Victoria
No daba crédito a lo que mis oídos escuchaban. Eran fuertes y claras esas palabras tan poderosas, llenas de emociones, tan increíblemente perturbadoras. Pero lo suficientemente claras para darme cuenta de lo necesario…
El sol dio de lleno en mi cara provocándome abrir mis ojos lentamente. Observe mi borroso entorno: las cortinas color oscuro, el armario justo frente a mi cama con las manijas plateadas, el espejo de marco achocolatado que se encontraba a un lado, el tocador del mismo color y por último el edredón color uva que cubría mi cama y las sabanas del mismo tono cubriendo mi cuerpo. Parpadee un par de veces tratando de acostumbrarme al iluminado cuarto. Me senté en la cama despabilándome un poco. Después, me dirigí al borde de la cama a ponerme mis pantuflas para poder ir al armario y escoger mi ropa. Al estar sentada y perdida en mi mundo no me percate de los golpecitos se escucharon al otro lado de la puerta.
-¿Vic?-se escuchó poco después del rechinante sonido de la puerta abrirse. Gire mi mirada en dirección a la puerta.- Necesitas levantarte, cariño.-decía mi madre mientras entraba a la habitación.
Entrecerré los ojos un poco, intentando ver mejor a mi madre pero, al no conseguir nada, me lance de espaldas contra la cama, cubriéndome con las sabanas.
-Cariño, necesitas levantar o se te va a ser tarde para ir al instituto-.
Proferí un gruñido en señal de protesta.
-Y gruñendo no te salvaras de esta responsabilidad, señorita.-amenazo la mujer de cabellos castaños.
Me levante de nueva cuenta, con el cabello más alborotado que antes y los parpados a punto de cerrarse. La noche anterior no había sido capaz de conciliar el sueño por uno que otro detalle que rondaba repetidas veces en mi cabeza; en este caso, de nuevo, era él y su estúpida sonrisa.
-No quiero ir.-refunfuñe molesta, sabiendo que ir incluía encontrarme a Ian ahí mismo.
-Tienes que.-hablo mi madre mientras, como quien no quiere la cosa, recogía la ropa sucia del suelo.- Si faltas eso podría alterar tus notas, y no quiero que mi hija, que es bastante inteligente, me llegue con unas calificaciones deplorables-.
Bufe molesta, prosiguiendo con una exclamación que hizo que mi madre se cruzara de brazos y acercara molesta a mí.
-Solo estás perdiendo tiempo y lo sabes.-hablo la mujer.
Una vez estuvo frente a mí, tomo mis gafas de la mesita de noche y con cuidado las coloco sobre mi rostro, devolviéndome la claridad. Luego la mujer se acercó al tocador y tomo de el un cepillo. Se subió a la cama, se colocó detrás de mí y con cuidado comenzó a cepillar mi enredado cabello.
-¿Sabes?,-dijo mi madre mientras pasaba el cepillo por mi cabello; yo asentí con la cabeza, dándole a entender que prosiguiera.- últimamente te has vuelto muy descuidada…‒.
‒Creo que son imaginaciones tuyas, mama.‒dije interrumpiendo.
‒No creo que sean imaginaciones mías, cariño.‒susurro con serenidad.‒No soy la única que piensa eso, además creo que te has vuelto más linda que antes.‒acabo de decir tomando mi rostro con una de sus manos y haciéndome girarme a verla.
Xenia, mi madre, tenía en el rostro una de sus mejores sonrisas, en la cual mostraba por completo sus dientes blancos y perfectos. Poso una de sus manos en mi mejilla y la acaricio con delicadeza. Con cierto desconcierto, levante un ceja pero aun así le devolví una tímida sonrisa.
‒No cabe duda: ‒empezó otra vez.‒te has vuelto mucho más linda‒.
Poco después, la mujer se bajó de la cama, coloco el cepillo donde estaba y abrió la puerta, lista para abandonar la habitación, no sin antes decir:
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Be my valentine.
RomanceElla es una solitaria chica, aficionada al ballet, sin amigos y sin nadie en quien confiar. Su vida da un giro cuando aparece el genio pianista y bailarin, Ian Anderson, que la hara experimientar cosas que nunca antes.