Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]

Cosmo: Mi Vieja Amiga

Tras pensarlo y analizarlo he decidido en que sí, extraño a Lilith y la quiero a mi lado. La busco por todo el castillo pero recuerdo que ella está con la mugrosa de Aryana. Me dirijo hacia su consultorio para ver si sabe dónde está Lilith. Para mi sorpresa no está por ninguna parte. Observo su consultorio y es impresionante lo ordenado que está, no hay nada sucio, todas las vendas y los implemento están en su lugar.

-¿Puedo ayudarlo? -preguntan detrás de mí.

-Por supuesto -le respondo a una mujer de tez morena y traje parecido al de Aryana pero no es tan ceñido.
De inmediato la mujer se arrodilla

Ella me puede ayudar con Aryana.

-¿Sabe dónde se encuentra la señorita Aryana? -le pregunto.

-Ella no trabaja los fines de semana, mi señor -dice todavía en el suelo.

-¿Cómo que no trabaja los fines de semana?

¿En serio? ¿Y si hay una emergencia o algo así?

-Así está en su contrato, mi señor.
Dejo a la mujer en el suelo y me voy a los establos para ver si Lilith está allí.

Maldición.

 No está en ningún lado. Me voy al cuchitril del despacho del jefe de encargados del castillo. Mi gran impresión es que el muy inepto está durmiendo en su escritorio. Azoto violento la puerta y el imbécil se despierta.

-Mi señor -se incorpora velozmente en cuanto me ve.

-Dame una maldita razón para no darte a los jormungandr ahora mismo -le agarro por la camisa.

-Perdóneme mi señor -lloriquea.

 Lo empujo contra la silla pero se cae al suelo.

-Búsqueme el expediente de la señorita Aryana Lightweight y me lo entrega en mi estudio, inmediatamente.

-Sí, sí, señor.

 Me teletransporto otra vez a mi estudio todo hecho una furia, me siento en el sillón porque un gran dolor de cabeza se me explota. Pasa un rato y unos de mis guardias me entrega el expediente que ordené. Leo el documento detenidamente hasta llegar donde quería. Invoco a una sombra y le entrego la dirección de Aryana.

-Quiero que la sigas todo el tiempo sin que se dé cuenta -busco una moneda de oro para dársela como incentivo-. Pero primero quiero que vayas y busques a Lilith y me digas dónde está ¿entendido?

 La sombra asiente y le doy la moneda. Me quedo pensando por un rato que voy a hacer con Aryana. No puedo despedirla porque por muy a mi desgracia es bastante eficiente en su trabajo y me ha dado más resultados que su antecesor. No puedo hacerle nada físicamente porque ya con su cicatriz es más que suficiente, pero sí puedo engañarla. No termino en concretar mis ideas porque entra mi primer al mando recordándome los lugares que tengo que ir.

 Después de un largo día de trabajo me voy al comedor a cenar solo porque la sombra que mandé a buscar a Lilith me había dicho que estaba con Aryana en su casa. Después que me dijo eso pasé el resto de la tarde irritado. Termino de comer y me voy a mi habitación a pensar que voy hacer con mi vida y la de Lilith. Cuando iba a meterme en mi cama llaman a la puerta.

-Adelante -grito y me levanto de la cama cansado.

 Entra una mujer con poca ropa y con cara conocida.

- ¿Qué haces aquí? -pregunto irritado.

-¿Por qué me trata así, mi señor? -se acerca a mí y me empieza a besar en el cuello.

 Ella empieza a quitarme la camisa, seguido de mi pantalón quedándose a jugar con mi pene, se lo mete en la boca y empieza a succionarlo lento pero duro a la vez. Ella sigue así y en vez de pensar en la mujer que tengo en mi entrepierna, pienso en Aryana y cómo me la chuparía, solo con el pensamiento me corro en la boca de la mujer, que ni me importa en cómo se llame. La echo de mi habitación y me voy con una sonrisa de oreja a oreja a mi cama pensando en cómo haré en llevarme a Aryana a mi cama.

 Paso todo el día leyendo las novelas que estaban en mi biblioteca para ver si puedo entender o aplicar las cosas o palabras que utilizan los hombres para enamorar a las mujeres. Le pidiera ayuda a mi madre pero ella prohibió que se jugara con el amor de las personas.

-¿En serio le gusta esto a las mujeres? -me confundo.

 Es tanto lo empalagoso que lo dejo y busco a Lilith otra vez. Para mí fortuna y desgracia la encuentro con el imbécil de Kai.

-Lilith -la llamo, el caballo se va y me deja con mi guardiana.

-¿Qué quieres? -se voltea y se intenta ir pero la detengo.

-Quiero mostrarte algo -la tomo por la correa y me la llevo al castillo.
Subimos todos los escalones hasta llegar a la torre donde haré que Lilith vuelva a ser mía otra vez. Pasamos por la puerta y cierro la puerta con seguro.

-¿Qué vas a hacer? -me mira desconfiada.

 Me acerco hasta la pequeña fuente que está en todo el medio de la habitación. Tomo el cáliz que había traído más temprano para el ritual de unión entre Lilith y yo. Lo sumerjo en el agua ancestral y lo saco con el agua casi que desborda.

-Ven, acércate -le hago señas.
Ella camina confusa hacia mí. Tomo el cuchillo y me hago un corte en la mano. La sangre brota, hago que caiga en el cáliz.

-Dame tu pata -ella me la da.

 Hago un corte, hace una mueca, pero no se aparta.

-Esto era lo que querías.

 Conjuro con el cáliz en la mano el hechizo que utilizó mi padre para unirme a Lilith hace más de mil doscientos años. Bebo del recipiente y Lilith igual. Siento como en mi mente se va abriendo y uniendo con la de Lilith. Otra vez siento a Lilith en mi mente como siempre debió ser, pero mi arrogancia no me lo dejó ver.

-Espero te guste parte de tu regalo -ella se transforma en una persona otra vez y me abraza amorosa.

-Me encanta -se aparta de mí y se vuelve otra vez una yegua.

-¿Por qué te transformas? -pregunto confundido.

-Porque así nací y me gusta como soy.

 Salimos de la sala de la torre, la conduzco de nuevo a la biblioteca y le digo la última parte de mi regalo.

-¡¿En serio?! -exclama emocionada.

-Sí, claro te lo mereces eso y más -exclamo alegre.

 En cierto modo me alegra que tenerla otra vez a mi lado, ella ha sido lo más importante que he tenido y la única que me ha apoyado en todo momento y en mi opinión darle el mando de la colonia de Zaragoza es más que merecido, es tranquilo, no hay conflictos y sobre todo podrá hacer lo que siempre quiso.

Tener su viñedo.