Laila: La Soledad No Es Buena Amiga

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Decir que la soledad es algo sencillo sería la mayor mentira que puedo hacer. Después de enviarle las cartas a mi hermana, planeo una visita para hacerme de la confianza de Irami, al comprender su resentimiento me impulsó a pedirle hacer la paz, hacer crecer el reino.

—¿Qué haces aquí, Laila? —pregunta poco amable.

—Quiero que seamos amigas —dicho eso, ella rompe en carcajadas, se tumba al sillón y patalea —¿Qué es tan gracioso? —intento contenerme.

—Todavía no comprendo cómo mi hermano pudo dejar el dominio del lado oscuro a una estúpida mocosa —comenta severa.

—Yo sí, y créeme que no me gusta la razón —comento gélida. No quiero mostrar debilidad en mi voz.

—Explícate —le doy un breve resumen de lo que me dijo Amira sin que yo suene la torpe e ingenua que fui.

—Jamás me gustó que Seth fuera donde a ese infeliz —responde enojada—. Y mucho menos que nos haya utilizado en el proceso.

—No comprendo —ladeo la cabeza. Ella me mira enojada.

—Tú jamás hubieras tenido la fuerza y la inteligencia para conquistar el lado oscuro. Eres débil y patética...

—No vine aquí a ser insultada. Entiendo que no tenga las agallas para hacer todo lo que ustedes dos hicieron, pero si te digo que fue por mí que a tu hermano no lo destronaran hace más de cien años y no fue porque maté a alguna persona sino por lo que puedo hacer, pero eso no te importa. Lo único que quiero es que por lo menos hacer el intento de llevarnos bien por el bien de nuestras cabezas.

 Ella se queda en silencio por un rato hasta que dice:

—¿Qué hiciste para que no mataran a mi hermano? —pregunta intrigada.

—¿Viste lo que hice con los aldeanos? —asiente.

—Les di una vida, una oportunidad de mejorar y hacerles sentir que si valen o por lo menos para ellos.

—¿Eso es tu famoso plan? —contiene las ganas de reírse.

—Los planes sencillos, pero inteligentes son los que perduran ¿Qué se siente que te utilicen Irami? —rodeo el escritorio donde está ella detrás sentada en su sillón y me coloco al frente de ella—. ¿A caso no te aburres de ser el títere de tu hermano?

—Cállate o quieres que te mate ahora mismo —exclama enojada.

—No te gusta que te hagan sentir menos, que no vales nada ¿verdad? Bueno eso era el sentimiento de los aldeanos y por muchos soldados que tengan no los derrotarás a menos que les des algo que perder. Y yo les di eso.

 Ella se queda perpleja.

—Prosigue —se tranquiliza.

—Les di casas, comida, empleo y alenté sus capacidades. Les di una poderosa razón para no traicionarnos —hablo serena y con las manos unidas en mi vientre.

 Ella me mira extrañada, pero accede a duras penas hacer la paz, pero dijo:

—No te creas que seremos amigas porque eso jamás pasará.

—No te preocupes —no necesito tu amistad, quiero tu obediencia.

 Me fui del castillo del Sur con una sonrisa maliciosa. Al llegar a mi castillo que es el del Norte, la sombra que había enviado hacia mi hermana me recibe en el estudio de Seth.

—¿Y bien? —exijo frenética.

—Le entregué el cofre que me ordenó a darle —responde monótono.

—Bien, ¿y qué le dijo y cómo reaccionó? —pregunto al punto de perder la razón.

—Quiso quemar el cofre —responde sin emoción.

 Me derrumbo mentalmente.

—Pero no lo logró porque estaba una mujer de cabello rosado y le impidió quemarlo —menciona a Eva.

—¿Y te regresaste tan pronto, no te quedaste a ver lo que pasaba? —pregunto confundida.

—No mi señora, la mujer que me ordenó a entregarle el cofre quiso matarme —dijo tranquilo ignorando que por poco lo matan.

—Está bien —me acerco al cajón del escritorio y saco una piedra pequeña de plata—. Por tus servicios.

 La cara se le ilumina.

—Muchas gracias mi señora —dice tomando la piedrita de plata.

—Sabes que me tienes que obedecer y hacer todo lo que te pido si quieres seguir viendo estas piedras —le advierto seria.

—Sí, mi señora no le fallaré —dicho eso toma la piedra y se la guarda en unos de los bolsillos del pantalón y se marcha dejándome sola en el estudio.

Por favor que mi hermana lea todo lo que le escribí para que me entienda.

 Transcurre los años y mi hermana no me escribió ni una vez. Le mandaba mensajes a ella y a Eva para suplicarle que hablara con ella. Pero lo único que recibí fue:

He intentado hacerla entender que te busque, de que mejoren su relación. Incluso le dije a Beck para que él intentara convencerla, pero ella evade el tema por todos los medios. No puedo hacer más, Laila. No puedo entrar en su corazón para ver si lo puedo ablanda,r pero es inútil.

Lo siento.

Con amor, Eva.

 Esa carta me deprime aún más. Irami me escribe cartas con las cosas que había implementado y le daba resultados, sin embargo, nunca puso las gracias. No importa, con tal que haga lo que yo quiero es más que suficiente. El reino prospera de manera significativa, me alegro que todo salga como quiero. Pero no me siento como debería sentirme, pensé que hacerles la vida feliz me llenaría de felicidad a mí también, pero no es así. Caminar por los pasillos del castillo me hace sentirme triste y sola, no tengo a nadie más a parte de mi guardián con quien hablar. Todos me temen, se limitan a arrodillarse y hacer todo lo que les ordene. Seth ya tiene doscientos años que se fue al Inframundo, lo extraño demasiado incluso para decirme lo estúpida que puedo ser. Pero necesito a alguien que me haga feliz o por lo menos compañía.

 He visto a las mujeres quedar embarazadas y yo quería hasta que me enteré de cómo quedar en estado. Si solo el hecho de que otro hombre me tocara la mano, Seth lo mataría y me cortaría la mano. Eso lo saben la gran mayoría y por eso nadie se atreverá a entablar, aunque sea una amistad. Llego a la habitación de Seth, él me permitió quedarme con la simple condición que mantuviera todo como él la había dejado. Y eso hice, no quería cambiar nada. Las sirvientas me ayudan a quitarme el vestido y me preparan el cuarto de baño. Entro en el pozo lleno de agua y pétalos de flores. Una de la sirvienta sumerge una esponja y me lava el cuerpo. Salgo del pozo y me coloco una bata. Las tres mujeres se van y me dejan sola. Llego a la cama y me quito la bata y me pongo una camisa de Seth, siempre la uso, tiene su aroma y su calidez que me hacen sentirme menos sola. Recuesto mi cabeza en la suave almohada y de inmediato me quedo dormida.

Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora