Aryana: Indignaciones

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Cuando iba cruzando el puente para llegar al castillo grande, me detengo a pensar en cómo lograré recuperar a Iñaki, el rey lo tiene y será inútil así sea verlo; pero también recuerdo que él está en el campo entrenado a mis animales.

¿Tan difícil era avisar?

 Me desespero y no sé qué hacer, quiero a Iñaki y me preocupa en cómo debe estar. Regreso a mi consultorio como una perdedora traicionera por hacerles creer a los animales que tendrían una vida digna.

—¡Aryana! —grita Lilith detrás de mí.

—¿Mi señora? —digo confundida.

¿Qué hace ella aquí, no debería estar con el rey en el campo?

—Qué bueno que te encuentro —se coloca al frente de mí—, necesito que me ayudes con algo.

 La escucho atentamente y no puedo creer como una persona puede ser tan cruel y malcriada.

—Pero los animales y menos Iñaki son una mascota —exclamo indignada—. Aunque no entiendo algo.

—¿Qué cosa? —pregunta esperándome en la puerta.

—¿Por qué no está en el campo con el rey?

 Ella mira al suelo y no dice nada. Caminamos hasta la biblioteca del rey para liberar a Iñaki, me traje mis cosas para dar a entender que lo voy a curar de alguna dolencia. Llegamos hasta la biblioteca y los guardias ponen su objeción.

—El rey no deja a entrar a nadie sin su consentimiento —dice uno de ellos.

—El rey me dijo que podía estar donde quisiera así que si me disculpan, ahí dentro está la mascota de rey y está muriendo y si no hacemos algo, pasará al otro reino ¿o acaso le quieren decir al rey que su premio murió por su culpa?

 Los guardias se miran desconfiados y nos dejan pasar.

—Que sea rápido.

Al estar adentro me doy cuenta de cómo está Iñaki. Todo encadenado y magullado.

—Mi bebé —me agacho con junto a él pero me rechaza.

—Vete, mentirosa —me da la espalda.

—No, claro que no, yo no te he mentido. No sabía lo que te había pasado.

—Vamos, hay que hacerlo rápido —dice Lilith hurgando en mis cosas.

—Mira necesito que te tomes algo —le digo a Iñaki. Él voltea y me ve triste y asustado. Aunque haya crecido bastante no deja de ser un niño que quiere a sus padres.

 Saco el jarabe que hace vomitar al que sea el que lo tome. Él lo bebe sin problemas. Lilith busca las llaves de la correa en el escritorio y viene hacia nosotros. Libera a Iñaki y se lo monta en su lomo. Antes de que le dé náuseas. Los guardias no quisieron dejarnos ir por el tigre pero al ver que este estaba en proceso de dejar su huella y no precisamente de buena manera. Salimos corriendo hasta la entrada donde Iñaki empezó a vomitar.

—No le pudiste dar otra cosa —se queja Lilith.

 Me deja llevarme al tigre mientras que ella les ordena a las criadas que limpien el regalo de Iñaki. Llego al consultorio con mi bebé debilitado por el jarabe y lo más probable no haya comido nada este fin de semana. Lo acuesto en su camita y le doy algo para los vómitos y espero un rato para poder darle algo de comer.

— ¿Tienes hambre? —le pregunto a Iñaki.

—Sí, mucha —dice más fuerte de cómo me lo llevé—. No comí nada allá.

— ¿Y por qué no? —Le pregunto—. ¿No te dieron nada?

 Me levanto y voy a la cocina del castillo pequeño y me dan un trozo pequeño de carne. Al parecer a llevarse a todos los animales disminuyó el trabajo y la comida. Llego al consultorio y le doy la carne. Él me cuenta que estaba en su cama cuando un hombre con cota de malla lo tomó y se lo llevó, él estaba débil no sabía por qué pero no lo suficiente para lastimar al soldado. Llegó a la sala del trono y se lo dio al rey. El rey le puso un collar y se lo llevó a la biblioteca pero Iñaki se resistía y el rey le dio con una barra envenenada de la flor de Zomalia, que deja un gran ardor en la zona que toque. Cuando llegó a la biblioteca quiso jugar pero el rey no lo dejó y lo encadenó en la esquina quedándose solo por un largo tiempo.

— ¿Y cómo defecabas? —pregunto organizando algunas cosas.

—El rey tenía una vasija y allí hacía —termina de comerse su carne y se queda dormido.

Pasé toda la tarde esperando a que llegaran los animales en especial a Kai, me preocupa que por su terquedad le hagan daño. Ya muy entrada la noche veo solamente a los caballos exhaustos y cansados.

—Necesito que los alimente y cure sus heridas —dice un soldado que al parecer tiene un buen rango para estar dando órdenes—. Los quiero listo para mañana temprano.

—Disculpe señor pero cuándo tenían pensado en por lo menos avisar que se llevarían a los animales.

—Lo estoy haciendo ahora —me mira de arriba abajo—. Haga lo que le estoy diciendo que tiene trabajo que hacer.

 Antes de que se vaya.

— ¿Qué pasó con los demás?

—Fueron llevados a otros lugares.

 Me quedo enojada toda la noche hasta casi llegar la medianoche, que llegó el rey a mi consultorio enojado.

—Se puede saber por qué se llevó a mi tigre de la biblioteca —dice golpeando la mesa y causando su destrucción.

 Eso me enojó más pero me controlo.

—Porque es un niño y un tigre que necesita ser libre, y no amarrado en un cuarto solo.

—Esa es mi decisión —responde enojado.

Me volteo y tomo el cuchillo que está arriba en el estante.

—Tenga —le entrego el cuchillo—. Acabe con su vida de una vez, prefiero eso a que viva el resto de su vida siendo algo que no es y sobretodo servirle a alguien como usted.

¿Por qué dije eso?

 Él mira el cuchillo y lo deja en el estante ya que destruyó la mesa.

—No lo quiero cerca del castillo y mucho menos de mí.

 Dicho eso se va y me deja sola con Iñaki dormido.

Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora