Aryana: Una Semana Complicada

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La señora Lilith resulta ser una yegua amigable. Mientras que estoy curándola del ala me pide que le hable de las condiciones de los establos y el consultorio. Le explico los arreglos que hice y las mejoras en los pacientes. Le enoja que yo tuviera que pagar la mayor parte del material que implemento día a día.

-¿Me estás diciendo que no hay nada de medicinas para los animales? -me pregunta furiosa.

-Lo que traigo de la casa de mis padres, señora, pero no se preocupe que surtí todo el consultorio para la llegada del rey -la tranquilizo.

-No es eso Aryana -camina por toda la habitación-. En parte no es eso. Sino que junto con Cosmo y yo firmamos un convenio que estipula que todo el material implementado sea en limpieza o mantenimiento, correría por cuenta del castillo.

 Dicho eso ella sale de la habitación y no regresa por un buen tiempo.

-Creo que ya no vendrá -comenta Nairn.

 Me dispongo a salir de la habitación cuando vuelve a entrar hecha una furia.

-¿Cómo se atreven de verme la cara de estúpida? -estalla.

-Mejor me voy -propongo.

-¡No! -me frena.

 Paso el resto de la tarde tranquilizándola y curándola. Me voy justo en el momento de la cena. En cierto modo estoy alegre porque vuelvo a tomarles cariño a los dioses al darme cuenta de que no me estaban robando sino los encargados.

"¿Y qué pasarán con los encargados del castillo?"

No tengo ni idea.

 Terminamos de comer y me voy a mi cuarto. Ha llegado el ansiado día de la llegada del rey. Quería estar en el desfile anual de su llegada, pero como ahora trabajo aquí no podré verlo. Ibay y yo estamos tranquilas esperando a los animales heridos o cansados del viaje.

 En cierto modo no me esperaba la cantidad de animales que me tengo por curar. Mando a Ibay a acomodar y alimentar a los caballos y los animales en cautiverio en los graneros y corrales mientras yo me ocupo en curar cualquier herida o fractura.

 Se sorprendieron en cuanto me vieron, preguntando por el antiguo curador y por supuesto no faltaba el típico comentario sobre mi rostro. Agradezco que mi pantera esté aquí para asustarlos. No descansamos hasta pasada la medianoche cuando me toca examinar los animales capturados por el ejército del rey. Se muestran temerosos a que los examine.

-No les haré nada malo, solo quiero curarlos.

-No les digas eso, los asustarás aún más -me sorprende Kai detrás de mí.

-¿No deberías estar durmiendo? -le pregunto volteándome hacia él.

-¿Cómo pretendes de que duerma con tanto griterío? y que encima me colocaron a un asqueroso burro de compañero -se queja.

 Él me ayuda a tratar a los animales que en su mayoría son hembras y cachorros. Terminé de colocarlos cómodamente en sus jaulas. Me acerqué a la última jaula y veo que me faltó un último animal.

-Hola mi cielo ¿cómo estás? -le digo al animalito que no se deja ver muy bien.

 El animalito tiembla dentro de su jaula. La abro y tomo el animal. Este rasguña al aire, pero lo tranquilizo.

-No te haré nada malo ¿sí?

 Él me mira con auténtico temor y permite que lo acune en mis brazos. Lo llevo a mi consultorio, le curo sus heridas y le doy de comer.

-¿Cómo te llamas? -le pregunto al tigre bebé. Su pelaje me encanta, es blanco con franjas negras.

-Iñaki -dice devorando la carne que me sobró.

-¿Y cómo un cachorro como tú anda solo por acá?

 Él me mira triste.

-Mis papás los mató un hombre de cabello blanco -dice triste-. Me tomó donde me había escondido y me tiró a la jaula.

¿Cabello blanco?

 El único que sé que tiene el cabello blanco es el rey.

-¿Y viste si alguien más tenía el cabello blanco? -le pregunto.

-No, todos los tenían oscuro y además el de cabello blanco les daba órdenes a los otros.

Es el rey.

 Pienso decepcionada. En cierto modo sé que las conquistas hay guerras, muertes y masacres, pero era algo que simplemente no quería aceptar. Desde pequeña mis padres siempre me enseñaron a amar y a temerle a los dioses, sean oscuros o de la luz. Mi favorito siempre fue el dios de la verdad, incluso me consagré a él porque me gusta su filosofía de anteponer la verdad ante todo. Pero no sé si pueda con esto o por lo menos aceptar que la naturaleza de los dioses sea complicada, y lastimosamente me tengo que regir por sus reglas. Acomodo a Iñaki en un rincón del consultorio y me voy a hacer guardia toda la noche por si los nuevos huéspedes hacen alguna reacción a las pociones que les di.

 Pasó una semana entera y no supe para nada de Lilith y Eneka. Entreno a los animales que trajeron en contra de su voluntad. Al principio no querían hacer nada, pero los alenté hacer aunque sea algún movimiento. El soldado que habían puesto al mando de domarlos lo eché de inmediato porque los azotaba si no hacían nada de lo que él decía.

-Usted no tiene ninguna autoridad aquí -protesta.

-Y usted no tiene derecho a pegarle a esas criaturas -me enfrento a él-. O solo porque tiene un látigo lo hace amo y señor del castillo.

 Los animales que estaban por allí se acercaron y le quitaron el látigo al soldado.

-Haga algo -dice defendiéndose de los halcones que lo picotean.

 Llamo al jormungadr. La enorme serpiente aparece y me acaricia el rostro con su lengua.

-Lárguese si no quiere ser azotado, pero no por mi sino por todos los que están aquí -abro mis brazos señalando a los animales.

 El soldado sale corriendo y se va para no molestar más por el resto de la semana. Con esto me gané a los demás animales y empecé a entrenarlos en combate y a educarlos en el arte de la lectura y filosofía. Poco a poco me empecé a hacer una pequeña fama hasta el punto que el rey me mandó a llamar.

Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora