa y fina voz brotó de sus labios. La miró a los ojos, cauteloso y se armó de valor para responderle.

— estoy bien, gracias ¿Podrías decirme donde estamos? — Preguntó. Quiso golpearse a si mismo por sonar tan tímido.

— Lamento decirte que no tengo ni la más remota idea — Contestó con una sonrisa.

Se quedaron observando y un incómodo silencio se apoderó del momento.

— Si quieres… podemos caminar juntos, investigar donde estamos y como salir de aquí — Dijo un tanto insegura, rompiendo con el silencio sepulcral, lo cual agradeció.

Asintió frenéticamente. Tampoco quería caminar solo y extrañamente, junto a ella, no temía; sino que se encontraba más tranquilo.

Comenzaron a atravesar el bosque iluminados por la luz de la luna. Ambos sin mirarse.

De pronto, en medio del bosque, un orificio negro, que se hizo cada vez más profundo, arrastrando con todo a su paso. Ambos jóvenes se miraron, completamente asustados y comenzaron a correr.

Llegaron nuevamente donde, tiempo antes, se encontraban los dos senderos. Ahora, solo estaba el sendero corto, del cual se escucharon  los gritos agonizantes y el fuego inagotable.

Nuevamente se miraron, completamente asustados. Sin saber que hacer. El abismo los alcanzaba, ya nada podían hacer.

Tenían dos opciones: cruzar la puerta del sendero-infierno- o dejarse caer en el profundo y oscuro abismo.

Ambos estaban de pie. Apunto de caer en el negro orificio, el cual cada vez se acercaba más y más. En medio del nerviosismo y la angustia que crecía en él, nació la duda. Quería saber el nombre de aquella chica de radiantes ojos marrones que estaba junto a él.

El hecho de que estaban a punto de caer en el abismo y, tal vez, a punto de morir, no le importó. No quería quedarse con la incertidumbre de no conocer el nombre de aquella morena.

Mordió su labio, nervioso. Debatiéndose en si preguntarle o no.

— Si no te volveré a ver, al menos, por favor, dime tu nombre — Las palabras salieron casi por voluntad propia de su boca.

Ella lo miró, sorprendida ante la pregunta tan fuera de lugar; pero de igual manera respondió.

— Michelle. Michelle Jones — A penas acabó de pronunciar su nombre cayeron en la inmensidad del abismo.

Dentro de este solo se divisaba el color negro. No podía ver a Michelle, pero sabía perfectamente que estaba junto a él.

Una opresión se instaló en su pecho. El respirar, ahora, se le hacia una tarea difícil; casi imposible.

Unas manos finas y delicadas envolvieron las suyas, dándole calma.

— Tu turno — dijo la rizada, tratando de ocultar la angustia en su voz.

— ¿M-mi turno de qué? — dijo en un hilo de voz.

— De decirme tu nombre.

— Me llamo Peter Parker — Un sonido agudo comenzó a escucharse. No sabían de dónde provenía, pero este les recordó en donde estaban y que aún seguían cayendo.

Abrazó a Michelle fuertemente, tratando de calmar la angustia que, nuevamente, se había instalado en su pecho. Así también, tratando de calmarla a ella.

•••

Abrió los ojos analizando el lugar en el que se encontraba. Ya no estaba el bosque, ni los senderos, ya no caía en un abismo sin fondo y ya no estaba junto a ella, la chica de desordenados rizos.

Apaguo el despertador, cayendo en cuenta de que había estado soñando.
Teniendo pesadillas.

«Lindas pesadillas» pensó, recordando a la morena.

Una oleada de decepción lo invadió.
Trató de volver a dormir, solo para volver a ver a aquella muchacha. Solo para volver a perderse en sus orbes marrones. Lamentablemente no pudo conciliar el sueño.

Se levantó, bañó y vistió, rápidamente, recordando que necesitaba ir a rendir un certamen.

Salió de la casa, en dirección a Midtown High y, frente a la institución, vió una figura conocida, la cual estaba parada de espaldas, dejándole observar su delgada anatomía.

Era una chica. Una chica de cabello rizado. Esta se giró repentinamente, permitiéndole contemplar unos ojos cafés que él ya conocía.

Era ella.

La chica de sus pesadillas.

Quiso decirle algo, cualquier cosa. No se contuvo.

Sin querer, ambos al mismo tiempo se dijeron:

— ¿Sabes qué? Anoche soñé contigo.

Spideychelle ❤ one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora