Más tranquila, salí de aquel baño.
-Claudia ¿Podrías decirle al señor Ambrosetti que me voy a casa?- pregunté cansada.
-Falta más de medio día. ¿Por qué te vas?- me dijo ella preocupada.
-Me siento mal- inventé, ya que no le quería ver la cara a ese desgraciado.
-¿Pero esta noche si cenaremos?- preguntó con un puchero.
Una sonrisa débil salió de mí.
-Claro que sí. Te envió mi dirección y pasas por mí a las 7-
-Está bien- dijo sonriente.
Caminé a mi escritorio y tomé mis cosas.
Salí de aquel edificio y me dirigí a mi departamento.
Caminando por las calurosas calles pensé en ¿por qué todo me pasaba a mí? Y encontré y la respuesta: porque yo lo permitía. Si yo no hubiera aceptado ese maldito trato, nada de esto me estaría pasando. Al parecer me gustaba humillarme por los hombres. Ahora mi única alternativa para alejar a ese hombre era ser indiferente.
Mantendría una relación secretaria/jefe. Nada de contrato dentro de mis horas laborales. A pesar de que todo esto sería anunciado, trataría de ser distante con él. Era la única manera de sentir que yo también tenia un poco so control sobre esto.
Llegué a mi hogar e inmediatamente me tiré a mi cama, quedándome dormida en segundos.
Mis ganas de ir al baño me despertaron, haciendo que me levantara de ahí.
Después de hacer mis necesidades, tomé mi teléfono y revisé la hora: 6:10 p. m. Le envié la dirección a Claudia.
No tenía mucho tiempo para arreglarme, pero tampoco tenía las ganas, así que solo me coloqué un pantalón negro, una sudadera gigante color amarilla y unos converse blancos. Amarré mi cabello en una cola alta y me senté a mirar televisión, me quedé entretenida.
El ruido de la puerta me desconcentró.
Una Claudia con un conjunto más informal se encontraba en mi puerta: un pantalón de mezclilla azul rey con una blusa rosa y chaqueta negra. Ese moño desarreglado en la cabeza le daba un toque juvenil.
-¿Lista?- preguntó. Solo moví emocionada mi cabeza, dando a entender que sí.
Salimos de mi edificio. Aprovechando que era viernes iríamos a comer y beber uno tragos.
-No creo ir a un bar sofisticado, ya que nuestra vestimenta no lo permite, pero claro que iremos por alcohol- mencionó ella alzando las manos como niña pequeña.
-Está bien- dije riendo mientras nos subíamos a un taxi.
Treinta minutos después nos encontrábamos en una pizzería. Nuestra comida había llegado y aun no hacíamos el propósito principal: hablar de mi jefe y yo.
-Entonces- comenzó a decir- ¿Por qué le ibas a dar un beso al jefe?-
-¿Prometes no decir nada?- pregunté. Tenía que asegurarme de que esto no fuera más grande.
Movió su cabeza en repetidas ocasiones, dándome a entender que "Si".
-Soy la novia falsa de jefe- comencé –Él necesitaba una novia y yo dinero. Pero las cosas se han complicado; en dos días pasaron muchas cosas y estoy segura de que no me gusta, pero si mueve algo dentro de mí-
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Quédate Conmigo #1
Roman d'amourElena Hells: Simple, humilde y de buen corazón. Alexander Ambrosetti: Mujeriego, millonario y orgulloso. Personas que sufrieron bastante en su pasado y la vida les dará una nueva oportunidad. Prometieron no volver a creer, crearon...