El futuro de mi pasado.

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El el frío abismo de la soledad,
un alma nace con tristeza,
quien en un intento de hablar,
un llanto desgarrador suena.

Sus ojos se abren,
una luz lo despierta,
el calor de su padre,
hace que se estremezca.

"¡Oh dolor mío! Que con tu presencia vienes,
haz de este, un hijo fuerte,
pues en este mundo, la tiranía no suele acogerte."

Sus oídos retumbaban,
aquel hombre que en sus fuertes brazos lo dormía,
justo ahora temía de la muerte.

"Yo te protegeré,
hasta que mis días se hayan acabado,
te ayudaré y guiaré por el buen camino,
pues es lo que un padre hace"

(¿Qué verga acabo de hacer?)


Un bebé se escuchaba llorar entre las cuevas, rápidamente, Azteca corrió hacia allá, encontrando a un niño recién nacido.

Lo tomo en sus brazos y lo observó fijamente, no parecía maya, tal vez, no era uno de ellos.
—Vayan de regreso a la ciudad, yo me haré cargo de este niño.— todos asintieron y dejaron el lugar.

Azteca suspiró.—Es increíble..... ¿No lo crees pequeño?— hablo el prehispánico, observaba fijamente su pueblo.

—Tu llegada solo significa una cosa.— Lo apretó contra su pecho, intentando calmar su inminente llanto.
—Mi tiempo se acaba...—

[...]

Tenochtitlan jugaba por el inmenso bosque su padre le había dicho que no tan lejos, era preferible hacerle caso.

Encontró un árbol de gran tamaño, sus hojas estaban marchitas, su tronco gris y hueco, resaltaba por ser así, se estaba muriendo.

Tenochtitlan sonrió de manera dulce, tocó suavemente la corteza el árbol y sus días de gloria regresaron, sus ojos brillaban y su tronco ahora estaba firme, ahora resaltaba por ser hermoso.

El pequeño country se puso alerte cuando se escuchó un crujido detrás de él, observaba fijamente el lugar, sus nervios comenzaban a consumirlo y el pánico de igual forma lo hacía.

Un cuerpo cayó al suelo, provocando un respingo de su parte, como también un golpe, este fue impactado en la cara de su oponente.

—¡Maye, Maye!— gritó aquel tipo mostrando sus manos, no estaba armado.
—P-perdon, no quería molestarte, es solo que estamos perdidos...—

Tenochtitlan gruño por bajo cuando casi unos 40 hombres aparecieron de la nada, bajo sus puños y retrocedió.
—¡Tenochtitlan!— se escuchó la voz de su padre quien venía corriendo hasta llegar con su hijo, rápidamente lo inspeccionó para corroborar que no te iba ninguna herida.

—Ustedes ¿Quienes son?— colocó a su hijo detrás de él mientras que sus hombres se ponían en defensa.


UN PAÍS DIFERENTE «RusMex»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora