12. Entre las sombras

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     El amargo sabor de la nicotina seguía recorriendo su sistema respiratorio con cada una de las caladas que le daba al cigarrillo entre sus labios. Ya era el quinto en menos de una hora desde que había abandonado el cementerio.

     Duncan no era un fumador novato, en realidad lo hacía desde los catorce, cuando con algo de temor, hurtó el paquete de cigarrillos que el profesor Lowell había guardado dentro de su maletín, el cual reposaba sobre su pequeño escritorio, mientras la clase se distraía observando un pequeño documental social, y él, a estar sentado a un lado de este, no se le dificultó mucho estirar el brazo y tomar la cajetilla, en la cual solo quedaban cinco cigarros.

     Desde entonces lo hacía únicamente cuando se encontraba solo, o si no había alguien conocido a su alrededor que pudiese contarle a los Dankworth.

     Aspiró unas tres veces, hasta que solamente quedó la pequeña colilla, la cual arrojó en un pequeño bote de basura que se encontraba por la calle. Había preferido caminar un poco, respirar aire fresco, y dejar atrás el doloroso recuerdo de Danielle, mientras era abrazado por las pequeñas gotas descendientes desde el cielo.

     La llovizna no acababa desde el amanecer.

     «Deja de vivir en el pasado», pensó con disgusto. Siguió andando y comenzó a recordar la noche de películas que Adam e Imogen habían planeado, lo cual no parecía ser una mala idea en absoluto, pero con el simple hecho de que Ibrahim ya hubiese llegado de su retiro le hacía sentir un poco de nauseas. A pesar de que su padre no le había dicho a Imogen la hora exacta en la que arribaría de nuevo a casa, generalmente siempre lo hacía a eso de las seis de la tarde durante los domingos, ya eran las seis con treinta, y Duncan estaba más que seguro que el pastor se encontraba de piernas estiradas en el sofá mientras leía su Biblia y solamente se dignaba a que Imogen le sirviera la comida y le masajease los pies.

     Bufó.

     ¿En qué modo tan insolente habían criado a ese hombre?

     De repente, entre su bolsillo derecho, sintió la incesante vibración de su teléfono, el cual tomó en manos inmediatamente, mientras observaba el remitente, era mamá.

     —¿Hola? —respondió Duncan con algo de curiosidad.

     —¿No crees que ya es hora de regresar? Si no vienes en unos instantes te atrapará la noche, y te perderás la película, Adam está comenzando a perder la paciencia —habló Imogen con serenidad desde la otra línea. No era en absoluto un regaño o una amenaza; en su voz se palpaba la verdadera preocupación.

     —Sí, mamá. Lo siento. Es solo que estuve algo ocupado y creo que tardé más de lo previsto, pero ya voy camino a casa. ¿Está bien? ¿Necesitas que lleve algo?

     —Por favor, mamá dile de las gaseosas. ¡Duncan las gaseosas! —escuchó la profunda voz de su hermano un poco más lejana, seguramente se encontraba sentado a un lado de Imogen en el sofá, justo frente al gran televisor que reposaba en la sala. Duncan rio.

     —¿Ya le has escuchado? Si puedes traer dos estaría perfecto.

     —Sí, ya le escuché. Deberías decirle que mantenga el control si no quiere botar las plumas —dijo con un poco de serenidad. Pero ni siquiera le dio tiempo a Imogen de procesar lo que este había dicho, ya que inmediatamente le respondió:—. Me desviaré un momento para comprarlos en el mercado Borough.

     —¡Perfecto, cariño! Esperaremos por ti.

     —Hmm, ¿llegó Ibrahim a casa?

     La pregunta le había sorprendido un poco a la morena, sobre todo viniendo de Duncan.

     —La verdad es que no. Tampoco he llamado, estoy segura que el retiro tal vez ha estado mucho más elaborado que los anteriores y requieren de más concentración, no me extrañaría que pase otra noche por allá.

DUNCAN © #2 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora