Aryana: Pensamientos Intranquilos

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Me siento mareada, pero con un inmenso dolor de cabeza. Me levanto con dificultad tocándome las sienes.

—Sí no bebieras como lo hiciste, no te doliera la cabeza —gruñe Cosmo detrás de mí. Está acostado, apoyando la cabeza en sus manos.

—Me duele mucho la cabeza —hago un puchero.

—Te lo mereces por haber bebido como lo hiciste y escaparte de la prueba de vestido que organicé para ti y mi cuñada.

—En nuestra defensa —me volteo para mirarlo mejor —, no queríamos estar allí. Gracias, pero no queríamos.

—Sí me di cuenta cuando me dijiste que Venus está enojada con mi hermano.

 Abro los ojos.

—No te preocupes que es nuestro secreto —se ríe. Se levanta y me entrega una charola de comida—. Como verás, te perdiste la cena, así que te traje algo para que no te acuestes sin comer.

—Gracias.

 Como lo que me da, un rico filete con hierbas y vegetales a un lado. Me doy cuenta que estoy utilizando un camisón diferente que utilicé ayer.

—¿Cómo me puse esto? —pregunto confundida.

—El vestido que tenía puesto, lo había ensuciado por el vino derramado y le tuve que ponerle otro más adecuado para dormir.

—¡¿Me vio desnuda?! —me levanto de la cama aturdida.

—Bueno —él se sienta en la cama—, si, tuve que hacerlo. Pero le aseguro que no pasó nada, solo le quite el vestido y le puse el camisón.

 El dolor de cabeza incrementa.

—Sabe qué —me volteo—, yo no puedo con esto.

 Me intento ir fuera de la habitación, pero Cosmo me detiene.

 Que gran velocidad. Digo seca en mi mente

—Por favor no se vaya —me sujeta por el brazo—. No sabía que más hacer y no quería que nadie la viera como estaba.

 Él me levanta el mentón para que lo mire.

—Perdóneme, no volverá a pasar.

—De acuerdo.

 Él me suelta y me dirijo hacia la cama.

—Mañana si volveré a trabajar —digo tajante.

—Por supuesto que no —contesta enojado—. Mañana tengo pensado un día completo para usted.

—Ya me recuperé —me acuesto en la cama—. Ya estoy bien, me ausenté por hoy no siendo mi día libre. No lo haré mañana.

—Pero tengo...

—El sábado será el baile e iré porque es mi día libre e igual que el siguiente —acomodo la suave almohada—, que con mucho gusto puedo acompañarlo todo el día si quiere.

—Pero los bailes se alargan hasta el día siguiente —se acerca hasta mi—, incluso duran una semana.

—Usted es el interesado en pasar un día conmigo.

—¡Bueno! —se desespera.

—Yo tengo un trabajo el cual amo y no lo voy a descuidar por pasar un día completo con usted —me mira mal—. Usted tiene sus obligaciones con su estado y por ende no lo va a dejar a un lado por estar conmigo.

—Sí, pero no es lo mismo.

—¿Porque usted es el rey y yo una simple campesina? —pregunto enojada.

Los Dos Reinos [I Libro De La Saga Dioses Universales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora