15. Selección natural

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     —Izquierda, ¡Izquierda! ¡Derecha, Mason! ¡No! ¡Dios! Si crees que te tendré como primera opción para competir estás totalmente equivocado, conozco bailarinas de ballet que golpean mejor que tú.

     El estruendoso rugido del entrenador Malcolm se disipaba de un extremo a otro dentro del gimnasio de boxeo del instituto.

     —Maldición, entrenador, son las cuatro de la tarde, el calor está insoportable y apenas tengo en el estómago las dos rebanadas de pizza que comí en el almuerzo, no puedo coordinar mis movimientos.

     —¡Mariconadas! —espetó Malcolm cargado de zozobra; y es que, a decir verdad Mason estaba en lo correcto, eran las cuatro de la tarde del lunes, y los entrenamientos de kickboxing comenzaban a ser cada vez más rudos y exigentes, todo por la competencia que tendrían el viernes...

     La cuestión era que cada año, antes de comenzar el último trimestre del año escolar, Queen Victoria se unía a las competencias estatales que se llevaban a cabo junto con tres institutos más de Londres, King George VI, King Henry VIII y por último Queen Elizabeth, todos estos pertenecientes al Círculo Educativo Real Británico.

     Las competencias tenían una duración de toda una semana completa, la cual había comenzado exactamente ese mismo lunes en la mañana con una animada ceremonia de inauguración en las instalaciones de instituto Queen Victoria, ya que en esa ocasión sería la sede, en donde participarían disciplinas como: fútbol, natación, voleibol, baloncesto, tenis, carreras de 100 metros, y por último kickboxing... vaya que el entrenador Malcolm se había saturado de trabajo en cuestión de días, pero por suerte —para él—, los directivos le habían ayudado al contratar a un par de profesores más, dejándolo a él como la cabecilla de los tres.

     Malcolm sabía que con deportes como la natación o el fútbol tendrían las de ganar, ya que había conseguido la brillante oportunidad de estudiar a la competencia, incluso había preparado a Adam física y psicológicamente para asegurarse de que como capitán tendría los pies sobre la tierra y llevaría a su equipo al triunfo, de todos modos, sus oportunidades universitarias estaban en juego. Pero el kickboxing era lo que realmente le preocupaba, desde hace unos días, sus jugadores más destacados comenzaban a bajar su nivel de rendimiento, cosa que le cabreaba descomunalmente, ¿y cómo reemplazarlos cuando el resto de los chicos en el equipo no eran más que unos completos sosos que no sabían diferenciar entre un cross y un crochet?... Con excepción de uno.

     Elevó su cabeza hacía algún extremo en específico del lugar, y observó al joven de cabello negro golpear con fuerte persistencia el mismo saco nuevo que había arrastrado hasta allí un mes atrás.

     Malcolm sabía que a este punto no tenía más nada que perder.

     —¡Dankworth! —vociferó, dejando a todos a su alrededor tan anonadados como la primera vez que lo unió al equipo.

     —Está de coña —escupió Mason.

     Duncan, que se había perdido completamente en sus pensamientos giró un poco su rostro para dirigir la mirada hacia su entrenador, luego miró a Mason, el largo y tonificado joven lo estudiaba con el entrecejo fruncido y la respiración pesada; odiaba no ser el centro de atención, tanto como Duncan odiaba serlo, de hecho aún tenía el pómulo de color oscuro desde el golpe que le había propinado el pelinegro. Cuanto deseó que se hubiese tratado de Joshua.

     —¡Sube al ring ahora mismo, Dankworth!

     —No volveré a pelear contra el retrasado —se quejó Mason mientras se cruzaba de brazos.

     —Está bien, porque no lo harás tú, Mason. Esta vez será Richard.

     Richard Collins era el segundo favorito del entrenador, un pelirrojo de tez blanca y largas piernas, quien era muy bueno con la zurda, tanto que instantáneamente Duncan se imaginó recostado en el suelo. Era callado, pero lo que no decía con palabras, lo decía con los puños.

DUNCAN © #2 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora