Capitulo 20: Declaraciones.

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Victoria

-Estaba celoso. Celoso de que lo prefieras a el.-

Abrí mis ojos lentamente haciendo que la luz del sol golpeara en mi rostro de lleno. Mi madre había entrado en la habitación había abierto las cortinas y se puso a organizar mi armario. Me senté y mi mente comenzó a funcionar otra vez.

-Él no tiene más derecho que yo sobre ti.-

 Inesperadamente mis ojos se abrieron inconmensurablemente, sentí un calor enorme recorrer mi cuerpo y pude observar, por el espejo de mi tocador, como mis mejillas estaban rojísimas. Hice mis manos puños y, en un intento de frustración, comencé a darme pequeños golpees con ellos en la cabeza. Después de golpearme sin tanta fuerza, recordé sus abrazos y un escalofrió recorrió todo mi ser: sus fuertes brazos rodeando mi cintura, la forma en la que me atria hacia el con tanta insistencia, su esencia, su perfume, su olor…Era tan embriagante que podía quedarme por horas impregnando mis fosas nasales con él.

“¿Qué me está pasando” pensé con frustración mientras colocaba mis manos en mis mejillas.

-Ah,-exclamo mi madre.-veo que ya despertaste.-levante mi rostros para observarla; ella estaba con su típica, dulce y abrumadora sonrisa. Di un pequeño respingo y parpadeo un par de veces.- ¿Por qué tu cara esta roja?, acaso… ¿tienes fiebre?-pregunto.

Salte de la sorpresa, busque desesperadamente algo con que cubrirme, me eché mi cobija encima y avergonzada me cubrí el rostro, aun debajo de las cobijas.

-Victoria, déjame ver si no tienes fiebre.-me quito las cobijas y las manos de encima, puso una de sus manos en mi frente y otra en la suya, hice un puchero en señal de protesta.- Al parecer no tienes nada, entonces… ¿de qué te acordaste, picarona?-dijo mi madre con picardía, levantando ambas cejas.

-¡Madre!-le grite, a lo que ella soltó una gran carcajada.- ¡Fuera de mi habitación!-dije levantándome de la cama, mientras la tomaba de los hombros, la giraba y la encaminaba a la puerta.

-Espera, espera,-se detuvo en seco frente a mi.-antes una cosa-.

-¿Qué es?-.

-¿Qué quieres desayunar?-pregunto, con una amable sonrisa que mostraba todos sus dientes.

-Lo que sea, mama.-dije entornando los ojos con diversión, a lo que ella sonrió.- Ahora fuera, que tengo que vestirme.-termine de decir dándole un leve empujón para sacarla de la habitación.

-Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad?-preguntaba mi madre, mientras daba un pequeño golpecito con su dedo en mi nariz.

-Sí. Si, lo se mama.-sonreí de lado, cerré la puerta después de que ella salió, me recargue en ella y viaje de espaldas hasta la fría alfombra color morada.

“¿Qué me está pasando?” me repetí en mi mente. “¿Podría ser que…? No, no puede ser…”

Golpee con mi muñeca mi frente, fruncí el entrecejo, encogí mis rodillas y con mis mejillas rojas dije:

-Te odio, Ian Anderson-.

Ian

James, Sean y yo, nos encontrábamos en el comedor del instituto mientras desayunábamos. James compro un sándwich normal, con mucha verdura junto con un jugo de manzana, mientras que Sean solo había comprado leche con chocolate en cartón.

-James,-llame la atención del chico de gafas, mientras daba un sorbo a mi jugo de uva. James se giró hacia mí, con un gran bocado de comida en la boca.- ¿Puedo preguntarte algo?-.

Be my valentine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora