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Ameneció un día soleado que contrastaba con el tiempo lluvioso de ayer. Ah, bendita primavera. Parecía que el tiempo se había puesto de acuerdo para no arruinar el festival de hoy: el baile floral. Yo no tenía pensado participar, ya que no me sabía el baile y tampoco tenía a nadie con quien bailar.

Mientras que la hora del festival llegaba, aproveché para regar mis cultivos que estaban ya a punto de madurar completamente.

Una vez fueron las 9, me dirigí hacia el sur de mi granja, cerca del rancho de Marnie, donde se celebraría el festival.

Una vez allí, algunos vecinos me saludaron, otros estaban muy ocupados comiendo y algunos no se habían percatado de mi llegada. A lo lejos pude ver a Sam y Abigail, pero no vi a Sebastian con ellos. Me acerqué hacia donde estaban y les pregunté por su ausencia.

— Hola chicos. ¿Dónde está Sebastian?

— H-hola ________. — dijo Sam como pudo. — N-no lo sabemos.

El pobre Sam estaba muy mal con sus alergias. Abigail, en cambio, parecía estar muy enfadada.

— No puede ser que me vaya a hacer esto. ¡Me ha dado plantón solo porque él no quería bailar! ¡Es un egoísta! ¡Me niego a bailar sola y hacer el ridículo! — al verme, se acercó a mi. — Es todo culpa tuya.

Sin más se alejó de mi. Viendo que ninguno de los dos iba a resolver mi duda, fui a preguntarle a Robin por su hijo.

— Oh, hola ________. — dijo sonriente. — Sebby está en casa, está muy resfriado. Esto le pasa por salir los días que llueve...

Mientras Robin me hablaba de sus preocupaciones como madre, yo solo pude pensar en que me sentía un poco culpable. Yo fui quien lanzó a Sebastian al mar. Pero él lo había hecho antes, así que ciertamente no fue culpa mía sino suya.

Viendo que no tenía mucho que hacer allí, me quedé cerca de la mesa de la comida y pasé el rato sola. Abigail ni me miraba y Sam estaba demasiado mal como para preocuparse por nadie más que por él mismo.

Viendo que el día se me iba a hacer muy pesado, decidí irme del festival e ir a visitar a Sebastian.

Al llegar a la carpintería, entré y bajé al sótano. Sebastian no estaba en su habitación. Si tan enfermo estaba, no podía andar muy lejos.

— Creo que ya he vivido esto antes. — dijo el pelinegro detrás mío.

— Dios mío Sebastian, deja de hacer eso. Me has vuelto a asustar, ¿sabías?

Él simplemente rodó los ojos.

— He venido a ver como estabas. Tu madre me ha explicado que estabas resfriado y me sentía un poco culpable por...

— Wow, tranquila. No estoy resfriado.

— ¿Qué? Pero si...

— Estoy acostumbrado al frío, no me voy a constipar así de fácil. Simplemente no me apetecía bailar. Además, tengo mucho trabajo que hacer.

— Abigail está super enfadada.

— ¿Y acaso a nadie le importa cómo esté yo? — dijo Sebastian un poco molesto. — Simpre es lo mismo. Siempre son los demás antes que yo. ¡Estoy harto!

— S-Sebastian yo... n-no quería... — dije un poco atemorizada. Sebastian enfadado daba bastante miedo.

— Déjame solo, _________. — dijo dándome la espalda. — Tengo trabajo que hacer.

Dicho esto él se sentó delante de su ordenador y empezó a teclear. Yo salí de allí tan rápido como pude, realmente me había dolido la forma en la que me habló.

Volví a casa y me quedé en la cama tumbada, intentando —inútilmente— retener las lágrimas. Realmente soy una persona muy sensible.

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La primavera había acabado. Mientras esperaba a que abriera la tienda, fui preparando el suelo para los nuevos cultivos.

Una vez fueron las nueve me dirigí a la tienda. Dentro vi a Abigail ayudando a su padre. Ella solo giró la cara al verme. Llevaba así desde el día del baile, pero yo aún no sabía el porqué. ¿Sería porque le gané en la caza del huevo?

Una vez tenía mis semillas de melón y arándanos, salí de la tienda. En el panel informativo de la puerta vi un cartel colgado por Robin, donde ponía que había perdido su hacha favorita y ofrecía una recompensa de 250g.

Cuando ya había plantado y regado los nuevos cultivos, fui en busca del hacha de Robin. Realmente la recompensa no me importaba, era más bien el hecho de ayudar a una vecina y amiga.

Debo admitir que tardé bastante en encontrarla. El bosque era muy extenso y había mucha vegetación entre la que buscar. Después de un par de horas la encontré, cerca de unos arbustos y rodeada de hierbajos.

Feliz de haberla encontrado, me encaminé hacia la carpintería. Al entrar, Robin me saludó. Una vez le devolví el hacha, me lo agradeció muchas veces, a las cuales les respondí que no era nada. Entre todo este follón de agradecimientos, pude ver a Sebastian por el pasillo. Aunque nos miramos por unos segundos, ninguno de los dos dijo nada, lo cual me dolió un poco.

Como ya estaba anocheciendo decidí volver a casa. El día se me había pasado volando entre semillas y hachas perdidas. Me tumbé en mi cómoda cama y poco a poco me fui quedando dormida.

Unos ruidos en el porche de mi casa me hicieron levantarme con espada en mano. Al abrir la puerta me encontré con quien parecía ser Sebastian sentado en las escaleras.

— ¿S-Sebastian? — dije con la voz adormecida. El cansancio provocaba que no pudiera abrir bien los ojos, pero aún así me pareció que era él.

La persona que tenía delante no contestó. El silencio invadió esa escena, que cada vez era más extraña. Cuando ya pensaba que no podía ponerse más extraño, quien fuera que tenía delante me besó.

Me quedé perpleja, pero estaba demasiado adormecida como para reaccionar. Simplemente me quedé ahí, estática.

Cuando se separó de mí, simplemente dijo un «lo siento» y se marchó corriendo. A partir de ahí ya no recordaba nada más.

🖤 Newbie | Sebastian 🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora