Perdida en tu mirada
Capítulo 19
Las noticias de la fuerte nevada habían sido un hecho, las estaciones y carreteras habían sido cerradas completamente.
Eso impidió a George viajar a New York por Annie y los niños del hogar de Pony.
Candy y Albert salieron temprano rumbo a Lakewood antes que la carretera fuera también cerrada. La tormenta estaba a pocas horas de llegar, eso les daría el tiempo suficiente para llegar y regresar con John y la tía Elroy.
Pasada las horas camino a Lakewood, Candy entabló conversación cortando el silencio entre la pareja de rubios.
— Albert, ¿está todo bien? _ Preguntó Candy colocando la mano izquierda en la pierna de Albert.
— ¡Por supuesto cariño! respondió él, mostrando una media sonrisa...— ¿Porque lo preguntas? — dijo tomando la pregunta de Candy confundido.
— Desde esta mañana te he sentido distante, un poco distraído o preocupado se podría decir. ¿Qué sucede? — insistió.
Desde el día anterior, Albert había estado un poco distraído, preocupado por Candy. El momento del encuentro estaba cerca y aun no sabía cómo reaccionaría si Frank o Susana trataban de lastimar a Candy, lo que era seguro, él no lo permitiría.
— Es por la conversación de ayer, ¿Cierto? No te preocupes, todo estará bien. —Candy tomo la mano de Albert y la beso.
— No permitiré que nada pase Candy, ¿Lo sabes, verdad?_ Preguntó él con una dulce y tierna sonrisa. — Eres mi vida entera y si es posible te protegeré con mi propia vida. — Aquellas palabras tocaron el corazón de Candy, una lágrima salió de sus hermosos ojos verdes color esmeralda.
En la casa del faro, la tía Elroy caminaba de un lado hacia otro, preocupada por el pequeño John. El Niño había contraído un fuerte resfriado que temblaba de frío.
La chimenea proporcionaba calor suficiente para mantenerlo caliente, pero el frío era incontrolable debido a la alta temperatura. John estaba delirando, pidiéndole a su madre que no se fuera de su lado.
— John mi pequeño, ¿Qué más puedo hacer? Dios mío ten compasión de mi pequeño sobrino.
— El presentimiento de Candy por John no había sido en vano, la conexión entre ella y el pequeño, había hecho que su corazón sintiera que algo no estaba bien con él desde el día anterior. Albert y Candy tardaron cuatro horas en llegar a la casa del faro, debido a las condiciones del tiempo.
El viaje normalmente era de dos horas máximo.
Al escuchar el sonido del motor de un auto, la empleada de la tía Elroy corrió inmediatamente hacia la puerta.
— ¡Bendito Dios que está aquí joven William! El Niño está muy grave, con mucha fiebre, llama a su madre. — Dijo la mujer secándose las lágrimas. Al escuchar aquellas palabras Candy corrió sin esperar un segundo más.
— ¡Vamos Albert, de prisa!
— Albert salió tras ella, al llegar a la habitación de John, la tía Elroy soltó el llanto.
— William, gracias al cielo que están aquí. John se ha puesto muy mal y no he podido hacer nada. El médico aún no llega.
— Yo lo atenderé, no se preocupe tía Elroy. _ Dijo Candy acercándose a John.
— John, mi pequeño ¿Me escuchas?_ Preguntaba, tocando su cuerpecito inmóvil.
— Mamá. — dijo el pequeño. — ¡Estás aquí!... por favor ya no te vallas, te necesito a mi lado. — No mi amor. — decía Candy. — Jamás me iré de tu lado, Estoy aquí junto a ti.
Por favor Albert, en una vasija pon hielo en agua, necesito agua fría y unas toallas para bajarle la temperatura de inmediato.
— Aturdido, Albert al ver a su sobrino en tal estado se había quedado en shock, nuevamente John veía a su madre.
Caminó hacia la cocina y tomó una bolsa de hielo colocándola en la vasija que la señora Elroy ya estaba preparando con agua.
— Madam Elroy, yo puedo hacer eso madam. — La empleada de servicio que estaba junto a ella le tomó la vasija poco a poco de las manos temblorosas de la tía Elroy.
— Ya estoy vieja para esto Willam, no supe cómo reaccionar, no se me ocurrió ponerles paños de agua fría al niño. — Albert la tomó entre sus brazos con palabras quebrantadas le pidió perdón.
— Perdóname tía, Candy me necesitaba también. ¡Ella tuvo una corazonada sabes! por eso venimos de inmediato y pospusimos los planes de ir a Alemania.
— Candy ama a John y John a ella, no me extrañaría que la ausencia de ustedes lo haya enfermado. Se pasaba horas en el faro observando los veleros y el restaurante de Lauren.
En la habitación Candy comenzó a aplicarle los paños de agua fría al niño para bajar la fiebre. Las mejillas de John estaban tan rojas que parecía le reventarían en sangre.
— Mi amor, por favor recupérate, lucha por tu vida mi pequeño Casanova. Recuerda que prometiste llevarme a Lakewood. Prometiste mostrarme tu bello portal de rosas, John no me abandones tú también. — Musitó Candy.
Albert parado desde la puerta con el retrato de Rosemary en su mano, le pedía que no se llevara a John.
— Perdóname tú también mi amada hermana, yo... — Las lágrimas de Albert no se contuvieron más. — No debí dejarlo solo. Debí haberlo llevado con nosotros. ¡Señor, ten misericordia de mi alma atribulada y permite que John se recupere!
Candy escuchó las palabras de Albert, en el fondo sentía culpabilidad.
Albert se había alejado un par de días del niño por ella. Sentía que era su deber y responsabilidad hacer todo lo que estuviera a su alcance para salvar al niño.
Casi era de mañana, la tía Elroy se había quedado sentada en el sofá cerca de la recámara de John, Albert sentado en una silla con el rostro sobre la mesita de noche a un lado de Candy se había quedado dormido. Estaba agotado, del viaje, el estrés, la preocupación por Candy y su seguridad, el encuentro con Frank y ahora la enfermedad de John. Era fuerte y podría soportar cualquier cosa, menos ver a su sobrino sufrir y ahora su amada.
Candy había pasado toda la noche en vela, cambiando los paños de agua fría al pequeño.
Gracias a Dios la fiebre había bajado, el té de manzanilla que había preparado la señora Liz por orden de Candy, había logrado que el pequeño tomara pequeños sorbos de té. Candy le había hablado a cada momento al pequeño, para que supiera que ellos estaban junto a él.
— ¡Candy!.. — pronunciaba su nombre una suave y tierna voz.
— Mi Casanova. — respondió ella.
— ¡Nos has dado un gran susto mi vida!... No me vuelvas a asustar de esa manera John. Está prohibido para ti enfermarte de ahora en más. ¿Me escuchas? — musitó con su rostro cubierto en lágrimas.
— ¡Albert!... ¡mi amor!... El niño ha despertado. — Albert despertó al escuchar la voz de Candy.
— ¡Santo Dios! Me quedé dormido. Lo siento. — dijo en tono vergonzoso.
— Tío. — musitó John.
— No hables mi hombrecito, guarda energías, necesitas recuperarte...
— Tío ¿te irás? ¿Te llevarás a Candy contigo nuevamente?
Al escuchar las voces, la tía Elroy despertó y se incorporó a la conversación.
— ¡John!... ¡John!... oh mi niño, gracias al cielo que has despertado.
Candy mi niña... y todo gracias a ti, no cabe duda que eres una bendición y lo mejor que nos ha pasado en la vida desde la muerte de mi sobrina.
— No es nada señora Elroy, John es mi niño y, Yo soy su segunda o tercera madre. — dijo ella con lágrimas en los ojos.
Albert la abrazo por detrás y le dio un tierno beso en la cabeza.
— Tía... Tú y John vendrán con nosotros a Chicago, cuando el niño pueda viajar. _ En ese instante el doctor hizo su entrada.
— Joven Ardlay, Madam Elroy, disculpen la demora. Pero las condiciones del tiempo y la carretera no me permitían salir. Veo que el paciente ha mejorado.
— Así es doctor. Candy logró bajarle la fiebre al pequeño.
— Mucho gusto señorita — dijo el doctor.
— Mi nombre es Candice...
— Candice Dustin, doctor Campbell, mi prometida.
— Respondió Albert al ver la duda en presentarse Candy formalmente —Mucho gusto Lass. — murmuró el doctor con su acento escocés.
— ¿Lass? preguntó Candy un poco confundida.
— Es palabra escocesa. — respondió Albert.
— Significa "muchacha".
— Estás igual que yo Candy. — sonrió John.
— debemos aprender escocés juntos, ahora que serás mi madre. ¡Ja ja ja ja! —Todos sonrieron ante la ocurrencia de John.
— Y dígame señorita Candice. — Candy, llámeme Candy, doctor. —Sí, Candy, además de aplicarle paños fríos, ¿Qué más le dio al niño?
— Un té de manzanilla para mantenerlo hidratado. ¿Algún problema doctor? — Eh, no ninguno. Le aplicaré una inyección de ampicilina para que no regrese la fiebre en caso de infección.
— No... Inyección No. —Gritó John. — Candy, la mano del doctor es muy dura, la última vez no pude sentarme por tres días. Por favor no permitas que me toque con esa aguja.
— Y eres un chiquillo valiente. — dijo el médico con la inyección en la mano.
— Pero tengo que hacerlo si quieres recuperarte. — al ver las manos tan grandes y toscas de aquel hombre, aun Candy se asustó.
— Doctor, si me permite yo podría ponérsela, ¿Dejarías que yo te la ponga John? — ¿Usted? — Preguntó el doctor.
— Soy enfermera graduada, de una de las mejores universidades de New York. — En ese momento Albert volvía a entrar a la habitación. "Tal como lo imaginé " — Pensó él. — "Todo su profesionalismo no venía de la nada"
— Doctor Campbell, permita a la señorita Dustin hacerlo.
— Candy dio un pequeño brinco al escuchar las palabras de Albert detrás de ella.
— Albert, yo... — dijo un poco nerviosa.
— ¡Tranquila tesoro! ¿Puedes poner la inyección a John? — Candy asintió. Tomando la jeringa de la mano del doctor Campbell. Con delicadeza, limpio el área de la pierna de John y dejó salir el líquido poco a poco, masajeando el área para que el líquido se distribuyera en toda la pierna.
— ¡Listo mi tesoro!
— Dolió un poco, pero no sentí mucho dolor. — musitó abrazándola.
— Veo que es una enfermera con mucha experiencia, principalmente con los niños. — Sonrió el hombre, guardando sus instrumentos en su maletín.
— Muchas gracias joven William.
— Gracias a usted doctor. — dijo Albert estrechando la mano.
— Felicidades por su compromiso. — el doctor se retiró con un gesto caballeroso.
— ¿Así que prometida?...— La sonrisa de Candy y John eran de felicidad.
— Ahora si es cierto. — Dijo John.
— ¿Pero dónde está tu anillo?
— ¡Johnnn!.. Pronunció Albert. — Siempre te me adelantas.
_ Aquí está. — dijo la tía Elroy, quien tenía una cajita de madera color caoba en su mano. Albert la tomó e inclinó una rodilla.
— Candice Montgomery Dustin, eres la mujer más maravillosa que he conocido en toda mi vida.
— La única. — dijo John. — Los cuatro se pusieron a reír ante tal indiscreción del pequeño.
— Con este anillo que ha pasado de generación en generación y que perteneció a mi madre quiero pedirte que te cases conmigo. Ya no veo mi vida sin ti.
— Pronunció Albert nervioso las palabras más importantes de su vida ante. John se había quedado sin palabras, y la tía Elroy con las manos apretando su chal con el color del clan Ardlay.
— ¡Si! Acepto. — respondió Candy colocando un suave beso en los labios de Albert.
Continuará.
Ufff. Chicas ya no tengo palabras para disculparme por la tardanza en esta novela.
La verdad es que casi la abandono. Pero gracias a sus comentarios decidí continuar.
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Perdida en tu mirada
RomanceAlbert y Candy Fic, Romance y Drama. Los personajes no me pertenecen, son de su creadora Keiko Nagita e Yumiko Igarashi. Candy es una joven de 23 años quien tiene una relación con el actor Frank Lee. Un hombre posesivo y celoso. El joven actor tie...