Capítulo 30: Gracias

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Victoria

Abrí los ojos a la nublosa mañana, ya del mes de noviembre, que se vislumbraba por la ventana de descorridas cortinas. Me senté cuidadosamente en la cama, restregándome los ojos con la mano. El borroso entorno se hacía cada vez más desesperante por lo que tuve que buscar mis gafas en la mesita de noche. Una vez las tuve puestas, la claridad volvió junto con una gran sorpresa que me lleve al ver el cuerpo de Ian recostando la cabeza en mi cama. Estuve a punto de soltar un pequeño grito sorpresivo pero alcance a cubrir mi boca con mi mano.  Me percate que una de mis manos aprensaba una de las de él, entrelazando nuestros dedos.

–Ian, –susurre–despierta. Vamos, ya amaneció–.

Pinche su mejilla con mi dedo. Este se quejó nada más sentir el contacto. Reí por lo bajo, tratando de no despertarlo. Lo mire unos segundos, viendo su rostro dormido. Acerque mi mano a su cabello, enrede mis dedos en él y comencé a acariciarlo.

–Eres muy lindo cuando duermes, ¿sabes? –Sonreí con ternura al tocar suavemente su rostro con las yemas de mis dedos.

–Dime algo que no sepa–replico en murmuros.

Separe con rapidez mi mano de cabello, viendo como el levantaba su cabeza para mirarme. Me sonrió burlonamente, como era costumbre. Bostezo unos cuantos segundos, luego se puso en pie para estirarse.

–Creía que estabas dormido…–.

–Buenos días a ti también. –Dijo mientras posaba su mano en mi nuca, me atraía hacia él y plantaba un dulce beso en mi frente. Me sonroje inmediatamente al sentir su contacto.

–B-B-Buenos d-días…–murmure con nerviosismo, bajando la mirada para no verlo a los ojos.

El no hablo. Continúo ahí parado sin mencionar palabra. Comencé a levantar poco a poco mi cabeza para ver que le pasaba pero, cuando menos lo pensé, ya tenía su rostro a escasos centímetros del mío, junto con cada uno de sus brazos a mis costados, recargando su peso en la cama. Solté un agudo gritito de sorpresa.

–Veo que aun la sigo poniendo nerviosa, ¿no es así, Señorita Durant? –pregunto socarronamente.

Mi cara se encendió por completo.

–Eso no…–intente replicar pero él me interrumpió con un beso en mi nariz.

Instintivamente me hice hacia atrás pero al hacerlo termine cayendo al suelo, dándome un fuerte golpe en piso. El pelinegro, “preocupado”, se acercó  y con curiosidad me observo por encima de la cama.

–Creo que te caíste. –Dijo con diversión, posando su cabeza en su mano.

–  ¿Lo crees? –Pregunte sarcásticamente.

El soltó una leve carcajada, antes de bajarse de la cama y ayudarme a ponerme en pie. Tome la mano que me ofrecía y, de un tirón, me puso en pie. Al levantarme me encontré con su mirada, el sonrió como siempre, mostrándome calidez en sus ojos.

– ¿Sabes qué hora es? –Pregunto con serenidad.

Negué con la cabeza. El hizo lo mismo, mientras tomaba el puente de su nariz. Me hizo a un lado, tomándome por los hombros; tomó un celular que estaba en la mesa y consultó la hora.

–Sera mejor que me vaya. – Dijo el, saliendo de la habitación.

Yo lo seguí directo a la entrada.

– ¿A dónde vas? –Pregunte con curiosidad.

El giro su mirada hacia mí con expresión divertida. Sentí mis mejillas arder unos segundos e inmediatamente volví mi cabeza hacia otro lado.

Be my valentine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora