Victoria
-Oye, tierra llamando a Vic, ¿aun sigues ahí?-escuche la voz de Sam a lo lejos.
Parpadee un par de veces, saliendo de mi trance. Gire a mi izquierda y ahí estaba Sam, con una cara de angustia al ver mi extraña ausencia de mundo. Sonreí, en señal de que estaba bien a lo que ella soltó un suspiro de alivio.
-Estas algo distante hoy, bueno…siempre lo estás pero ahora más que antes, ¿te ocurre algo?-pregunto preocupada.
-Tranquila, no es nada, solo estoy algo distraída.-conteste con toda la sinceridad posible. Ella se encogió de hombros, aceptando mi respuesta no muy convencida.
Por supuesto que estaba distraída, desde el incidente de la clase pasada con Ian. Sus palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Era como taladraran mi cerebro cada vez que lo veía.
-¿Por qué de todas, tenías que ser tú?-.
Su mirada enfadada, sus manos hechas puño y caminando echando furia por todos los pasillos, era lo que me tenía muy extrañada por parte suya. Desde que Jeremy llego, no ha hablado conmigo, no se acerca ni nada por el estilo.
“Aunque agradezco de muchas formas esta actitud de el” pensé.
Pero, lo que más me preocupa es su actitud con Jeremy. Cada vez que pasa junto a el lo mira de una forma tan extraña, como si nunca hubiera querido que llegara, con rencor, con malicia, con…ira. Sacudí mi cabeza frenéticamente para sacar al moreno de mi cabeza.
No me gustaría que el problema entre ellos se agrande, no, no me gustaría que se hiciesen daño mutuamente. Me lo imagino y no puedo para de pensar en las consecuencias.
-Ah,-escuche suspirar a la castaña.- ¿Cuánto falta para llegar, Vic?-preguntaba con cara de fastidio.- No creo poder resistir más estas bolsas, su casa está muy lejos.-reprocho.
-Vamos, no seas pequeña bebe llorona.-dije con diversión. Ella se giró hacia a mí, mientras en su cara aparecía un gracioso puchero. Una leve carcajada salió de mi boca.
-¡No soy una bebe llorona!-reclamo poniéndose frente a mi.- Yo soy una…bueno…-.
-¿Eres una bebe llorona?-pregunte de nuevo soltando una risita.
-¡No soy una bebe!-grito en mi cara, reí con una leve carcajada.-¡y mucho menos llorona! Ya estas igual que Sean, solo porque es mayor que yo un par de meses se cree superior a mi aunque no olvidemos el hecho de que es más inteligente que yo y más responsable-la chica iba bajando su tono de voz conforme hablaba del castaño claro.- y…¡pero ese no es el punto!-me sobresalto su cambio tan repentino. Su grito aturdió mis tímpanos como si fuera una bomba.
Sam llevaba ya bastantes días tratando de ignorar a Sean, de no hablar de el y tampoco darle los buenos días pero…le era imposible. Helena me había contado que Sam estaba enamorada de Sean como una loca, así que tratamos de hacerle ver lo que siente pero nos es imposible: ella no quiere reconocerlo.
“No entiendo cuando me convertí en una doctora corazón” pensé soltando un largo y pesado suspiro.
Gire mi mirada hacia Sam y observe como todavía se quejaba de aquel rubio alto de gran atractivo. Otro suspiro salió de mi boca para después hacer aparecer una sonrisa en mi rostro.
-¿Por qué no lo admites?-pregunte como quien no quiere la cosa.
-¿Admitir que?-pregunto ahora ella, poniendo una de sus manos en su cadera.
-Que Sean te gusta.-dije con sutileza girando mi mirada a la derecha esperando un golpe de su parte.
-¡¿Qué!?-grito, de nuevo, en mi oído.-¿Acaso estas mal de la cabeza, Victoria?, a mí nunca me gustaría Sean; aun si me pagaran la cantidad más grande de dinero que puede existir nunca me enamoraría de un presumido como el,-se cruzó de brazos y me volteo la cara indignada.-aunque debo de admitir que es bastante atractivo…¡amo su cabello!, es rubio pero a la vez no, ¡es una excelente combinación!, también es muy lindo. Tiene una actitud que enamora a cualquiera y… ¡¿pero que estoy diciendo?!, ¡baja de tu nube, Pucket!-se gritó a si misma, dándose un par de bofetadas en el rostro.

ESTÁS LEYENDO
Be my valentine.
RomansaElla es una solitaria chica, aficionada al ballet, sin amigos y sin nadie en quien confiar. Su vida da un giro cuando aparece el genio pianista y bailarin, Ian Anderson, que la hara experimientar cosas que nunca antes.