Los espléndidos rayos del sol rebotaban en cada esquina de la ciudad, aquella cálida mañana de febrero.
Hacía semanas que no llovía de nuevo, y las personas aprovechaban el perfecto clima primaveral para salir, tomar un bronceado o simplemente apreciar el día.
Como era costumbre, el avivado cantar de los pájaros resonaban en el ambiente mañanero, con dulces tonadas que cubrían la ciudad de Londres junto a un sinfín de cornetas de automóviles. Los lunes por la mañana la ciudad solía colapsarse un poco durante cierta hora, hasta que el tráfico comenzaba a avanzar sin problema alguno.
La Queen Victoria High School comenzaba otra nueva semana académica. Los más de ciento cincuenta estudiantes daban función a sus organismos para dirigirse a la prestigiosa institución. Muchos con papeles en sus brazos, otros saludando a sus compañeros luego de un fin de semana libre de clases. Algunos animados, otros llenos de pereza. Pero había uno en particular que se sentía tan superior al resto, que las eufóricas miradas penetrantes de parte de muchos estudiantes le hacían sentir como parte de la realeza.
Con postura recta y marcha decidida, los rubios cabellos alisados del joven Grint se iluminaban tal como si hubiese sido besado por Apolo. Con su uniforme reluciente y bien estirado por una de las tantas mucamas que en su casa habían, y cargando una maleta negra que el congresista, Ralph Grint, le había obsequiado al comienzo del año escolar.
Suspiro tras suspiro era lo que se escuchaba en los pasillos por parte de las jovencitas uniformadas cada vez que le observaban caminar con paso firme y poderoso.
«Es que se trata de Joshua Grint, tal como si Adonis hubiese reencarnado en él».
«De tan solo mirarlo me tiemblan las piernas».
«Es todo lo que cualquier persona desearía».
¿Y realmente era así?
—Por supuesto que sí —susurró el esbelto joven para sí mismo.
Joshua Grint eran un joven inglés de dieciséis años de edad, el cual provenía de una familia bastante importante dentro del círculo político británico. Su madre, Carol, trabajaba para el Ministerio de Educación de Inglaterra. Mientras que su padre, James, era uno de los congresistas más respetados del país —o al menos lo era para un grupo selecto de personas—. Sus padres tenían poder, por lo tanto, él también lo tenía, en especial dentro del Queen Victoria, en donde James Grint era uno de los benefactores anuales más grandes del instituto; ese gesto de «caridad» le hacía creer a Joshua que podía hacer lo que le viniese en gana dentro de la escuela, y a decir verdad, lo era.
Se había tomado dos semanas libres de la escuela, en donde había estado de viaje a Oxford solo para descansar unos días, ¿y quién podría expulsarle por ello cuando su padre donaba más de cien mil libras anuales para los gastos del colegio? De hecho, había quedado con las ganas de seguir con su viaje de descanso, pero le emocionaba estar de regreso en el instituto... ya que aún no olvidaba el último enfrentamiento que allí había tenido...
—Dankworth —susurró nuevamente mientras entraba a su aula y tomaba asiento, a la par que una malévola sonrisa era plasmada en su blanco rostro dejando al descubierto un par de pequeños hoyuelos, y sin prestar atención, subió inconscientemente sus dedos hasta tocar con suavidad su nariz, la cual había llevado cantidades incontables de gélido hielo las primeras veinticuatro horas siguientes a la pelea—... Duncan.
• • •
La segunda hora recién había finalizado, y algunos de los alumnos que tenían descanso se dirigían hacia el comedor para charlar un rato o desayunar algún aperitivo.
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DUNCAN © #2 [✓]
Gizem / GerilimDesde la muerte de su madre en un accidente de automovilístico, la vida de Duncan parece ir en picada, y sin ningún atisbo de un repentino mejoramiento. Al ser adoptado por los pastores africanos, Ibrahim e Imongen Dankworth, Duncan será sometido a...