Al observar la vista que me ofrece el castillo central del inframundo me da una tranquilidad profunda. Fue más sencillo conquistar el inframundo de lo que esperaba, era más fuerte y poderoso aquí. Podía someter cualquier criatura que quisiera solo con el chasquido de mis dedos. Tomo mi copa de vino y observo a lo lejos todo lo que hice. Y lo mejor de todo es que es mío, no tengo porqué compartirlo, y mucho menos rendirle cuentas a nadie ni siquiera a Kenan, cosa que me hace sumamente feliz. Termino mi copa y me voy a mi habitación. Está en silencio, sin que nadie perturbe mi paz, me tiro en mi cama y río descontroladamente.
—Nunca he sido tan feliz —exclamo tranquilo.
Cuando pasa mi risa me fijo en el pequeño collar que me había tirado Liora, luego me enteré que era de Laila, es sencillo. Una cadena de oro con una piedra oscura.
—Mi pequeña Laila. Quien iba a pensar que me terminaría enamorado de ti —suspiro con el collar en la mano.
Es tonto sentir esa clase de sentimientos, pero no puedo evitarlo. Es innegable que me saca de mi compostura, pero me gusta creo que es la única mujer que se lo permito, ni siquiera a mi propia madre. Me levanto y dejo el collar en la mesa. Fue divertido cuando Liora me lo tiró y me dijo que se lo diera a su hermana. Me daba lastima Liora, aunque no es algo que me moleste, me gusta hacerla sufrir. Como me convino que Liora odiara a Laila y sin hacer nada, bueno casi nada. No fue sencillo, pero si valió la pena.
Le digo a mi guardiana que se quede a cargo mientras yo me ausento. Abro un pequeño portal al mundo de los vivos y lo traspaso. Me encuentro en el jardín del castillo del norte, todo está en absoluta calma demasiada para mi gusto. Camino por los pasillos, los guardias me miran nerviosos y siguen con sus rondas.
Ya hablaré con Laila al respecto.
Llego a las puertas de mi habitación y los guardias las abren sin importar que Laila se pueda despertar. Y aun así piensa que la respetan. Camino sin hacer demasiado ruido, en cierto modo quiero asustarla. Es increíble que ella no tenga miedo de nada, claro se acobarda o no le gusta ciertas cosas, pero miedo jamás. La miro dormir tranquilamente sin importar que sus guardias abrieran las puertas con demasiado ruido para mi gusto. No ha cambiado nada, sigue siendo la misma mujer hermosa con su cabello negro, sus labios grandes y jugosos, su piel blanquecina y delicada como la seda. Me desvisto y camino desnudo hasta el otro lado de la cama, me meto en ella sigilosamente y me pego por detrás de Laila. Le acaricio las piernas subiendo hasta llegar a sus muslos, me hago espacio para llegar a su vagina, la manoseo en esa área hasta que estira las piernas y volteándose rápidamente. En cuanto me ve se tranquiliza y se lanza hacia mí.
—Yo también te extrañé —digo abrazándola.
—¿Por qué te tardaste tanto en regresar? —se sienta en mi regazo sin tocarme la verga.
Tramposa.
—Tenía otro reino que gobernar ¿recuerdas? —le acaricio el muslo.
—Claro, pero igual me sentía sola —hace un puchero.
—Yo también, pero no podía darle más vueltas al asunto, tenía que dejarte y créeme que siempre te tenía en mis pensamientos —con una mano le acaricio el muslo y con la otro su cintura—. ¿Esa es mi camisa?
¿Utiliza mi ropa?
—Sí, solo la utilizo para dormir —dice rápido.
Me siento, ella todavía encima de mí y le quito mi camisa. La vista es mucho mejor que la del inframundo. Sus hermosos pechos son lo primero que toco, los acaricio y pellizco uno de sus pezones, ella chilla, pero no se aparta. La levanto y la acuesto. Introduzco unos de sus pechos en mi boca causando varios gemidos de ella, ella mantiene mi cabeza pegada a sus pechos. Esa es mi chica. Mis manos se van a su vagina que la cual ya está húmeda, sonrió. Le meto dos dedos en su interior y ella chilla pidiendo más.
—Tranquila que apenas empiezo —la reprendo cariñoso.
Los meto hondo y los saco a una velocidad que hace que ella se corra. Me chupo mis dedos, tomo una pierna de Laila y la coloco en mi hombro y la otra la aparto. Me acerco con mi boca a su húmeda vagina y le beso apasionado su interior tragando su líquido. Ella mueve sus caderas hacia mi boca moviéndola rápidamente. Me separo de ella, tomó mi verga en la mano y la penetro duro como a ella le gusta. Enrosca sus piernas en mi cintura aferrándose a mí. No tardo en venirme junto con ella. Busco sus labios y me recibe felizmente.
La hago mía toda la noche para amanecer abrazado a ella. Cuando despertaba siempre tenía una mujer al lado, era fastidioso que se montaran y me tocaran. Ya había tomado lo que quería lo demás era puro desperdicio. Pero por alguna extraña razón despertar con Laila en mis brazos era distinto, no me molestaba, todo lo contrario, hacía que me quedara más tiempo con ella.
—Laila, despierta — le susurro en su oído —. Tenemos que ir a un sitio.
—No, quedémonos un rato más —se esconde dentro de las sábanas.
—No podemos —me levanto y me pongo mi ropa. Laila se sienta en la cama con el cabello revuelto y ojerosa.
—Estás del asco —le digo bromista.
—Eres muy amable —contesta irónica
Me volteo para ir al cuarto de baño, pero una almohada me golpea la espalda.
— ¿Me lanzaste una almohada? —pregunto recogiendo la almohada.
—No amor —responde levantándose rápido de la cama. Si no fuera por el hecho de la sorpresa que le tengo la hubiera lanzado a la cama y me la follara ahora mismo. Pasa al cuarto de baño y se lava el cuerpo. Sale y se viste con un vestido simple, lo que es raro, ya que ella le gusta que sus vestidos sean elegantes y elaborados.
—Vámonos —la tomo y nos transportamos a un lugar que juré no volver. Son las ruinas de un templo que había descubierto antes de conocer a mi madre y a Irami.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Seth? —pregunta Laila recorriendo el lugar.
—Es parte de tu sorpresa —me acerco al centro del pequeño templo destruido por mí. Me agacho y tocó el círculo de piedra. Este se abre y meto mis manos sacando el cofre que había escondido años atrás.
—¿Qué es esto mi amor? —le entrego el cofre a Laila.
—No lo sueltes y mucho menos lo abras hasta que yo te diga —la tomo del brazo y desaparecemos de ese lugar para estar en el templo de Kenan cerca de su castillo.
—¿Qué es este lugar? —sigue haciendo preguntas.
—Es complicado, pero necesito que te quedes aquí y te sientes allí —le señalo los escalones—. Ahora vuelvo.
—Pero a dónde te vas...
Pero no me detengo y salgo del templo donde Kenan me convirtió en un Dios.
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Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]
FantasyEsta magnifica historia narra la niñez de Laila Godness y su hermana Liora Godness. Las cuales tuvieron que ser separadas en su niñez debido a sus naturalezas. La historia se centrará en el crecimiento de Laila por el poder del reino oscuro sin impo...