Laila: Un Señor Complacido

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Cuando llegamos Seth y yo hasta la casa de la madre de Kev, este estaba renuente a entrar en lo que él llama una pocilga.

—No todos tienen un castillo con más de doscientos sirvientes a su disposición —le reprocho enojada.

 Él entra y se queda impactado de la manera que cómo le había hablado, pero honestamente tampoco yo estaba de humor. Antes de haber salido a buscar a Seth, había puesto un hechizo de protección para que nadie entrara. Me lamentaba que las personas se metieran en las casas de los demás a robar, hecho que la señora Amira castigaba cruelmente, pero sin que no le doliera el alma en aplicar dicho castigo. Seth inspeccionó los cuerpos con mucha satisfacción, demasiada para mi gusto por el hecho que todo haya sido tan limpio y pulcro la escena.

—¿Cómo los mataste? —pregunta Seth fascinado.

 Le cuento mi relato y este escucha fascinado.

¿Cómo alguien puede estar tan fascinado con la muerte de unas personas?

 Le gusta que sea precisa, cosa que me incomoda.

—Puedo comprender que hayas matado al muchacho, pero la madre ¿qué daño te pudo haber hecho? —está intrigado. Se acuesta al lado del cuerpo de la madre de Kev a la que nunca le pude preguntar su nombre.

—No me hizo nada malo, pero ella iba a quedar devastada al ver el cuerpo de su hijo sin vida. No podía causarle ese dolor —confieso la única verdad de esa noche.

—Que dulce —se levanta y mira por última vez el cuerpo—. Regresa a mi habitación y quédate allí hasta que yo vuelva.

—Pero señor...

—Haz lo que te ordeno —dice serio otra vez, jamás pensé que diría esto, pero me gusta más la cara de Seth serio que sonriente, porque la única manera que sonría es con el sufrimiento de cualquier persona.

 Salgo de la casa por órdenes de Seth y me aparezco hasta su habitación. Sin Seth en ella no me da tanto miedo. La recorro de punta a punta. Descubro el inmenso cuarto de baño que tiene.

—Por eso nunca lo había visto bañarse en el río o cargar agua —comento para mí.

 Hay un gran pozo lleno de agua por lo que deduzco que ahí se debió haberse bañado. Meto mi mano en el pozo, el agua no está caliente, pero tampoco está fría. Me recojo la falda del vestido y me siento en el muro del pozo, el agua me tranquilizaba la cabeza, aunque fueran mis piernas que estuviesen sumergidas. No podía hacer esto en el río por las personas que siempre empujaban y apuraban para que ellos pudieran usar el recurso natural.

 Me levanto más la falda para poder ver hasta donde es la profundidad. El pozo que teníamos mi hermana y yo no era muy profundo, pero a veces Kenan lo hacía más hondo para enseñarnos a nadar. Pero me di cuenta que me mojaría todo el vestido y sería un completo fastidio en secarlo después. Salgo del pozo y me quito rápido el vestido, no quiero que Seth me vea desnuda.

 Me introduzco en las aguas tan deliciosas que me hacían recordar viejos tiempos de lujos y comodidades que me fueron arrebatados desde que llegué. El pozo tiene varios escalones por el cual descender, llego hasta el último y el agua cubre mis pechos, me hundo hasta el fondo para mirar mejor como es el pozo que me sorprende, no tiene una decoración extravagante a comparación con el cuarto. Camino por todo el pozo hasta que me detengo en el borde del pozo y me siento para despejar mi mente de todo lo que había hecho. Maté a dos personas inocentes por mi culpa. Eso me atormentará por siempre, no puedo tener amigos aquí porque me traicionarían o mucho peor tendría que matarlos para que Seth no les hiciera daño.

 Me quedo sentada en ese pozo hasta que siento la presencia de Seth detrás de mí. Me sobresalto y me introduzco en el pozo para alejarme de él. Seth me mira con esa misma mirada que pone cuando algo le gusta, detesto ser ese objeto en este momento y mucho más cuando no puedo escapar.

—No me imaginaba que me recibirías con tan agradable muestra de solidaridad —dice relamiéndose los labios.

 Quería aparecer en mi habitación, pero Seth se da cuenta de lo iba a hacer y rápidamente se quita la bata que se había puesto para salir, metiéndose en el pozo conmigo, me alejo rápidamente de donde estaba, pero es inútil porque él me toma del brazo y me pega a su pecho. Forcejeo, pero él es más fuerte que yo y me arrastra hasta uno de los escalones obligándome a sentarme en sus piernas.

—¡Quédate quieta! —grita.

—Por favor, no me haga daño, no quiero que me lastime —suplico sollozante—. No quiero...

—No voy a hacerte daño —exclama sujetándome bien—. Aunque ganas no me hacen faltas.

—¿Qué quiere de mí? —pregunto con lágrimas en el rostro.

—Que te vayas de mi vida, que Kenan nunca te hubiera creado —él me manosea el estómago—. Eres una plaga en mi vida ¿sabes lo que me costó conquistar este puto reino para que una mocosa como tú venga y me lo arrebate?

—Yo no le he quitado nada —aún no lo hago.

—Tu mera existencia es una amenaza para mí —su brazo me aprieta el cuello, mientras que la otra me manosea—. Pero matarte, solo empeoraría todo —él suspira—. Kenan dijo que tú serías mi reina, mi esposa siempre y cuando yo lo considerara prudente...

—¿Qué significa que sea su esposa? —pregunto mirándolo.

—¿Tú que crees que significa? —me mira cansado—. Tu querido creador te entregó a mí para que tú y yo hagamos el trabajo sucio de conquista. A él no le importamos ni una mierda, solo somos pequeños soldados en su maldito juego de poder.

—Él no haría eso —exclamo enojada, intento salir de su agarre, pero me retiene con sus brazos—. ¡Déjeme ir!

—Te sigues moviendo y te mato, no creas que no lo haré, porque créeme que si lo haré —me amenaza. Me calmo y él afloja un poco su brazo en mi cuello—. No sabes las cosas que haría Kenan para obtener lo que quiere. Nunca dudes que él no te usará o te maltratará para obtenerlo.

—No te creo, tú eres así, no él —le chillo.

—Al menos yo sea así y te lo puedo reconocer, pero él nunca lo hará —él me acomoda en sus brazos y salimos del cuarto de baño. Pataleo para que me baje y lo hace, pero en su cama—. Serás mi esposa, nos guste o no.

 Él sube a la cama, no me deja ir. Me tiene aprisionada con sus extremidades, sus manos reposan en mi pecho y vientre.

—Serás mía, tarde o temprano —me susurra—. Más te vale que te vayas acostumbrando. 

Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora