Capítulo 15

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Mis ojos estaban hinchados de llorar, mi cuerpo estaba cansado de sufrir y mi mente estaba harta de ser atormentada. Tenía que salir de este agujero que me estaba consumiendo.

¿Por qué tenía tan mala suerte con los hombres?

Mi almohada era mi única compañía. Las lágrimas ya se habían acabado y todo ya estaba "bien". Alexander se había largado hace 4 horas, por lo que la luna había caído. Mi departamento estaba en la penumbra, pues mi último problema eran las malditas luces.

Con todo el pesar, me levanté hacia el baño. Miré mi reflejo y lo que veía era una persona totalmente diferente. Sabía que no había tenido la mejor historia de vida, pero siempre intentaba dar lo mejor de mí y darle una sonrisa a la vida, entonces, ¿Qué demonios me estaba pasando? Probablemente esta situación ya se había descontrolado y ya no podía hacer nada. Tenía tantas de ganas de salir adelante como siempre, pero había algo que me lo impedía, o más bien alguien: Alexander.

Cada vez que lograba equilibrar mi vida, Alexander la sacudía como si fuera un globo de nieve. Y siempre volvía la misma pregunta que me hacía desde los 17 años:

¿Realmente quería vivir así?

La respuesta también era la misma: No. Pero si yo no hacía nada para cambiarlo, no tenía por qué quejarme.

Entonces caí en cuenta: Si yo no tomaba las riendas, todo seguiría igual.

Tenía que cambiar por mí, no dejarme pisotear y salir adelante.

Seguiría con el estúpido plan de Alexander, pero ahora sería a mi manera. Ya no podía lamentarme por las cosas, pues ya habían pasado, solo me quedaba aprender y seguir. Tenía la esperanza de que todo mejoraría.




Me encontraba enfrente de la puerta de Alexander. Mi venganza estaba por empezar.

¿Quería jugar sucio? Pues sucio íbamos a jugar.

Había buscado el vestido menos profesional que había en mi guardarropa, y opté por uno azul rey muy ajustado, ni siquiera sabía porque lo tenía pero al menos por fin serviría para algo.

Ni siquiera toqué la puerta, aunque ya había tenido una mala experiencia, no creía ver algo peor. Y realmente no había nada del otro mundo, pues él escribía en su computador y no había notado mi presencia.

-Buenos días jefe- saludé lo más sonriente.

En cuanto sus ojos me miraron se abrieron tanto que creí que se saldrían. Y no lo culpaba, aquel vestido era tan corto que si me agachaba todo se me vería. Un escote un poco pronunciado y tan ajustado que sentía que algo se saldría en cualquier momento.

-Aquí tiene el resumen semanal- dije, ya que él no hablaba, solo miraba. Deje los papeles en la mesa, inclinándome un poco más de lo normal.

-Recuerde que hoy tienen una reunión con los socios a las 12- le recordé. Di la media vuelta y comencé a caminar hacia la salida, pero su varonil voz me detuvo.

-¿A qué estás jugando Elena?- preguntó.

Una pequeña sonrisa vacía se asomó. Estaba molesta. Molesta con él, con la vida y conmigo misma por ser tan sumisa. Volteé para mirarlo.

-No sé a qué te refieres. Solo estoy haciendo mi trabajo- respondí de la manera más distraída posible.

-¿Sabes que nada hará que te deje ir?-

-Lo tengo más que claro- dije con los dientes apretados.

Salí hecha una furia de ahí. Él sabía que yo no podía hacer nada y todavía me provocaba. Pero, ¿Qué podía hacer? A pesar de que mi familia me había tratado mal, no podía permitir que mi madre perdiera la vida por mi culpa.

Quédate Conmigo #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora