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El reloj marcaba las 9:16 de la mañana al momento de despertarme

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El reloj marcaba las 9:16 de la mañana al momento de despertarme. Con mucha flojera me puse mis pantuflas y me dirigí hasta el area de mi cocina.

De una de las gavetas saqué un tazón y de otra saqué mi caja de cereal Oreo O's el cual serví en el tazón, luego de la nevera saqué mi leche de almendras sabor vainilla sin azúcar y la vertí encima del cereal, la volví a colocar en su lugar y busqué una cuchara para por fin sentarme en una de las sillas del desayunador y hacer valga la redundancia mi desayuno.

Mientras comía pensaba en la desastrosa noche del día anterior.
Por una lado estaba el asunto del idiota de Saith que no resultó nada parecido a lo que me imaginaba, ni siquiera logré recuperar mi laptop y llamarle sería prácticamente un suicidio, me daba abofeteadas mentales por la estupidez de salir corriendo antes de tener mi laptop conmigo, aunque si me quedaba más tiempo seguramente caía ante él y sus propuestas indecentes, pero al menos el me deseaba no cómo mi novio Cohen, o debería llamarle ex-novio.

Las señales eran claras, traía cuernos de Ankole Watusi desde hacía ya varios meses, que todos podían ver menos yo porque yo misma decidí cegarme.

Joder, realmente pensé que él era el indicado, parecía el indicado pero resultó simplemente una burla. Quedé cómo payaso.

Lo único de esto que me hacía sentir mejor y que no era correcto sentirme de esa manera si no todo lo contrario, era que yo también le había puesto los cuernos con Saith.

Siempre me pasaban estás cosas a mi, cuando por fin siento qué el príncipe azul ha llegado, el castillo de cristal que yo misma creé, se derrumba frente a mis ojos.

Supongo que ese era el problema, siempre esperar algo que no existe, al menos no para mí.

Terminé mi desayuno, lavé lo que había ensuciado para después dedicarme a limpiar y ordenar lo que hiciera falta en mi departamento para despejar mi mente un poco, en vano debo admitir.

Cuando por fin termine, tomé mi teléfono celular, aún no había acabado de limpiar por completo, aún había basura en mi vida

— Hola Princesa — Se escuchó al otro lado del teléfono la voz del cínico de Cohen. — Pensé en llamarte pero quería darte espacio, ayer se escuchaba que no estabas de humor así que quería dejarte procesar lo que estabas sintiendo y no te culpo, cómo te lo dije ayer se que no he sido el mejor novio últimamente — ¿En serio? ¿Así de cínico era realmente?

— Necesitamos hablar Cohen — Dije fríamente, no podía seguir escuchando más descaradas mentiras — ¿Puedes venir hoy a mi departamento?

— Claro, llegaré en el almuerzo así almorzamos juntos ¿Te parece?

— Bien — igual de fría corte sin más.

— Bien — igual de fría corte sin más.

Supongo que debió extrañar esa frialdad de mi parte o tal vez se imaginaba lo que estaba por venir pero ya acá se aclararían las cosas, tenía que acabar con esto de una buena vez. 

Negocios entre las sábanas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora